Hoy comienza la octava edición del Mundial de rugby, con sede en Inglaterra, evento en el que Uruguay participará por tercera vez en su historia. El partido inaugural lo jugarán la selección local y Fiyi a las 16.00 (se emite por ESPN) en el mítico estadio de Twickenham de Londres, conocido como “la catedral del rugby”, escenario en el que también se jugará la final del torneo, el 31 de octubre.

En el Mundial participan 20 países divididos en cuatro grupos de cinco. Los dos mejores de cada serie se clasificarán a los cuartos de final, que comenzarán el 17 de octubre. Uruguay integra el grupo A con Australia (segundo en el ranking mundial), Inglaterra (local y cuarto en el ranking), Gales (quinto) y Fiyi (noveno). El equipo celeste debutará el domingo a las 10.30 frente a Gales, que jugará de local en el Millennium Stadium de Cardiff. Luego enfrentará a los australianos el 27 de setiembre en Birmingham, a Fiyi el 6 de octubre en Milton Keynes y cerrará su participación jugando con los ingleses el 10 de octubre en Manchester. Todos los partidos de Uruguay se podrán ver por canal 12, Nuevo Siglo TV y ESPN.

Espíritu amateur

Salvo contadas excepciones -cuatro jugadores que militan profesionalmente en el exterior-, Los Teros son el único equipo integrado en su enorme mayoría por jugadores amateurs. Clasificarse y poder jugar contra los mejores del mundo -algo que la selección celeste no conseguía desde el Mundial de 2003, celebrado en Australia- es una hazaña en sí misma.

Quizá sirva poner un ejemplo que ilustre la magnitud del acontecimiento. Que Uruguay juegue el Mundial de rugby sería muy parecido a que un equipo de la divisional D de la Liga Universitaria jugara el Mundial de fútbol. Es colocar a un estudiante universitario que en su tiempo libre practica un deporte frente a Lionel Messi. Sólo que en el rugby es aun más amplia la diferencia.

En el fútbol existen muchas maneras de disimular las carencias de un equipo para intentar emparejar un partido. Si nueve de los 11 jugadores están apretados cerca del arco y el golero está en un buen día, es probable que al rival se le complique para hacer un gol. Además, un tiro libre o un córner favorable puede propiciar que un cabezazo milagroso permita convertir un gol, incluso es posible apostar a la ruleta de los penales. Así de simple: es posible y hasta probable, pues en el fútbol no existen tantas oportunidades de marcar como, por ejemplo, en el básquetbol, deporte en el que la efectividad individual de cada jugador pesa mucho más. Por eso, quizá el ejemplo más acertado sea el de poner una selección de la liga de básquetbol uruguaya a jugar en la NBA: no hay manera de maquillar un resultado o de jugar a perder por poco. Las diferencias físicas, técnicas y tácticas quedan en evidencia desde el primer minuto.

A una situación similar se enfrentará Uruguay en el Mundial de rugby.

Las aspiraciones reales de Los Teros

La revista especializada Rugby World le otorga a Uruguay 1 en 5.000 chances de ganar el Mundial. Acota que si se agregan unos cuantos ceros, cualquier apostador dormirá tranquilo. Es decir, Los Teros no tienen ninguna chance de ganar siquiera un partido. Tres de sus cuatro rivales de grupo ocupan los primeros cinco lugares en el ranking mundial. Hace menos de dos semanas Uruguay, ubicado actualmente en el puesto 19° de la clasificación mundial, jugó con Japón (13°) y perdió 40-0. Y las diferencias entre los top 10 y el resto son aun mayores. Lamento si esto suena poco romántico, pero como explicamos, en el rugby no se puede maquillar resultados y no existen estratagemas para hacer tiempo. Entonces, ¿cuál es el objetivo de Uruguay en el Mundial de rugby? Hay dos: el Mundial en sí y lo que pasa después. Jugar este torneo supone renovar el apoyo de la World Rugby (la FIFA del rugby) en términos de dinero y de competencia internacional, para que el deporte pueda continuar su desarrollo. Además, el Mundial de rugby se convirtió en el tercer evento deportivo más grande del mundo, detrás del Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos. Esa visibilidad aumenta el interés por el deporte y, como efecto rebote, la base de jugadores seguramente crezca.

