Algunos de los cuentos confirman la presunción de que si el mundo fuera gobernado por niños todo funcionaría mejor. Dicen lo que piensan, aprenden y defienden banderas -la de compartir, cuidar el medio ambiente, confiar en que todo será mejor, aceptar la diversidad-, las soluciones que piensan son tan simples y, sin embargo, chocan con el mundo adulto.

El cuento “El niño que descubre sus derechos”, de Kevin Gómez, ilustra esa percepción. Escribió sobre un niño a quien, mientras preparaba su desayuno, el padre le preguntó de mal modo qué hacía en la cocina, a lo que el niño respondió: “Tengo capacidad para hacer mi desayuno, como también mis Derechos”. El padre contestó: “No, tú no tienes Derechos, sólo eres un niño”. Entonces el pequeño resolvió ir a una biblioteca a buscar un libro sobre los derechos del niño y se lo llevó a su casa. Al día siguiente su padre volvió a decirle mientras se preparaba el desayuno: “¿Qué haces en la cocinaaaaaa?”. Entonces sacó el libro y le respondió: “Yo sí tengo Derechos, y esto te lo aclarará”. El padre lo leyó, reconoció sus errores y fueron “juntos a devolver el libro a la biblioteca y a hacer algo divertido”.

Kevin cursa sexto año y bajo el seudónimo “El sol” se presentó el año pasado al Concurso Nacional de Cuentos realizado por el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU). Vive en Maroñas, Montevideo, y asiste por las mañanas a un club del INAU. “Me enteré del concurso por la educadora y una señora que fue a dar un taller. Hubo dos talleres, nos iban explicando cómo iba a ser el tema hasta que quedó”, relató a la diaria.

¡A escribir!

El libro reúne 18 cuentos de niños, niñas y adolescentes, nueve de la categoría de ocho a 12 años, y otros tantos escritos por adolescentes de 13 a 17 años. “El concurso fue lanzado en el marco de la Feria del Libro de 2009. A partir de las bases se buscó difundir la convocatoria en todo el país por intermedio de los centros de INAU y de los centros educativos. Se presentaron cerca de 150 trabajos”, explicó a la diaria Jorge Ferrando, director del INAU.

Fueron premiados 22 niños y adolescentes, dado que algunos los escribieron en conjunto. Doce de ellos asistieron ayer a la presentación del libro, realizada en la Dirección Nacional de Impresiones y Publicaciones Oficiales (Impo). Entre los premiados hay niños de varios puntos del país: San José, Cerro Largo, Rocha, Rivera, Mercedes, Montevideo, Río Branco y Barros Blancos (Canelones).

La publicación, realizada en papel satinado, a color y con ilustraciones, será distribuida gratuitamente en escuelas, centros educativos y bibliotecas municipales. “Realmente son pocas las experiencias de cuentos hechos por niños, niñas y adolescentes. El tema de los derechos nos parece que todavía está muy poco en la agenda pública, sobre todo desde la perspectiva de los niños”, dijo Ferrando, quien agregó que se está pensando en convocar a un nuevo concurso en la Feria del Libro el año que viene.

Con acento frotnerizo, Nadia Recuero, de Cerro Largo, autora de “Volviendo a la escuela”, relató a la diaria cómo se enteró: “El año pasado estaba con mi maestra y me propuso armar ese cuento. Lo escribí. En las vacaciones me enteré de que había ganado porque mi maestra le dijo a mi madre, y vine hasta Montevideo. Me gané el premio. Daban un mp3 y un celular, yo me gané un celular”. Su cuento se sitúa en “una chacra cerca de la ciudad” en la que vivían dos niños y “todo el mundo estaba triste por la sequía. Los campos no estaban verdes, estaban amarillos; los arroyos secos, no se podía ni pescar. Un día comenzó a quedar nublado y la lluvia llegó”. Pero llovió tanto que todo se inundó y los niños no podían ir a la escuela, entonces los vecinos contribuyeron con madera, clavos, martillo y sierra para armar un bote. “Entre todos hicieron un bote y los niños pudieron ir a la escuela”, escribió Nadia, aludiendo explícitamente al derecho a la educación.

Verónica Atay y Maribí Menchaca, adolescentes autoras de “El medallón embrujado” y “Una familia muy especial”, respectivamente, explicaron: “Nos llegó la propuesta al centro educativo Espigas, a donde vamos. Ana nos ayudó, nos llevó la propuesta, que nos gustó. Con tres clases completamos el cuento, en la primera leímos uno, en la segunda aprendimos más o menos las pautas que tiene que tener un cuento y en la tercera lo empezamos y lo terminamos”. Contaron que también participaron otros cuatro compañeros del centro, pero que sus trabajos no habían sido seleccionados porque “sólo los basaban en novios, eran casi todos iguales, todos terminaban en lo mismo, que eran novios pero que no podían seguir porque a la amiga del novio le gustaba el chico y no podía estar con él”.