No es necesario explicar lo que el fútbol genera en los uruguayos. En todo caso, habría que consultar en la sociología, la antropología o la historiografía, para acercarse a responder los porqués. En el libro-entrevista El sonido de la calle (1987), Jaime Roos intentó contestarle a la historiadora Milita Alfaro con la metáfora creyente: “En un país tan ateo como el Uruguay, el fútbol es como el reemplazo de cierta mitología que no provee la religión. Las grandes hazañas no son las de Aquiles peleando contra Ayax, sino la tarde aquella en que el Pardo Abbadie se la jopeó por arriba de la cabeza a no sé quién y le dio el centro a Spencer, que la metió en el ángulo, en aquella jugada maravillosa, imposible, cuando nadie la esperaba. Por eso digo que, para mí, el fútbol es la mitología griega de los uruguayos”. O, yendo a un ejemplo más concreto: “Para mí, el 6-1 contra Dinamarca fue una especie de Waterloo del Uruguay”. Roos entabló una relación directa con el fútbol; lo usó como un elemento habitual de su obra, desde el surco 1 de su primer LP hasta, 37 años después, el arte de su último CD. Retomó una temática que no había sido tenida en cuenta por su generación anterior, la de los grandes maestros, que, en su gran mayoría, tuvieron que exiliarse por incomodar desde el canto. Sí se había compuesto y cantado sobre fútbol en la primera mitad del siglo, por medio del tango. Fue el cantautor, y esporádico periodista, Mauricio Ubal quien, para una nota en el semanario Brecha (Goles cantados, 2/7/2010), conversó con el investigador Boris Puga al respecto. Allí, Ubal refiere a “‘Campeones olímpicos’, vals interpretado por el cantor criollo Juan Rodríguez, creado por él junto a Francisco Brancatti (grabación de 1928); ‘El once glorioso’, tango de Álvaro Sanjurjo y Luis César, cantado por Luis Díaz acompañado por la orquesta de Edgardo Donato (grabación de 1930) y ‘A los campeones’, ‘una marcha-pasodoble’ con texto de Fernán Silva Valdés y música de Roque Pietrafesa, interpretada por la orquesta de Miguel Pietrafesa y coro (grabación de 1950)”. Estas canciones fueron ligadas a los triunfos deportivos de esa primera etapa del siglo, en la línea del “Uruguayos Campeones” (1927), presentado como la retirada de los Patos Cabreros sobre un tema escrito por el profesor isabelino Omar Odriozola tras el campeonato Sudamericano de 1926, al que se le sumó la música del tango “La brisa”, del también oriental Francisco Canaro. A esta lista de tangos se suma “Pelota de trapo” (1947), de Carmelo Imperio, Enrique Soriano y Romeo Gavioli, quien la grabó con su orquesta. También “Del potrero”, que, si bien pertenece al repertorio porteño, tiene música de Enrique Campos, oriental, posteriormente radicado en Buenos Aires.

Los himnos oficiales de los clubes uruguayos, o las canciones homenaje que terminaron oficiando de himnos, están fuertemente asociados a la murga, de la misma forma que en Argentina al tango y en Brasil al samba. Sin embargo, el dos por cuatro uruguayo también vio nacer algunos ejemplos que han trascendido hasta hoy: sobre Nacional se han compuesto, por lo menos, tres: “Nacional para siempre” (1917), de Gerardo Matos Rodríguez y Héctor Bello; “Nacional, sos el decano” (1951), de José Adolfo Puglia, Edgardo Pedroza y Federico Silva; y “Viejo Nacional” (1951), del célebre bandoneonista Donato Racciatti. El propio Donato, junto a Enrique Soriano y su poesía, le dieron vida a “Viejo Rampla” (“Siempre ha sido el bravo Rampla, con su ardor tradicional, yunque noble de campeones, en el ansia de luchar”), tal vez, uno de los más reconocidos en el género. En los 50, Edgardo Marchese, Reinaldo Yiso y Juan Esteban Martínez compusieron “Y… siempre Peñarol”, grabado por la orquesta de Martínez y la voz de Luis Alberto Fleitas. También aurinegro es “Mi Peñarol”, de Tito Cabano, “el prototipo del bohemio”. Esta canción fue grabada por la orquesta de Edelmiro D’Amario en dos versiones: tango y candombe.

