“Un poquito de suerte”. Así definió su victoria Sebastian Vettel. “Una estrategia maestra”, dijo Sergio Marchione, presidente de Ferrari. “Una falla en nuestro software”, contestó Toto Wolff, director técnico de Mercedes. “Yo hice todo bien”, lloriqueó Lewis Hamilton, que llegó segundo tras haber largado primero luego de un pavoroso pesto al resto de los pilotos en la clasificación del sábado. ¿Qué pasó en el GP de Australia, entonces?

Primero, que Ferrari, cuyos coches no son tan veloces como los Mercedes y, por lo visto el domingo, van a sufrir también con los Red Bull, aprovechó bien el hecho de que el compañero de Hamilton, Valtteri Bottas, cometió un error choto en la clasificación, por lo que largó bien atrás. Eran dos contra uno, entonces: Kimi Raikkonen y Vettel versus Hamilton. Eso les permitió a los tanos especular con distintas estrategias de neumáticos, igual que el año pasado. Raikkonen clonó la de Hamilton, mientras que Vettel, que circulaba detrás de ellos, esperó para entrar a boxes. Su oportunidad llegó sobre la mitad de la carrera, cuando un accidente de Romain Grosjean disparó un “auto de seguro de seguridad virtual”. El alemancito salió apenas antes que Hamilton, a quien su equipo olvidó avisarle que apurara. Vettel tapó con maestría al inglés, y el duelo entre cuatricampeones fue para él.

Más atrás hubo alegría para Fernando Alonso, que llegó quinto (poco para un pilotazo, pero mucho para McLaren), señales de aliento para los Red Bull, que ligaron mal, desazón en Haas, que habían brillado el sábado y arruinaron todo por unas tuercas flojas el domingo, alivio en Renault, que hizo buenos puntos.

Mercedes es indudablemente el equipo a batir, pero con esta victoria Ferrari ganó tiempo para mejorar su coche. Lo van a precisar.