Otra vez una maravilla de partido, otra vez yendo de un lado para el otro, otra vez las rachas y la jerarquía. Defensor Sporting logró su segunda victoria, sostenida por el gran desempeño colectivo y la entereza para soportar la embestida aguatera. El triunfo de Defensor Sporting, por un tanteador de 79-75, lo dejó 2-1 arriba en la serie, y si gana el domingo el partido que empieza a las 20.00 será finalista. Si el triunfo es aguatero, volverán a jugar, esta vez el definitivo y último encuentro.

Capaz que con el tiempo el recuerdo se difumina, pero nosotros, los que vivimos el año pasado, estirando hasta el límite de goce, sufrimiento y emoción, la serie de siete partidos finales hasta cortar las redes, nos damos cuenta de que estos cuadros, esta gente, estas camisetas, la de Aguada y la de Sporting, están marcando algo en nuestras vidas cada vez que se enfrentan en series decisivas.

Ahora está pasando lo mismo que en la pasada temporada: con sus distintos valores de juego, planes e individualidades, parecen mostrarnos en un momento del partido, o desandando la serie, que uno será muy superior al otro y lo doblegará, pero apenas bastará una distracción, una mirada a la tribuna de enfrente o un ejercicio de pulgar eligiendo letras sobre el celular, para ver que las cosas cambian de rumbo. Y se te aprieta el pecho, se te estruja el corazón, pero te gusta y casi te sentís un gringo entendiendo eso de I love this game.

Las variantes y las variables son infinitas, pero a priori, y porque uno siempre tiene una interesante y prehistórica cuadradez mental, arranca pensando que Sporting la va a tener complicada, que no le va a pasar por arriba a Aguada, que el partido es parejo. Pero aun así, el equipo de Gerardo Jauri, sobre la base de su colectivo y del acierto de quienes en cada partido agarran la ropa de individualidades, hace que ya en el primer tiempo, con el brillo del Viejito Garcés, el Tallarín Izaguirre y, por sobre todo, del equipo, con un gran ejercicio de marca del Pelado Vázquez, tome aquellas impensadas ventajas hasta terminar el primer tiempo ganando 40-31. Eso no sería nada si encima no ocurriera que, al comienzo de la segunda parte, Defensor le pone un pisador 15-3 que deja el marcador en 55-34 a los 5 del segundo tiempo. Ése fue el momento en el que Vázquez se despidió del partido por una luxación de hombro. A partir de ese momento, y a pesar de que Leandro García Morales, que hasta ese momento había hecho la mitad de los puntos de Aguada, ahora estaba sentado en el banco, los rojiverdes achicaron la diferencia a 12 (55-43). Al final, con la hinchada soplando y Leandro mirando desde el banco por decisión de Javier Espíndola, con Bavosi, Arbildi, Trelles, Ibón y Smith, Aguada se puso a 8 (58-50) para enfrentar el último período, con los sportinguistas Garcés, Izaguirre, Federico Álvarez y Diego García con cuatro faltas.

Después, cuento conocido: que qué le vamos a hacer, que no lo podés tener, y Defensor Sporting vio cómo se le esfumaba por completo la diferencia cuando a los 3 minutos del último cuarto Aguada se lo empataba en 60.

Así las cosas, era de esperar que pasara Aguada con un triple de Leandro, que ya estaba en la cancha. Los rojiverdes se pusieron 70-67, pero Cabot lo empató con un tiro de a 3.

En adelante fue un infierno. Por un punto, por dos, se turnaron en el dominio del tanteador en cada posesión, en cada ataque, hasta que en el último minuto, con tres libres de Robbie Collum -el mismo al que hace unos días los críticos especializados denostaban-, Sporting tomó el mando del partido para festejar esa enorme victoria con la que se puso 2-1 arriba en la serie y alimenta el sueño de definir el domingo. Es lo que tiene el Parque Rodó, sensación de cosa linda.