Otros cantares

Digamos que “Cometa de la Farola” no es una canción más; más allá del notorio reconocimiento popular, carga componentes históricos poco reconocidos: es la canción que abre la discografía solista de Jaime Roos (LP Candombe del 31, de 1977), es -según el autor- la primera “murga pop” o “murga canción beat” (a diferencia del “sentir campero” de las primeras murgas canción -creadas por Rubén Lena, Los Olimareños y El Sabalero-, Roos experimentó con una mentalidad e instrumentación más “popera”) y el tema que retoma la atmósfera futbolística en el texto, más allá de pretender ser explícitamente sobre fútbol. Su historia es bastante conocida: corría el año 1976, Jaime vivía en París y, sin tener idea de cómo iba el campeonato uruguayo, recibió una carta de su padre con un recorte de prensa titulado “¡Defensor campeón!”. Por esos años fueron varias sus canciones con referencias a elementos del fútbol; siempre como adorno o por medios metafóricos: “Los Olímpicos” (1981), “Hermano, te estoy hablando” (1982) -aquí el guiño futbolístico está en el comienzo, cuando la intro musical es acompañada, como mero recurso estético, por la voz de Carlos Solé relatando un gol de Nacional contra Estudiantes de La Plata en la última final de la Copa Libertadores de 1971- y “Tal vez, Cheché” (1984). Este último ejemplo tomó el popular latiguillo “¡Fénix no baja!”, principalmente en honor a todos quienes, como el Ave Fénix, se levantan tras caer. En este caso redobló la apuesta, ya que la canción se incluyó en Mediocampo, su primer LP en jugar con lo futbolero en el arte, tanto en la tapa como en la contratapa, posando con la camiseta 5 del club capurrense. Si solemos asociar la figura de Jaime a la impronta futbolera, fenómeno similar sucede con Mauricio Ubal. “En la época de Rumbo tratábamos de subvertir el lenguaje cotidiano, que las palabras tuviesen una doble lectura. De allí se crean aquellos ‘dos momentos deportivos’, las canciones ‘Ya no quedan centrojás’, que compuse con Miguel López, y ‘Orséi’, que compuse con Gonzalo Moreira”, comenta Ubal. Ambas composiciones integraron, en 1982, el LP Sosteniendo la pared, imagen utilizada para cerrar “Orséi”: luego de que el letrista narrador comienza a cuestionarse la idolatría hacia el goleador de su club (“Pero a veces pienso cosas, / como cuando leo el diario / y allí sale que un gol tuyo / es diez veces mi salario”), finalmente decide quitar su póster del taller, dejando únicamente el de Gardel: “No sé qué fue qué pasó, / los muchachos preguntaron, / cuando vieron sólo al Mago, / sosteniendo la pared”. La elección de estas temáticas tenía que ver con un momento personal de Ubal: “Me interesaba hablar de lo cotidiano. Mi cabeza iba entre [Juan] Gelman y [Mario] Benedetti, quienes tenían una poética sobre lo cotidiano”, recuerda. En Otro tiempo (1985) está una de las canciones futboleras por excelencia y de las más populares del autor, “Al fondo de la red”, donde aparecen algunos elementos que lo inquietaban: “El tiempo en el fútbol siempre me atrapó. La fugacidad. En el fútbol todo es fugaz: la carrera del futbolista, la gloria. También el factor azaroso: algo que ocurre en un segundo, cambia la historia de una persona, de una hinchada, pero también de un país. Y sus características de circo romano. Mucho más crudo que cualquier otro espectáculo”. Al terminar 1985, Ubal editó un libro llamado La línea torcida del óbol, donde, además de canciones, incluye algunas poesías, entre ellas “Campito” (“Seguramente sos mío / y del brasilero Renato, que se fue a Italia. / Del Carlitos debés ser, / y de José atajando con una gorra, / y del Pelado bailando y bailando en las áreas”). Tres años antes, Leo Maslíah escribió Hospital especial, libro que incluye el poema “Estadio”, ilustrativo del quehacer del hincha mediante un estilo inconfundible (“la gente en la tribuna se arrancaba sus inhibiciones / algunos defendían sus ideas con buenas razones / habían construido edificios de argumentaciones”). Este poema fue musicalizado por Daniel Magnone (Montresvideo) para el espectáculo Montresvi-Leo, presentado a principios de los 80, aunque no fue grabado de forma oficial.

