Cánticos bien afiatados, batir de palmas, revoleo de banderas y remeras que a medida que pasan los minutos parecen de plomo. Cae un solazo bárbaro y un calor de mil infiernos. Los descamisados se hacen visera bajo el fuego.Los brazos arriba, gargantas resecas igual que una playa desierta. Sube el agite de la bolsomanía y la pasión eterna por la camiseta. El templo tricolor vibra, se retuerce como una lombriz ciega. Nacional avanza de forma continua pero no encuentra caminos claros.

Los morlacos vuelan. La revientan para cualquier lado, en dos líneas defensivas, atentamente ordenados. Sobre 10 minutos de juego, el equipo de Acevedo maneja la pelota con salida de Núñez por derecha y el polifuncional Varela mete tiza por banda izquierda.

Los hilos creativos, como siempre, los manipula el Ángel: me hamaco y la toco.

Regueiro también mete zurda pero lo controlan, pasa a jugar en un doble punta cuando trepa Varela. Pero se suceden pases errados que terminan cediendo el útil al conjunto visitante.

Pasado el primer cuarto de hora, se arrima el tricolor con un bombazo cruzado de Matute, chasquido contra la red por afuera, olor a gol, tras pase en un toque sutil de Regueiro. Enseguida otro disparo del Morro cercano a un palo.

Pero el fútbol es insólito. Un avance aislado de los ecuatorianos permitió ponerse en ventaja. Corrían entonces 25 minutos y cayó el gol de Granda. Fue el primer y casi único ataque visitante. La jugada se gestó por banda izquierda, vino el pase atrás y llegó el llanero solitario para tocar la bola solo a la red. Se despatarró Muñoz y había un agujero entre los zagueros centrales tricolores.

Los asistentes a la catedral quedaron desconcertados. El Cuenca llegó a meterse atrás, a aguantar la presión y jugar con un punta más solitario que Robinson Crusoe. Llegó a los octavos de final en su última participación en el 2009 ganándole a Boca. La primera parte se fue con un derechazo del pibe Pereira y de inmediato, un cabezazo del Morro que se fue apenas arriba del travesaño.

Comenzó el segundo acto y Nacional arrolló. Matute mandó el centro preciso y apareció Mario Regueiro para conectar un cabezazo perfecto y potente, con destino de piolines. Fue el 1 a 1. Y se rompió el hervor en la olla del Parque.

Después Nacional siguió atacando. Se fue el Morro y entró Vera. Nacional generó situaciones de gol pero en los últimos metros -donde todo quema- terminaba fallando en la definición. Pero Regueiro siempre rinde; llegó a la línea tras un cabezazo medio llovido del Tata y tocó la guinda con pierna derecha. Y Mario colgó la sonrisa del alambrado.

Y otra vez lo insólito: los ecuatorianos pegaron un tiro en el travesaño y en el rebote apareció Escalada como un fantasma para marcar el 2-2. Faltando cinco para el final el juez sancionó el penal. Lo agarraron a Coates y cayó enredado con Ayoví.

Matute acomodó el cuerpo, y con pierna diestra colocó la guinda a un costado. Fue el 3 a 2 final. La calidad del Ángel -esa magia que tienen los cracks- arrancó la gritería y la euforia, encendió las bengalas y el olor a pólvora se enredó con la humareda mientras los ecuatorianos se mandaron furiosos a intentar el tercero. Pero el Ángel no tiene cura. Ganó Nacional en el debut y siempre vale. Todo tiene un comienzo y un final.