Parque Palermo muy poblado. Sol a pleno. Una chilena y dos definiciones exquisitas. Copa y vuelta olímpica. Todo eso brindó la tarde. Como contó Fermín, la chilena de Mauro pagó la entrada y le hizo un guiño a ese pueblo para que se vaya en caravana a La Paz. Los dramas de otros son las reivindicaciones de éstos: “Somos de la B”, cantan. Se abrazan. Sueñan con ser profesionales, pero también con hacer ese gol en una final. A Mauro le pasó y soñó, incluso con el detalle del gol “lindo”. Se lo dijo a Deportivo Uruguay y agregó que en su paso por Nicaragua había clavado uno parecido.

Mientras Mauro lo cuenta, una muchacha muestra un tatuaje que dice “Da Luz”. El Gonza es un peleador, un delantero que goza del roce, se siente cómodo en este fútbol que permite mayores contactos, y lo aprovechó para los otros dos goles de la tarde.

Hay familiares, amigos e hinchas. Durante 90 minutos el trance del fútbol se limita a esa cancha. No hay nada más.

Era la final de la C. La periferia del fútbol se había endomingado para volver al Palermo como en los buenos tiempos en que la globa suburbana llegaba al centro futbolero a marcha camión. Bocas sin dientes, caudilletes políticos que alguna vez tuvieron un “club de amigos del Dr. Acomodetti”, preciosuras viejas, guachos planchas, mates recontralavados, intelectuales de izquierda, aburridos dependientes de oficina pública y bacanes teñidos de agua jane vibraban en la tribuna con pleno conocimiento de causa en algunos casos (“¡Bo, Joel, entrá a meter porque si no, mirá que no entrás más por allá!”)- y ausencia total de datos en otros -(“¡Dale, 8, metésela al 10!”).

En el partido de la agonía, fue necesaria una centena de esas señoras gordas que, de romanitas, toman la presión a voluntad para poder controlar a esos típicos habitantes del cemento que estrangulan con sus manos callosas los alambrados mientras rezan los más increíbles rosarios de puteadas al línea que, durito, va y viene metiendo bandera.

Esto es fútbol. El mismo, pero tan distinto del que nos muestran. Es que ayer el Basa lloró, puteó y pegó el portazo a la realidad tras la derrota ante Oriental.

El campeón, organizado y bien empilchado, tenía pinta de modosito endomingado, pero también dejó claro cuál es el espíritu del fútbol de los desamparados de agentes FIFA y de los dominadores de las combinaciones de boletos y hasta de morral con cámara de repuesto para la chiva, jediendo a caucho y a Axe.

De punta y pa’ arriba cuando el Basa se venía. De contra, apuraba la estocada cuando había que rematarlo, pero no lo remataba.

El título de campeón de la Liga Metropolitana Amateur fue para Oriental. La copa, la vuelta y el ascenso, y hay que seguir remándola.

Hoy fue Oriental, mañana volverá Basáñez, y pasado, Huracán Buceo. La invitación es a vivir un fútbol que ni el mejor publicista puede vender pero está en la vuelta de la esquina.

¡Vamo’ arriba, bo!