En 1983 Uruguay salió campeón de América en Bahía, ante el local, con un recordado cabezazo de Carlos Pato Aguilera. Como homenaje, al año siguiente, el cantautor Santiago Chalar, que en el ámbito del fútbol y de las selecciones juveniles era el doctor Carlos Paravís (Santiago Chalar era su nombre artístico) compuso, junto a su compadre, el poeta Santos Inzaurralde, “El pato y el potrero”. También en el 83, pero en Río de Janeiro, falleció el gran Mané Garrincha. Por tal motivo, Manuel Picón compuso y grabó “Garrincha” (“Lo lleva atado al pie como una luna atada al flanco de un jinete”), canción que se hizo popular en la memorable versión de Alfredo Zitarrosa para el LP Melodía larga II (1987). Se dice que Joaquín Sabina tuvo intención de grabarla, hasta que escuchó la versión de Zitarrosa y, por considerar imposible lograr un resultado similar, desestimó la idea. Ese año, 1987, contó con otros bellos ejemplos: Rubén Olivera dibuja la infancia en “El cuadrito del barrio”, su tocayo Rada se mueve en el área en “Dale, goleador” y Jaime Roos, en coautoría con Raúl Castro, elige en la bolsa de símbolos futboleros para cerrar “Las luces del Estadio”. Si la identificación de Roos con Defensor Sporting es muy fuerte, la de Jorge Lazaroff con Danubio es aun mayor, pues su padre fue uno de los fundadores del club y su abuela lo bautizó. El entrañable Choncho grabó tres futboleras: “Pelota al medio”, un autorrelato deportivo que nació en la bañadera de Falta y Resto y posteriormente grabaría Roos en vivo; “Terronazo 1 Aperiá 0”, adaptación de un cuento de Juceca, con la participación del trío Asamblea Ordinaria; y “Salve, Danubio”, versión del “himno” de Walter Rovelli y Julio Arregui, dedicado al club de sus amores. Raúl Castro fue categórico: “El Choncho es una especie de Holanda del 74. Cuando apareció, nadie entendía nada”.

Campo fértil

Salvo por “Uruguay, te queremos ver campeón” -vinculado al Mundialito de 1980, a pesar de que no era su canción oficial-, de Alberto Triunfo y Roberto da Silva, poco y nada se escribió sobre la selección en las últimas décadas. Tal vez hubo un comprensible desprendimiento de los símbolos nacionales (o nacionalistas) a la hora de componer, teniendo en cuenta la etapa sociopolítica en que se debió sobrevivir. En democracia, hubo que esperar algunos años para retomar la llama celeste, a medio apagar desde aquellos tangos de primera mitad del siglo. Apareció, una vez más, la figura de Jaime Roos; primero con la producción artística de Otra vez Carnaval (1989), LP de Washington Canario Luna, en el que se incluyeron las añejas murgas “Uruguayos campeones”, ya nombrada; “Celeste” (1966), de Carlos Lorenzo; y la famosa “Vayan pelado las chauchas” (1928), cuyo texto fue escrito por el ex jugador de la selección Álvaro Gestido, previo a enfrentar a Argentina por la final de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam. Roos entró en calor y, a solicitud de la Asociación Uruguaya de Fútbol, en una compleja situación por el desagradable conflicto entre Luis Alberto Cubilla, que llegó a la selección después de la primera era Tabárez con el demagógico e infeliz discurso de que en la selección sólo jugarían los futbolistas “con hambre”, compuso, nuevamente junto a Raúl Castro, la canción “Cuando juega Uruguay”, incluida en el disco homónimo, en 1992. El tema sirvió para juntarse con Obdulio Varela, en un recordado videoclip filmado en el estadio Centenario. El círculo pareció cerrarse en 1995 con la grabación, por parte del Canario Luna de “Negro Jefe”, compuesta por Roberto Bianco y el tanguero Ramón Rivadavia. Este mismo año, Roos editó el CD El puente, en el que se incluye “Al Pepe Sasía”, con texto del poeta Enrique Estrázulas. La canción, al igual que su versión de “Pelota al medio”, no la cantó Roos, sino Pablo Pinocho Routin, que por esos meses editaba su primer CD solista, Noches de Carnaval. Para este trabajo, Pinocho compuso “Hasta el cielo” (“De botija en el potrero, / de grande en el mostrador. / Recuerdos a estadio lleno, / soñando ser goleador”). Pero el boom del año fue “Todos goleando”, canción oficial de la Copa América, compuesta por Carlos Pájaro Canzani. Parecería ser el primer acercamiento del fútbol al rock, o al formato roquero. Este vínculo lo continuarían Cuarteto de Nos al año siguiente, mediante el humor, en “Uruguay 1 Brasil 1”, Buitres en 1998 con metáforas desde el cemento en “Te llevo en el sentimiento” (adaptación de “Sister Golden Hair”, de America) y “Cada vez te quiero más”. Esa atmósfera tribunera del rock apareció con mucha fuerza en el CD Durmiendo afuera (2001), de Trotsky Vengarán, en “Hay que saltar” y “Detrás del arco”, y, por una línea más absurda, en “La hinchada te saluda”, de La Chancha, en 2002. En este mismo año, La Tabaré cuestiona las líneas y minutos gastados en la pelota mientras el país sucumbe, y lo manifiesta en “Demasiado fútbol”.

