Es la noche de un viernes de febrero en la estación Goes. Bajo el tinglado, unas 450 personas esperan que la pantalla inflable de Efecto Cine se encienda.

El ambiente es familiar, barrial. Los niños corretean, hacen piruetas. Una pareja de adolescentes se manda mensajes sin celular. Las señoras llegan con sus sillas. Los pibes deambulan por calles y esquinas. Uno trepa hasta llegar a las altísimas vigas de hierro que sostienen el techo de la estación.

La pantalla se enciende pero las luces no se apagan. Madre e hija comparten un cigarro. Un veterano mueve la patita al ritmo de Bomba Estéreo y La Teja Pride. Comienza la proyección del backstage de la película Reus, autodefinida como el primer policial uruguayo, protagonizada por varios vecinos presentes en el evento y ovacionados por la concurrencia.

La postal parece decir que atrás quedaron los tiempos que retrata la película, cuando el barrio alimentaba la crónica policial de los medios, con los Tumanes, los Espondaburu y los Auscarriaga, la manzana 861 y la zona roja.

Con el objetivo de revertir el proceso de deterioro y vaciamiento que vive el barrio, Renová Goes es uno de los programas que enfocan sus trabajos en la zona. “Viví Goes es como un paraguas que abarca todas las acciones que se están haciendo sobre esta zona. Habitar Goes es un programa de cohesión social y reactivación del empleo, financiado por la Unión Europea. Renová Goes es el componente de prevención del Programa de Mejoramiento de Barrios. Es un plan piloto que intentará demostrar que el crecimiento de las periferias tiene relación con el vaciamiento de las áreas centrales y que actuando en esas áreas centrales, podemos contribuir a revertir los procesos de extensión de los alrededores”, explica la asistente social y coordinadora de Renová Goes, Adriana Berdía.

El proyecto cuenta con un presupuesto de 8.83 millones de dólares, que fueron financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo (3.8 millones), el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) (4.5) y la Intendencia de Montevideo (medio millón).

Pilares

Renová Goes pone en práctica un modelo de cuatro patas. La residencial, que incluye generación de viviendas nuevas y mejoras en construcciones existentes; el apoyo a las obras en el Mercado Agrícola; el mejoramiento de espacios públicos y la generación de servicios sociales y comunitarios.

Tomando el mercado como punto central de la recuperación, establecieron como zona prioritaria las 16 manzanas que lo rodean. Con respecto a la línea residencial, la semana pasada se cobraron los primeros siete préstamos para la refacción de viviendas. “Recibimos un total de 31 solicitudes, de las cuales seis se dieron de baja por problemas jurídicos o familiares. De las 26 que quedaron, siete cobraron y seis ya fueron aprobadas por la comisión. Las 12 restantes están en proceso de presupuestar, entregar documentación, etcétera”, detalla Dolores Aguiar, trabajadora social del programa. El objetivo es otorgar un total de 50 préstamos durante 2011; y las próximas inscripciones para nuevos proyectos se abrirán durante el mes de junio.

“Uno de los efectos de cualquier acción de recuperación de una zona es que aumentan los valores de las propiedades. Si lo que queremos es atraer a la población vulnerable a instalarse en asentamientos irregulares, que son las parejas jóvenes, con hijos, con dificultades para acceder al mercado de alquiler formal, no podemos permitir que el valor de las viviendas de la zona se dispare. La forma de contrarrestar eso es generar más oferta de vivienda”, explica Berdía, quien estima que se construirán, con diferentes formas de financiamiento, alrededor de 600 hogares. “Creo que hasta ahora no se ha generado una cantidad similar de viviendas concentradas en un corto período de tiempo como acá”, agrega.

Ya está en construcción un complejo de viviendas enfrente al mercado, en lo que se conoce como la manzana 860, y el año pasado se demolió su vecina más famosa, la 861. “Ése era el último centro visible de actividades presuntamente ilegales. A las familias que tenían una historia en el lugar y participaron de las cooperativas, se les brindó un subsidio de alquiler temporal por parte del MVOTMA. Al resto se le dió apoyo en la búsqueda de otras estrategias como lazos familiares, pensiones, etcétera. Por último, la población flotante, que vivía en situación de calle y que pernoctaba de vez en cuando en el lugar, se fue por sus propios medios. En ningún caso se sacó a nadie por la fuerza, todo se hizo a través de procesos de negociación y apoyo social”, asegura la coordinadora del programa.

Con respecto a las acciones en espacios públicos, se construirán dos peatonales, la nueva explanada, el estacionamiento del mercado y una plaza. En cuanto a los servicios sociales y comunitarios, se ampliará y refaccionará la Guardería Municipal Inchalá (aumentando su capacidad locativa 125%) y la plaza de deportes Nº 2. También se construirá un Centro de Servicios Barriales de 300 m2 que estará disponible para las organizaciones de la zona.

