Este River joven y audaz dirigido por Guillermo Almada les mete un voltaje bárbaro a sus partidos. Los pelea aguantando con nueve hombres, como ocurrió en la fecha pasada, o te los rema hasta el final cuando no encuentra una opción ofensiva clara ante un rival que se cierra muy bien defendiendo. Los de la Aduana generalmente recurren al evangelio de las pelotas quietas con dos intérpretes: Hamilton Pereira y Lucas Olaza. A Hamilton, Nicola Pérez se la arañó al córner y parecía que no entraba por ningún lado. Pero un tiro libre sobre el arco del terraplén ilusionaba a los hinchas locales nuevamanente, con la idea de que se repitiera la secuencia de otros partidos. Lucas Olaza estaba frente al balón. Otra vez la zurda letal del chiquitín no perdonó. Otra vez el darsenero rescataba un resultado positivo con un gol muy festejado.

En esta oportunidad le dio un empate con sabor a victoria, por lo que costó y porque se mantuvo en la punta, aunque cambió de compañía, y quedó junto a Nacional.

Muchísima gente se arrimó al Parque Saroldi, escenario donde los rojiblancos afrontaban un partido importantísimo por la definición del campeonato ante uno de los rivales más duros del torneo, El Tanque Sisley de Raúl Möller. Los verdinegros mostraron un ataque relámpago de entrada, metidos en el partido, buscando sorprender a su rival, no dejándolo acomodarse en el campo. Metieron presión en la mitad del campo con Pablo Lima y el Oso Aparicio, a lo que se sumó la salida rápida por las bandas de los carrileros, que en ese momento del partido tenían más protagonsimo en el ataque que en la defensa. Arriba esperaban el sanducero Gastón Puerari y el ariete que siempre le rinde a cualquier equipo, Álvaro Alejandro Melo. Ese delantero, que llegó de Nacional a River Plate en 2001 y terminó siendo vital para aquel conjunto darsenero que peleaba por quedarse en Primera en aquellos terribles torneos Permanencia, fue el autor del primer gol, esta vez con la casaca verdinegra, luego de haber vestido la camiseta de muchos equipos en diferentes partes del mundo. Con un cabezazo desvió el balón, que llegaba con la fuerza de un tiro libre cerrado, y la pelota se coló en el fondo de la red de Damián Frascarelli.

El desafío estaba bravo para los rojiblancos. Les costó acomodarse y entrarle a El Tanque, que ya se comenzaba a cerrar con un Flaco Santucho que era el rey de las alturas en la línea final. Controlando el partido, el verdinegro se daba lugar para el ataque y si no fuera por Damián Frascarelli, Gastón Martínez habría culminado con un gol una gran jugada individual. Mucho centro frontal y algún que otro tiro de esquina les sacaban chichones a los de Möller, que despejaban todo. Cuando terminaba el primer tiempo, el darsenero terminó acorralando a su rival: el gol estaba cerca.

En el segundo tiempo Almada mandó dos variantes de arranque. Taborda y Techera buscaban otras vías para atacar al rival y dejaban al equipo con una línea de tres en la que se destacó por su prolijidad Flavio Cordoba. Los dirigidos por Möller comenzaron a concentrar sus fuerzas en defender el arco de Nicola Pérez, resignando el ataque de forma absoluta hasta el empate de River. Pero antes de que llegara la igualdad se dieron un montón de esos goles a medio gritar. Leandro Rodríguez entró y fue buena compañía de Taborda, que peleaba con los gigantes de la visita. La guinda no quería entrar por ningún lado. Pérez estaba cada vez más fuerte y logró su objetivo. En momentos en que se hacía evidente el desgaste físico de River, se destacó el brasileño Marques en buscar espacios y abrir la cancha.

El empate le metió un condimento riquísimo a los últimos diez minutos, durante los cuales River se fue en busca de la victoria y El Tanque se reactivó en ataque y casi vuelve a ponerse en ventaja. Con el corazón al mango, la dársena está ahí, disfrutando de esa pelea hermosa por conseguir su primer torneo corto en la historia del fútbol profesional.