Un rato antes, en el año 2000, se habían editado dos CD íntegramente futboleros: “Amor al fútbol” y “Once canciones en el área”. El primero, encabezado por los ex Rumbo Miguel López y Gonzalo Moreira, incluye “Los fantasmas de la Torre Olímpica”, “Superclésico” y “El rincón de la tribuna”, entre otras. El segundo fue un logradísimo trabajo en conjunto entre Mauricio Ubal y la murga Contrafarsa. Sobre este CD, comenta Ubal: “Traté de componer sobre temas poco visitados. Porque, hasta ‘La más linda’, sobre la selección uruguaya, tuvo sentido a partir de la frase ‘hoy se para el tiempo en cada esquina, preguntando ¿cómo van?’. Cuando encontré ese verso, referido a la temporalidad, tuve el corazón del tema y pude seguirlo con sentido. Si no, iba a ser una canción más de arenga”.

La renovación

Mientras los corazones peñarolenses de Rada, Jorge Di Pólito (ex Los que iban Cantando) y, nuevamente, Ubal los llevan a escribir “Joya y Spencer” (2008), “1891” (2013) y “Mazurkiewicz” (2014), respectivamente, y el dúo Larbanois-Carrero homenajea a los campeones del 50 en “Crónicas de la soledad” (2010), una camada de músicos populares, “productos” del carnaval, se suma a la labor futbolera: Tabaré Cardozo rescata la fantasía del relato en “El tipo de la radio” (2002) y mira Maracaná desde la tragedia del golero brasileño en “Barbosa” (2008), Gerardo el Alemán Dorado lleva la metáfora del barrio a “Fútbol paralelo” (2008) y en “Jugadores del pasado” (2013), Lucas Lessa es optimista al ver a Uruguay campeón del mundo antes de morirse en “Algo que soñábamos de niños” (2012) y Edú Pitufo Lombardo pinta un partido de baby fútbol, de su hijo, en el instrumental “Joaquín L” (2007) y anticipa la conquista en la última Copa América en “Descolgando el cielo” (2011).

Este último ejemplo va en la línea y espíritu de tantas otras que se han compuesto últimamente, gracias al resurgimiento de la selección uruguaya. O que, compuestas previo al Mundial de Sudáfrica, han sido utilizadas para realzar el ambiente de éxito. Aquí entran “Cielo de un solo color” (2004), de No te Va Gustar, canción no futbolera en su génesis pero sí futbolizada con los años; “Celeste canción” (2009), de La Triple Nelson; “El cielo era tan celeste” (2014), de Pájaro Canzani; “Uruguay nomás” (2014), de Jorge Drexler; “El Meme” (2014), del joven salteño Fabricio Breventano, sobre su coterráneo Luis Suárez, entre otras tantas. El destino quiera que, en un camino de recompensas, sigan apareciendo buenas canciones que respondan a buenos momentos. Compositores, vamos que vamos.