Un tren de emociones, cambiante, sin respiro para el espectador y con el cuore picando alto. Peñarol se volvió a encontrar con la victoria, esta vez ante uno de los equipos que juegan mejor en el fútbol uruguayo, al que no le dio el combustible para superar a los carboneros, que se mostraron enchufados, tercos y con un objetivo bien claro: ganar a pesar de las adversidades.

El placer de querer ganarlo, de intentarlo y coronar el esfuerzo con una victoria. Ése fue el que vivió Peñarol en la tarde dominguera. La intención estaba desde el arranque, cuando los conducidos por Jorge Fossati desplegaban una presión que tras la recuperación del balón se transformaba en un ataque en abanico que golpeaba a la defensa bohemia. El Japo Jorge Rodríguez, que estaba picante por la izquierda, con el correr de los minutos fue haciendo más sólida su actuación, una de las mejores con la camiseta aurinegra.

Federico Cristóforo, el golero de Wanderers, hermano mayor de Seba, que brilló en Peñarol, comenzaba a destacarse. Pero los del Prado empezaron a salir del fondo y cada vez que lo hicieron lastimaron. Un rombo en el ataque que nacía desde atrás, con el Mago Santos, Rodrigo Pastorini y Kevin Ramírez en las bandas y Sergio Blanco como principal estandarte. Un robo del Chapita en ataque a Luis Aguiar, que no se acomodó bien, derivó en un pase del experimentado futbolista al Mago Santos, que llegaba desde atrás y con un fierrazo la alojó contra el palo izquierdo de Juan Castillo. Golazo para partirse la boca gritándolo.

Wanderers estaba arriba y cada vez fue animándose más. Guzmán Pereira y Adrián Colombino comenzaban a ganar, y el ahogo de los primeros minutos de los peñaroleneses ya no era tan agobiante. Los del Prado tuvieron las oportunidades más claras, al tiempo que se mostraron más cautos, responsables y efectivos con el balón. Peñarol fue al frente, a pesar de no estar en el mejor momento del partido, y cosechó méritos por insistencia en la segunda parte.

Las pulsaciones subieron y en menos de 20 minutos pasó de todo. El partido, hasta entonces favorable al toque bohemio, se fue inclinando a los carboneros, que abrieron la cancha de buena forma hasta pegar en el momento justo. Cristóforo parecía frenar todo, pero no pudo con una asistencia de Baltasar Silva que dejó solo frente al arco al argentino Javier Toledo, quien intentó picarla, la tuvo otra vez y remató. La mano de Gastón Bueno evitó el gol, pero Silvera sancionó penal. Aguiar empató y fue a buscar la pelota a la red.

Con uno de más, Peñarol tomó las llaves del partido y se hizo dueño de casa. El Japo era un infierno y abría el juego. Desde el banco se sumaban Fernández, Leyes y el Cabecita Rodríguez. Fue el floridense que tantas alegrías y tantos incendios ha apagado el que, tras una pared, la mandó al fondo de la red para dar vuelta un partido cuyo trámite ya se había dado vuelta.

Quedaba poco. Kevin Ramírez, que ganó aire con la entrada de Riolfo, inquietó con un zapatazo que sacudió el travesaño. Peñarol se salvó y terminó salvando tres puntos por los que peleó y laburó, y se fue a dormir con un poco más de calma pensando en la Copa Libertadores.