No lo esperaste, o ni siquiera lo imaginaste, pero es un hecho real: una racha de cuatro partidos te deja en lo más alto de la tabla de posiciones faltando seis para el final del Clausura. Con el pitazo final las sonrisas cómplices de viejos y jóvenes se entrelazan con el abrazo del joven plantel que cosecha las flores más relucientes en una mañana soleada inyectada de vida en el Prado, toda una postal para conservar en un rinconcito de la memoria del hincha. Este equipo bombea el corazón de emociones entregando juventud y audacia, alimentando los sueños de los devotos del alambrado.

La historia es partido a partido, segundo a segundo, apretando los dientes, pelando la mandarina gajo a gajo, golpeando en el momento justo, sufriendo y gozando. El Prado madrugó con un sol esplendoroso, termo, mate y bizcochos no podían faltar. River llegaba embalado y preparaba los confites con la noticia de la derrota aurinegra. Cerro Largo desembarcaba desde el norte con el cartel de peligro colgado en el pecho y desde el arranque complicó.

Los arachanes, con la guinda sobre sus pies, pusieron en jaque el desayuno de los albirrojos. Toque y toque acompañados de disparos desde afuera del área que bombardearon el arco de Frascarelli. El golero que se formó en Miramar Misiones resguardaba con un candado de cobre el arco del terraplén. A Borges lo frenó el palo, Neves estuvo cerca también, De Oliveira despertó un suspiro de los poquitos arachanes que se bronceaban en la tribuna 
visitante.

El equipo de Almada la pasó mal y se ahogó con el avance del conjunto dirigido por Danielo Núñez, pero cuando podía se mandaba el clon de Zambrana, Christian Techera, que trepaba por la derecha y buscaba socio. A los 33 minutos Leyes recibió el balón sobre el borde derecho, de espaldas a dos defensas que salteó con habilidad y potencia pegadito a la raya, se acercó al arco y tocó al medio, donde Bruno Montelongo estaba para tocarla y mandarla al fondo del arco. La cosa se emparejó y los de la Aduana afrontaron con más estabilidad el final del primer tiempo, siguiendo esa misma sintonía en el complemento, donde apuntaron la caballería al arco del terraplén que le da la espalda a la calle Atilio Pelossi.

La dársena creció, el Bicho Techera casi aumenta la ventaja, pero el travesaño le daba la chance a Cerro Largo, que también iba al frente como paisano terco. La incertidumbre reinaba, el empate y el segundo eran los dos casilleros seguros para un apostador, el destino deparaba otro gol. De cabeza, solito frente a Frascarelli, Gabriel Fernández lo tuvo y un alivio corrió por el alma de los darseneros cuando la guinda rozó el palo izquierdo.

El gol llegó y fue para los rojiblancos: Techera se la colocó en la cabecita al inmenso Felipe Avenatti, que con sus 1,97 de altura conectó la bola contra la pared de la red alojada contra el palo izquierdo del arco de Álvaro García. Con ese cabezazo del goleador del equipo, River tomó consistencia y se notaba que ese partido no lo perdía más. Y así fue.

Los tres puntos quedaron en casa igual que hace cuatro partidos, cada vez más cerca de las copas, saboreando el presente como canta la banda argentina Las Pelotas: “Sobre la cornisa, esperando el milagro”.