Hay vidas que sólo pueden ser contadas en tono de fábula. El fútbol rioplatense cuenta con innumerables ejemplos de leyendas dentro y fuera de la cancha. Ejemplo de ello son el director técnico Washington Pulpa Etchamendi y el periodista argentino Dante Panzeri, sobre quienes recientemente se publicaron libros que repasan sus historias.

Tanto Pulpa Etchamendi: el extra que se robó la película, de José Luis Baumgartner (Fin de Siglo, 2013), como Dante Panzeri: dirigentes, decencia y wines, de Matías Bauso (Editorial Sudamericana), cuentan la historia de dos personalidades del fútbol rioplatense que instalaron una serie de conocimientos sobre el juego, legados en frases caracterizadas por una gracia y determinación que envidiaría cualquier publicista.

Por un lado, el Pulpa Etchamendi, un técnico campeón de todo con Nacional; por el otro, Panzeri, uno de los periodistas deportivos más influyentes de la vecina orilla. Entre ambos, un río de frases grabadas en el inconsciente colectivo de los aficionados al fútbol, con el ingenio popular como materia prima.

Memorias de un James Bond runfla

El Pulpa nació en Soto (Paysandú) y fue criado en un caserío en medio del campo, con una familia ligada al Partido Nacional. Su padre, Lucio, peleó en 1904 con las huestes de Aparicio Saravia, de ahí que al primer hijo varón le pusiera Luis Alberto (por Herrera) y al segundo Washington (por Beltrán). Sin embargo, el Pulpa se definía como zurdo moderado y los fines de semana tomaba unos whiskis mientras escuchaba cierta versión tropical de “Hasta siempre”.

Línea mística

“Yo no lo quiero para yerno. Lo quiero para que esté los domingos de tres a cinco en la cancha haciendo goles” (Etchamendi).

“Diagonales a mil. Chanfles contra las leyes de la gravedad, de la lógica y de la luz” (Etchamendi sobre Julio César Cascarilla Morales).

“En el mundo están escaseando dos cosas: democracia y punteros izquierdos…” (Etchamendi).

“El que sabe sabe; y los demás improvisan” (Etchamendi).

“Al fútbol de hoy le faltan tres cosas: dirigentes, decencia y wines” (Panzeri).

“Es la representación de la violencia para el lucro aplicada al fútbol” (Panzeri sobre Estudiantes de La Plata).

“No hay país más grande que el Uruguay que haya hecho, en fútbol, lo que los uruguayos hicieron siendo los más chicos, y por eso mismo, los más grandes” (Panzeri).

“Los uruguayos tienen desde 1918 el único caso en el mundo de un jugador de fútbol que ¡se suicida en su sitio habitual en el campo de juego! ¡Porque lo van a sacar del equipo al iniciarse su decadencia! Y de aquel gesto, los uruguayos tomaron su modelo de dignidad” (Panzeri sobre Abdón Porte).

Pulpa Etchamendi: el extra que se robó la película incluye testimonios de familiares, amigos y periodistas que repasan la historia del técnico. En ocasiones, Baumgartner retoma anécdotas ya publicadas en otros libros sobre la historia de Nacional. En ese sentido, varios pasajes recuerdan el vínculo estrecho entre el ex presidente tricolor Miguel Restuccia y el Pulpa como eje fundamental para las conquistas de Nacional por primera vez a nivel continental y mundial en 1971. En el libro se asegura: “Más que un técnico en un sentido ortodoxo, la directiva le ofreció el cargo por su personalidad y conocimiento de la vida”. Esto se enmarca en una época en la que todo suena amateur, con Restuccia despertando sobresaltado de una pesadilla protagonizada por el Pulpa firmando contrato con Peñarol, hecho que lo llevó a contratar al director técnico que posteriormente alcanzaría el récord de permanecer invicto durante 16 clásicos, jugados a lo largo de cuatro años. Por entonces, el Pulpa hablaba de jugadores ganadores y se refería a los campeones del Nacional de 1971 como “Mis astronautas de la NASA”.

Las palabras del Pulpa suenan a confesiones en camiseta, entre cañas con butiá y el humo que invade cada escena protagonizada por este sindicalista, canillita y ávido lector de William Faulkner que consideraba a Gabriel García Márquez una mala imitación del escritor estadounidense. Más allá de sus frases ingeniosas, también se destacan algunos conceptos tácticos que según él dependían del desempeño de quienes denominaba “chanchos de negro”, a quienes definía como “más imprevisibles que un robo a mano armada en la capilla San José”.

Esa mezcla de saberes técnicos conjugados con arrabal integra la fórmula de todas sus frases, hasta cuando habla del goleador Luis Artime como de alguien que “ve el arco hasta con los ojos cerrados”. El Pulpa compara su efectividad con la de un ladrón de autos que según él cronometró, tarda 17 segundos en ingresar al coche y hacerlo arrancar, mientras que Artime “gasta 20 en tocar todas las pelotas que toca en un partido y hacer un par de goles”.

