Halloween y la Democracia volvieron a verse después de unos años. Su último encuentro había sido en Ramón Anador y Propios (ver la diaria de no sé cuándo). Esta vez, Halloween venía caminando por Cordón Soho y la Democracia lo vio desde el Mercado Ferrando, donde estaba haciendo una cola para comerse unas deliciosas croquetas. Lo llamó tratando de no perder su lugar en la cola, porque es Democracia pero no boluda.

–¡Halloween, Halloween! –le gritó, y él se dio vuelta.

–¡Democracia! ¿Qué hacés, tanto tiempo?

–Acá, por comer unas croquetas.

–Ah, qué bueno, te estás por dar un gustito. Yo estoy como loco, porque hoy es mi día, ¿te acordás? 31 de octubre. Tengo que organizar todo, controlar que no falten disfraces ni calabazas, y que no se hagan los vivos con los precios, porque acá todo el mundo se queja de mí porque no soy de acá, porque soy comercial y no sé qué más, pero cuando llega mi día todos quieren currar. Pero perdón, Democracia, estoy hablando pila y no te pregunté nada de vos. ¿Tus cosas bien? Te noto un poco preocupada. ¿Es por la cola de las croquetas?

–No, no es eso. Es que estos días son bastante movidos para mí también –explicó la Democracia.

–¡Ahhh, cierto! –recordó Halloween–. Vos estás con lo de las urnas y los papelitos. Jajaja, qué pelotuda. Perdón, ando a mil. ¿Cómo te fue? ¿Salió el que vos querías?

–No, yo ahí soy imparcial, no prefiero a ninguno –aclaró la Democracia–. Lo único que me importa es que fue una fiesta cívica en la que todas y todos celebraron en paz, y yo me sentí muy bien y muy cuidada.

–No, pará, no seas mala, a mí no me vengas con eso de que fue una fiesta y bla bla bla. Eso decíselo a la prensa, pero con papá no corre, a mí cantame la posta. ¿Qué pasó? Sabés que conmigo podés hablar a calabaza quitada.

–Nada, es que ta, hay algunos tipos que andan en la vuelta que me ponen un poco nerviosa. Viste que yo soy un poco delicada.

–No empieces con lo del imperialismo y esas boludeces porque me caliento. Ya te expliqué que vos no naciste en Tacuarembó precisamente, querida.

–No, esperá, no es eso, lo que pasa es que la gente en su mayoría eligió un cambio, y hasta ahí ponele que todo bien. El tema es que ese cambio viene acompañado de algunos tipos que... Cómo explicarlo... No es que me cuestionen, pero como que tampoco siento que me entiendan, ¿sacás?

–Ay, lo que pasa es que vos sos muy melodramática, Democracia, hacés un circo por cualquier cosa. Vos sabés bien las que pasé yo para que me aceptaran acá. Me llevó años posicionarme.

–Claro, pero yo acá ya tengo 150 años, ¿entendés, Halloween? No es lo mismo –se quejó la Democracia.

–El tema es que vos tuviste algunas interrupciones. Yo, en cambio, arranqué de abajo y después no paré, y ahora estoy en todos lados. ¿Y sabés cuál es la clave? Los niños. Y tu problema es que vos a los niños los usás para cosas aburridas, tipo jurar la bandera, cantar el himno o meterlos en esas publicidades horribles. Es que los uruguayos son muy conservadores. Al final está bien que cambien.

–Pará, Halloween –se quejó la Democracia–, ¿vos me pedís un cambio? Justo vos, que entraste y que en los últimos 15 años te hiciste cada vez más fuerte. No seas malo: te compraste el autito, abriste no sé cuántos Superfiestas, no podés decir que te ha ido mal.

–Ah bueno, ahora la señorita mide sus logros por cuestiones económicas, mirá qué bonito. Pensé que eso corría sólo para mí y el lugar de donde vengo. ¿O sea que tu nivel de bienestar se mide en cantidad de autos?

Se hizo un silencio y Halloween miró a la Democracia arrepentido.

–Disculpá, Demo, no quise ser tan duro contigo. Mal yo. Pero arriba ese ánimo, che. Vos en unas semanas tenés otra fiesta, ¿no? Espero que gane el que te trate mejor, porque al fin y al cabo vos sos tremenda tipa y a mí siempre me trataste bien. Pero deciles a los partidos que no pongan más a una calabaza de candidato. Y acordate de que me estás debiendo una mujer como presidenta, porque ni siquiera yo, que vengo del imperialismo, dejo gente afuera; a mí me disfrutan todes por igual. Ojo que yo no me quiero meter, pero buscale la vuelta, porque capaz que es un tema cultural. Nos vemos, que pases lindo.

–Vos también. Y espero que disfrutes de tu fiesta, que de última va a ser menos aterradora que la mía si ganan esos que te conté –se despidió la Democracia, y agradeció para sus adentros que se hubiera acabado la conversación, porque había llegado su turno para pedirse las croquetas.