Pocas cosas remueven tanto el morbo del aficionado deportivo como una charla entre el comentarista Jorge da Silveira y el empresario Francisco Paco Casal, quien suele rehuir a la exhibición mediática pero hace una excepción a raíz de los vaivenes por los derechos de transmisión de la selección uruguaya. Todo comenzó con una llamada del empresario a la producción de Punto penal solicitando pactar una reunión con Da Silveira para fundamentar su postura acerca de la compra de los derechos -la cual se concretó esa misma noche- y a la que asistieron el comentarista y Daniel Acevedo, productor del programa.

Desde hace muchos años se rumorea sobre la buena relación entre Casal y Saeta, por tanto no extraña su presencia en esa pantalla. Sí sorprende que el interlocutor sea Da Silveira, pues el periodista no suele respaldar el accionar del empresario, aunque tampoco fue su némesis mediática; ese rol le cupo a Mario Bardanca, Ricardo Gabito, Enrique Yanuzzi y Julio Sánchez Padilla, sus principales detractores. Además, Da Silveira tuvo algún pasaje como comentarista sosteniendo el micrófono con la “T” que identifica a la empresa de Casal, pero generalmente mantuvo una distancia prudencial con esta empresa, más allá de trabajar en programas de televisión junto a Sergio Gorzy, uno de los más abnegados pastores de Tenfield.

Por encima de esa relación tan ambigua pero distante de una antinomia, la charla entre Da Silveira y Casal despertaba el morbo de ver representados en la pantalla chica a dos tercios de los problemas del fútbol uruguayo: los empresarios y el periodismo deportivo más reaccionario. Claro que sin la legitimación del tercio restante -en este caso la directiva de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) y los clubes- sería imposible esta conjugación de aprietes, silencios, deslealtades y monopolios. De esas dinámicas que hacen al fútbol uruguayo se habló poco y nada durante una charla que ya figura como uno de los mayores bluff mediáticos de esta temporada televisiva, con Da Silveira desempeñando los roles que peor desarrolla: la conducción y la entrevista.

Es así que esta charla grabada el día anterior y a velocidad crucero fue barnizada por una gama de anécdotas que nos recuerdan que, para Da Silveira, el fútbol es importante porque lo comenta él. Entonces pone piloto automático y crecen como hongos todas aquellas historias compartidas con Bilardo y uno de los equipos de prácticas antideportivas más reconocidas: el Estudiantes de La Plata dirigido técnicamente por Osvaldo Zubeldía.

El tono general del envío pareció excesivamente distendido considerando el abanico de temas que podían tratarse, entre los que se destacaban las amenazas a periodistas, políticos y dirigentes del fútbol uruguayo, y la cesión de los derechos de transmisión de los partidos de la selección durante las próximas eliminatorias. Sobre este tema hablaron brevemente y próximo al desenlace del programa, momento que reveló cuán escasamente preparado estaba Da Silveira -o lo poco que quería profundizar- para afrontar una entrevista en la que desconocía los datos necesarios para repreguntar sobre la información que brindaba Casal.

Simultáneamente, resultó cordialísima la actitud de Da Silveira, quien destacó que las transmisiones de Tenfield son las mejores de América y aconsejó a Casal sobre la conveniencia de poner jubilados o estudiantes en la platea Olímpica para dar una mejor imagen del estadio Centenario a quienes ven el fútbol uruguayo desde el exterior. Entretanto, el comentarista ensalzó lo que entiende como una virtud en común con Casal: la frontalidad de los hombres educados en la universidad de la calle y todos sus conocimientos aprehensibles en 15 minutos.

No conforme con tantas loas al empresario, Da Silveira aseveró que Casal no necesitaba de Tenfield para multiplicar su fortuna, sino que a él le constaba que el empresario ayudaba a mucha gente, mientras sobrevolaba la palabra caridad. De esa forma, una vez más, Casal materializó uno de esos “polvos morales” de los que habla en el libro Yo, Paco realizado por Mario Bardanca, en el cual cataloga de ese modo aquellas venganzas en plato frío que consuma sobre sus detractores, quienes terminan legitimando -conscientes o no- su accionar empresarial.

Así, el encuentro Casal-Da Silveira transcurrió entre epifanías de rioba y las expresiones “códigos” y “sho devengo de” zumbando continuamente para remitir al origen humilde de los protagonistas de la charla. Confortablemente adormecida y distante de cualquier interés periodístico, la entrevista que nunca fue dejó al público con aquella impresión que tan bien sintetizaba Serú Girán en “Esperando nacer”: “la mustia sensación de que el tiempo se echó a perder”.