Con respecto al Mundial, no existe mayor motivación para un jugador que participar. Esto lo lleva a entrenarse hasta el límite de sus posibilidades. Muchos de los jugadores debieron dejar de lado su vida personal y profesional para poder cumplir con el régimen de entrenamientos y calendario de partidos. Recomiendo al respecto la película del realizador Luis Ara, Teros: sueño mundial. El documental cuenta historias de los jugadores que forman parte del proceso de selección. Hay quienes trabajan en oficinas, puestos de verdura, estudiantes, profesionales de medicina, contabilidad, publicidad; todos ellos reparten su tiempo entre el trabajo, el estudio, la familia y los afectos y su pasión, que es jugar y practicar un deporte, con la ilusión de poder representar a su país en un Mundial.

La meta, entonces, es tener la posibilidad de llevar miles de horas de preparación y sacrificio a un partido de 80 minutos. Así como festejamos cuando el Palito Álvaro Pereira le saca la pelota a Messi o el Cacha Egidio Arévalo Ríos le gana en un tranque a Javier Mascherano, en el Mundial de rugby, cada ocasión en la que un jugador uruguayo exponga su cuerpo para detener al rival o avance un metro con la pelota en la mano significará una victoria y un motivo de orgullo y festejo.

El jugador uruguayo puede ser más pequeño, lento, débil, o manejar y patear peor la pelota, pero seguramente tenga igual o mayor pasión y entrega que sus rivales. No estará pensando en el sueldo o en el bono que cobrará por ganar un partido, en las posibilidades de marketing o en ser fichado por un club francés o inglés. El tero disputará cada pelota como si fuera la última y correrá a los rivales hasta que el juez pite el final del partido.

Algunos dirán que no es suficiente, que eso no es competir. Pero los 31 seleccionados celestes, el cuerpo técnico, el equipo que lo acompaña y cualquier persona vinculada a este deporte coinciden en que existe honor y gloria en la proeza deportiva que Los Teros comenzarán a vivir en menos de 48 horas.

Para entenderlo, basta con prender el televisor el domingo a las 10.30.

Las reglas básicas del rugby

En el Mundial cada equipo tiene 15 jugadores y ocho suplentes (se permiten hacer ocho cambios). Los partidos se dividen en dos tiempos de 40 minutos, con un descanso de diez. El objetivo es sumar más puntos que el rival y hay cuatro maneras de hacerlo.

Try: consiste en apoyar la pelota en la línea de ingoal del equipo contrario y vale 5 puntos.

Conversión: el try otorga la posibilidad de patear a los palos (una H) desde la misma línea en que se apoya la pelota hacia atrás. Si la pelota pasa entre medio de la H, se suman dos puntos adicionales.

Penal: cuando un equipo tiene un penal a favor puede elegir patear a los palos desde donde se cometió la infracción; si convierte suma tres puntos.

Drop: si durante el juego alguien patea de sobrepique (drop) y la pelota pasa por la H, se suman tres puntos.

El objetivo es ir hacia adelante aunque la pelota solo se pueda pasar hacia atrás, acumulando fases de juego: se cuenta una fase cuando un jugador cae al piso y se forma un ruck. Hay dos formas de reiniciar el juego:

Line: cuando un equipo saca la pelota de la cancha, el rival tiene un line a su favor. Se forma una hilera de jugadores de cada lado, y un jugador del equipo que no sacó la pelota para afuera de la cancha lanza la pelota para que un compañero salte (ayudado por otros) y capture la pelota en el aire.

Scrum: si se pasa la pelota hacia adelante o se pierde el control y cae hacia adelante (un knock on), el rival tiene un scrum a favor: los ocho forwards o delanteros se disputan la pelota empujando.

El rugby es un deporte de contacto y los rivales se detienen mediante el tackle, que consiste en tomar al jugador para que caiga al piso. El reglamento indica que el tackle es permitido del cuello (no inclusive) hacia abajo y siempre se deben utilizar los brazos; no está permitido golpear sólo con el hombro.