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En 1866 un decreto cambió el nombre del camino de Toledo por el de Goes. Desde entonces, fue una de las rutas más importantes de entrada y salida de Montevideo hacia el norte. En 1908 el camino pasó a llamarse General Flores, pero el barrio que lo rodea heredó su antiguo nombre. En su libro Los barrios de Montevideo, Ricardo Goldaracena devela uno de los datos más sorprendentes del barrio, le atribuye nada menos que ser la cuna del tango.

La historia, divulgada por el periodista Ovidio Cano en el diario El Día, establecía que el tango había surgido en ese rincón montevideano, más precisamente en un rancho de la calle Isidoro de María 1477. Todo parece indicar que alrededor de 1866, en ese lugar se bailaba al ritmo de una orquesta compuesta por una guitarra, un violín y una flauta. “Lo que se bailaba en esos saraos era, conforme recordaba haber oído decir el periodista Cano, una música de negros de fines del coloniaje que se llamaba tango, y que había sido prohibida por las autoridades del Cabildo a causa de entendérsela lasciva y contraria a las buenas costumbres”, escribe Goldaracena.

La cercanía de las fábricas y su demanda de mano de obra, la presencia del Mercado Agrícola, la Facultad de Medicina y la de Química eran algunos de los motivos que hacían de Goes un lugar deseable para vivir. En Domingo Aramburú y General Flores había una estación de tranvías. Basta con detenerse en esa esquina y observar el edificio del Café Vaccaro para imaginar un pasado de esplendor.

“Cuando licité este puesto en el Mercado Agrícola, en 1987, esto era un lujo, venía mucha gente, estaba lleno de puestos, había carnicería, pescadería, todos los servicios. Se vendía mucho, todos los días, la gente que trabajaba en la fábrica de alpargatas compraba acá”, recuerda Antonio Bianco, que ha visto el mercado en sus mejores y en sus peores momentos en los últimos 25 años. “En el año 2000 empezaron los problemas. El tema de la inseguridad se comenzó a notar, nos querían venir a manotear mercadería acá adentro y nadie nos cuidaba, esto era tierra de nadie. Fue un momento muy difícil, en todos estos años, fue la única vez que pensé seriamente en cerrar el puesto”, agrega Bianco.

La situación se agravó con la crisis económica de 2002 y se mantuvo hasta que en 2006 el intendente Ricardo Ehrlich rescindió el contrato de concesión otorgado en 1999 a la Asociación Federal de Agricultores Unidos del Uruguay. “El mercado estaba tercerizado, no podía hacer nada, no me podía mover, me agredían”, dice Beatriz Silva recordando sus primeros tiempos como directora del lugar. “Erlich necesitaba cubrir este cargo, acepté el compromiso con la condición de hacerlo a mi manera, que fue revocar la concesión y recuperarlo para la IM. Ahora veo a los que me mandaban a lavar la ropa ordenados por este proyecto, miro el techo casi terminado y siento algo parecido al sueño cumplido”, concluye Silva.

“Estamos recuperando un edificio hermoso, que tiene su misterio, como todos los mercados, no es raro que vengan veteranos y se pongan a llorar, porque recuperan un lugar al que venían a comprar todos los días y a comer con su padre una vez al mes, a una parrilla que había acá”, asegura la directora, también conocida como “la comisaria”.

A unas pocas cuadras del mercado, en Marcelino Sosa y Blandengues, Álvaro y Natalia se preparan para recibir el préstamo solicitado para refaccionar la casa familiar. “Compramos esta casa en 1990, era un barrio de familias trabajadoras que de a poco se fueron yendo. Se ha vuelto una zona de muchos galpones, fábricas, depósitos, y cada vez hay menos gente. Es un lugar que tiene absolutamente todo cerca, a diez minutos del centro caminando, ómnibus para toda la ciudad”, argumenta Álvaro. “A pesar de ese cuco de los Tumanes y de la zona roja, a nosotros nunca nos ha pasado nada”, asegura.

Su hija Natalia, junto con su pareja y sus dos hijos dejaron su antiguo hogar en el barrio Atahualpa por razones económicas y decidieron mudarse a la casa paterna de Natalia. “Siempre tuvimos ganas de hacerle cosas a esta casa, la posibilidad de dejarla linda, de adaptarla a la vida actual y de rescatar lo lindo que tiene, está buena. Hace mucho tiempo que estábamos atrás de un préstamo así y nunca lo obtuvimos. Por eso está bueno este proyecto, porque es un barrio en el que muchas casas están en las mismas condiciones”, dice la acreedora de un préstamo de 700 unidades reajustables, equivalentes a 17.000 dólares, aproximadamente. “Vamos a hacer baño y cocina nuevos, y un espacio al aire libre en uno de los patios interiores”, describe Natalia con entusiasmo, y agrega: “Si las casas empiezan a estar más lindas, si se hacen obras en el barrio como la plaza de deportes o la del mercado, se reorganizan los comercios, vemos pasar un patrullero, nos sentimos estimulados, alquilar o comprar acá empieza a dejar de descartarse, empezamos a tener más la camiseta de Goes”.