La tarde se prestaba y estaba ideal para mandarse al Prado. A la Rural o al Saroldi, escenario lindero aunque perfectamente podías meter los dos, un combo que le dolería al bolsillo pero que valía la pena. Muchísima gente se arrimó al Saroldi para observar la victoria del equipo del Guille Almada. Sol, olor a asadito y un partido interesante, disputado entre dos equipos con planteos tácticos diferentes.

De entrada nomás, a los dos minutos apareció el gol mediante un penal que le cometieron a Richard Núñez, hombre que lo transformó en gol. Ese tanto para los picapiedras marcó el rumbo del match, y la dársena se tiró con todo en busca de la igualdad .

Los del Mono Del Capellán se quedaron aguantando, pero también, como jinetes que observan desde la colina esperando dar la sorpresa, estaba su tripleta ofensiva compuesta por el enlace Richard Núñez y los puntas Paul Dzeruvs y el colombiano Moreno Asprilla, futbolista que suplantó a los 11 minutos a Rodrigo Cubilla, que se lesionó de entrada .

El avance rojiblanco no fue limpio ni efectivo a pesar de su juego en forma de abanico, donde se destacaban la velocidad y el encare de la dupla brasuca Danilo Pires- Janderson Pereira.

Rampla parecía tener cimientos de acero en el fondo, además de que en el mediocampo cortaban con tijera afilada el peligro sobre su área Broli y Novick, players de overol y clase. El primer tiempo se terminaba y la pulseada táctica la estaban ganando los rojiverdes, equipo que se mostraba compenetrado y enchufado por la causa.

Un aluvión en la dársena

En el comienzo del complemento, con apenas unos segundos corridos en el reloj, y desde el vestuario, como generalmente se dice, Pablito Olivera vulneró la meta de Lucero Álvarez: una corrida espectacular -tras un balón largo que le colocaron- desembocó en el primer estallido de la gente de la Aduana.

De ahí en más River le apedreó el rancho a los villeros, pero mal, es decir bien, mucho, y tuvo unas cuantas posibilidades para pasar adelante en el tanteador.

River perforaba el campo visitante donde estaba Rampla, averiado como un barco a punto del naufragio. Maureen Franco ingresó y se sumó a la perfección a ese juego darsenero, que por momentos caza la galera y se empilcha para la gala. El Maureen, en la primera bola que le llegó casi la cuelga en un ángulo, después se perdió el empate por querer tirar un taquito. Luego el palo izquierdo le dijo no al segundo de Olivera. Los locales, como esas bolitas que se hinchan en el agua, crecían y cada vez eran más. Hasta se daban el lujo de marrar un gol increíble que se perdieron Janderson y Pírez en la línea del arco, sí, en la línea, increíble, digno de un “te lo devoraste Mencho”, frase mítica que el argentino Marcelo Araujo repetía cada vez que Medina Bello erraba un gol. Después de ese insólito no gol darsenero, los del Cerro salieron un poco del asedio y metieron algún sustito. El cotejo estaba divino. River, con un nivel de terquedad heroica, se la jugó a buscar por la azotea, donde merodeaba el gigante Sebastián Taborda. Faltando cuatro minutos se hizo justicia. Llegó por las nubes y se remató en el suelo. Un bochazo fatal de Taborda dio en el caño derecho, la guinda quedó titubeando en la línea y el Pajaro Prieto, recientemente reservado para la selección panamericana, le sacó la duda al esférico desatando la locura de los jugadores e hinchas, quienes se desahogaron con un eufórico festejo. River volvió a ganar, y el conjunto de Almada, con poca prensa, arrima la bocha a la primera posición, lugar donde se encuentra en placentera soledad. Los de la Aduana vuelven a ser protagonistas de un torneo, rol que no asumían desde aquel River dorado de JR.