No hay respiro. El estadio cruje. Rebotan las voces, los cánticos, la complicidad de las miradas.

Hay pólvora en el viento y en las trincheras.

Restallan flashes blancos mientras la pasión interminable arranca sonrisas contagiosas como si se tratara de una piñata de cumpleaños.

Cuando reventó el pororó de las bombardas, casi cuarenta mil almas cumplieron el rito de la bolsomanía mágica.

Los brazos arriba, apuntando al cielo negro, garganta anchas, banderas brillantes de colores vivos.

Los hinchas argentinos meten globos verdes para un equipo campeón vestido de naranja jugosa o mandarina medio pasada.

Apenas comenzó, Regueiro casi clava el gol.

A los cinco minutos de juego casi se caen todos los macacos de las estanterías.

El lateral Núñez mandó un centro bombeado al área y apareció a la carrera, como una luz mala, el polifuncional Gustavo Varela para tocar a la carrera y mandar la esfera de viento a las redes quietas.

Fue el 1 a 0 que explotó furioso en los escalones.

La escuadra tricolor controló el esférico, manejó el fútbol y maniató el mediocampo argentino.

Pero fue un rato nomás.

Pasa que están frente a frente los campeones del Río de la Plata. En los papeles previos, el conjunto argentino orientado por el recordado Falcioni tiene un buen juego de equipo, con una defensa compacta, un mediocampo dúctil y atacantes veloces.

Pasados los quince, el ritmo del taladro agarró onda y el santafesino Rubén Darío Rodríguez quebró la línea final, tiró un centro con rosca y en palomita con un cabezazo frontal, el colombiano James Rodríguez (apenas 18 años) anotó el empate.

Después el Tata (que jugó en lugar de Pereira) tiró un bombazo y luego Lembo convirtió de cabeza en posición adelantada.

El juez más serio del mundo marcó un penal más que dudoso cuando hubo contacto entre Núñez y James R. Y el colombiano cayó fulminado. Anotó Rodríguez con un zurdazo potente y bajo.

Cuatro minutos más tarde, Coates estrelló un terrible cabezazo en el travesaño y en el rebote, Mario Regueiro tocó de zurda para colocar la ruidosa igualdad 2-2.

Fue un primer tiempo intenso y con goles.

Para el complemento Matute generó revoluciones.

Se fue Ferro y entró el Morro para dotar más presencia al ataque. Media hora de juego siguen 2-2.

Otro cabezazo de Coates levantó la ovación. Faltando ocho saltó al pasto el Chapa.

A Nacional le cuesta hallar su mejor nivel futbolístico.

Hay circuitos que no combinan. En medio de la Copa la presión quema. La próxima semana vuelven a verse las caras pero esta vez en la otra orilla del Río de la Plata.

Nacional mantiene la chance, sostiene el invicto. Banfield tiene juego colectivo y aspiraciones válidas.

Pero la Copa exige fútbol, concentración y, claro está, resultados.