Hay que creer o reventar. La mística está ahí, flotando espesa en la atmósfera brillante, apilada en las estanterías de concreto, en esos escalones del mundo carbonero. La manyamanía es infernal. Se retuerce como una víbora en las tribunas, vibra en cada esquina. La leyenda se retroalimenta entre la nube de humo y canciones.

Es el sueño eterno colgado de todas las gargantas, de las pestañas, abrazado para siempre a la bandera. Las manos parecen bolsas de agua caliente. Miles de palmas a ritmo preciso, todo cadencia y pasión. El murmullo aturde. Voces que reverberan, cantos que sudan con los colores mágicos, con las miradas húmedas, con el músculo cardíaco batiendo la marcha del campeón. Los hechiceros de tribuna les meten fuego a las gargantas.

El largo camino del Peñarol de Aguirre aquilató una campaña de 43 puntos en 45 posibles. El carbonero llegó invicto luego de catorce presentaciones. Los once albañiles atenienses pusieron el alma hasta el final. Para la escuadra de San Carlos todo ha sido un doloroso sendero de vidrios molidos, de brasas calientes. Desbarrancarse, caer al descenso igual que una sandía en un tobogán.

Al minuto de juego, un balazo de Martinuccio reventó en el palo. Pero fue una primera parte sin goles, ya que Atenas cerró el cero y el equipo de Aguirre no encontró la fórmula del gol. Telechea tuvo la ocasión de marcar y el golero Noguera resolvió con simpleza. En el comienzo de la parte final, otra vez Bosco Frontán se devoró la chance de convertir. A los cuatro minutos, Rulo Varela, a pura tiza, inventó un gol de otro partido. José Varela -un punta pastor, rápido y definidor- encajó un golazo formidable. Atropelló en diagonal, con una mira telescópica en el medio de las cejas. Apuntó derecho y sacó un taponazo cruzado inatajable, bien al ángulo del arquero mirasol.

A los 15, Orteman se mandó con todo y chocó de frente con el central Arriola. Cardelino le sacó amarilla y el director técnico aurinegro decidió rápidamente el cambio del volante por Tornado Alonso.

Veinte minutos y Peñarol acelera ante un Atenas refugiado y metiendo un camión de piernas y tendones. Suben los cantos incesantes y Atenas la revienta. Enseguida, Silvio Bosco Frontán empató el partido. Centro del habilidoso Martinuccio de zurda, y el sanducero colocó el cabezazo seco para la explosión del Centenario.

Atenas aguanta el chaparrón

Pasada la media hora final, el gladiador Cesaro se vistió de Nerón y mandó el pase largo, perfecto, al vacío para la corrida vertical de Rulo Varela. El goleador ateniense tocó debajo de pierna derecha para dejar sin asunto al golero Noguera. Fue el 2-1 que exasperó los ánimos. Tres minutos después, Tornado Alonso conectó el centro-córner con un cabezazo salvador y dejó pagando la estirada estéril del cuidapalos García. Atenas intentó con cambios finales meterle frío al ambiente del final. Pasada la hora, el batallador Egidio Arévalo Ríos convirtió el agónico 3-2, que estalló en el aire igual que una bomba atómica.

Peñarol cerró el campeonato invicto, con una campaña infernal, y ahora se prepara para la o las finales. ■