El libro también incluye sus polémicas decisiones sobre la continuidad de jugadores idolatrados por la parcialidad tricolor, tales como Emilio Cococho Álvarez y el brasileño Celio Taveira. También recuerda anécdotas fuera de la cancha, como aquella vez que fue de gira con Nacional a España en la década del 70 y lo recibió el embajador uruguayo Jorge Pacheco Areco, quien le preguntó al Pulpa: “¿Cómo están las cosas por Montevideo?”, a lo que el técnico le respondió: “Y… como nos dejó usted… Esquivando las balas por 18”.

Rosario siempre estuvo cerca

El Pulpa Etchamendi y Dante Panzeri, aun desde la insularidad que revelaban dos personalidades tan fuertes, compartían algunas características tales como la frontalidad, los riesgos y una fascinación notable por los punteros izquierdos. Panzeri es un periodista rosarino de la década del 20 que trabajó en radio, televisión y prensa, entre 1938 y 1978, con una trayectoria conocida fundamentalmente por su trabajo en El Gráfico. Cabe destacar que escribía en esa revista cuando la línea editorial era diferente de la actual y procuraba que la portada del medio fuese ocupada por deportistas de virtudes notables. Panzeri se fue de allí cuando quisieron imponerle incluir un comunicado de Álvaro Alsogaray (por entonces ministro de Economía), como parte de una edición de El Gráfico. Posteriormente, dicha revista ninguneó la figura de Panzeri hasta la fecha de su muerte, cuando le dedicó algunas líneas sin mayor destaque.

Panzeri falleció sumido en la oscuridad y la incomprensión, aun más polémico y lejano del ambiente futbolístico que tomó una mayor distancia del periodista cuando en plena dictadura éste aseguró que el Mundial 1978 era un despilfarro y sacaría lo peor del pueblo argentino.

Tal insularidad es un dato excluyente para comprender su trayecto periodístico, hecho visible cuando el autor recopila la cantidad de amigos y enemigos declarados que tenía. Los primeros son más bien pocos, mientras que entre los segundos desfilan una cantidad de nombres entre los que sobresalen Carlos Bilardo, Osvaldo Zubeldía (define a Estudiantes de La Plata como “una asociación lícita para obtener resultados ilícitos”), todos los presidentes e interventores de la Asociación del Fútbol Argentino y al periodista Bernardo Neus-
tadt, entre otros. También se manifiesta explícitamente en contra de los resultadistas, chauvinistas y especialmente de aquellos gobernantes que se benefician del deporte. Asimismo, no le caían en gracia los directores técnicos con afán de protagonismo, y decía que ellos deberían escribir un libro llamado “Diccionario del humo”. Aunque con el tiempo destacaría el trabajo de orientadores tales como Rinus Michels y César Menotti.

Dante Panzeri: dirigentes, decencia y wines cuenta con 540 páginas y parece un elogio a la desmesura de tan prolífico periodista, que cerraba algunas notas citando aquellos versos de Atahualpa Yupanqui: “Si me desmiento en la vida / acuestenmé de un hachazo”. La revisión de sus artículos refleja una coherencia que tiene, entre sus excepciones, cierta valoración tardía hacia el futbolista Luis Artime. Los lazos con el fútbol uruguayo ocupan varias páginas del libro, con capítulos dedicados al suicidio de Abdón Porte o a la final de la Copa Libertadores entre Peñarol y River Plate argentino. Asimismo, pondera el sacrificio y la humildad del balompié charrúa como virtudes que colaboraron en sus hazañas deportivas.

El autor del libro explicita que el trabajo periodístico de Panzeri es inabarcable, por tanto reúne lo que define como esos “box sets musicales en los que en varios discos se encuentran las canciones más exitosas de un grupo, junto a joyas que habían quedado perdidas y con el agregado de tomas que se mantenían inéditas”. Así es que compila desde sus primeras notas firmadas con el seudónimo de Pedro Baldío hasta pasajes de sus libros Fútbol, dinámica de lo impensado (1967) y Burguesía y gangsterismo en el deporte (1974). La revisión del trabajo periodístico de Panzeri sorprende por cierta visión del fútbol que le permitió anticipar cambios en las reglas del juego, tales como la prohibición del pase al arquero y los tres puntos otorgados al ganador de un partido.

Tanto la biografía de Etchamendi como la revisión periodística sobre Panzeri nos acercan a una perspectiva del juego desalineada de la oficial, disidente de la corrección política, con la camisa por fuera del pantalón. Se trata de discursos a contracorriente del pensamiento único, con ciertos postulados que no pierden vigencia y revelando la virtud de transmitir conocimientos con las palabras necesarias, para recordarnos el encanto que subyace a los arrabales del gol.