Con paraguas, otros aguantando la lluvia y el frío como podían, un partido que podría haberse jugado a cancha llena si el tiempo hubiera acompañado, se jugó igual y se jugaba mucho, sobre todos los locales, que querían mantener la punta.

Seguramente para los hinchas negriazules quedará en el olvido como una mañana terca, de ésas en las que no salió nada. Pero para los darseneros, no; los de la Aduana, en su finca del Prado, ganaron un partido de ésos que con los años, en un asado o un viaje al interior, los hinchas se van a preguntar, “¿te acordas de aquella mañana con Liverpool?”. No van a rememorar esa victoria porque su equipo haya sido un ballet -a diferencia de fechas pasadas-, sino por haber estado ahí aguantando el viento y la lluvia, mordiendo con su equipo, que hasta ese momento era el único puntero y con puntaje perfecto; van a acordarse de que, como tantas otras veces, estuvieron en ese maldito-hermoso domingo, declarando su amor.

La pelota no corría; el césped del Saroldi, con poco barro pero mucha agua, paraba el juego.Los de Favaro y Almada no se acomodaban. En la visita el Papa Pezzolano buscaba a Aguirre, pero la defensa de River Plate ya le mostraba ese cerrojo que no permitió ningún avance de gol. River buscaba abrir la cancha y despertar el juego por las puntas por medio del generador Hamilton Pereira, ese muchacho que llegó con Almada desde que arrancó su proceso en River, que es una muestra del proceso de técnico. A Hamilton en un principio le costó acoplarse, pero el técnico, en el transcurso de estos dos años, le fue dando chances y confió en él: hoy el pibe está con una confianza bárbara y juega muy bien. Taborda se retiró lesionado y Diego Casas ingresó en su lugar. Liverpool perdió a Tito Ferro que por una falta sin pelota a Michael Santos se fue temprano al vestuario, a la media hora de juego.

River con la pelota buscaba su juego en la segunda mitad, pero la redonda se quedaba a medio camino y traicionaba el buen juego de los darseneros. Liverpool, con Tamareo en lugar de Alles, intentaba acomodarse y buscaba a Rodrigo Aguirre. La victoria parecía lejana para ambos, pero a los locales, por ser más tercos y consecuentes con su juego, les llegó el momento de la sonrisa: a los 62 minutos el sanducero Luis Torrecilla -que potencia su juego partido a partido y es otro que está en un gran momento- entró al área, y otro sanducero, Lucas Tamareo, lo enganchó y cometió penal contra él. Lucas Olaza, que estaba cerrando a la perfección en el fondo y tirando todas las pelotas quietas del equipo, se encargó del remate y la embolsó abajo contra el palo izquierdo del mundialista De Amores, que estaba muy seguro en el arco de los negros.

Los minutos fueron pasando, el agua invadía championes y medias y no había bolsa o pilot que te salvara. River aguantaba perfecto la estocada, el empate estaba lejos y el ingreso del floridense Barcelo buscó más peso arriba para acompañar a Aguirre, que las luchaba todas. Faltando 5 los dos quedaban con diez, porque Hamilton le metió la patita a Gonzalo Freitas, se ganó la segunda amarilla y encima se retiró sentido. El estado del campo complicaba, y en esas pelotas divididas se respiraba el peligro. Pero faltaba y los rojiblancos cerraron con broche de oro en la última del partido, cuando Martín Alaniz le metió un pase entre líneas al ingresado Leandro Rodríguez, que, con más espacio, convirtió, y con sus brazos al aire, en un mediodía gris que no se distinguía de la mañana o de la tarde, abrochó una trabajosa y festejada victoria. River cosecha las flores más coquetas y fuertes de su campo, con la receta y trabajo de Almada, que viene laburando, sembrando un equipo carasucia que juega lindo y se calza el overol para afirmarse en esa punta de la que por ahora no se quiere bajar. La ilusión crece y alienta a seguir por este camino.