Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
El ciclo electoral que comenzó con las internas del año pasado y terminó el domingo trajo consigo cambios imprevistos. No el de la alternancia, que sólo podía considerarse imposible desde extremos del optimismo o el pesimismo, sino varios otros que aún no han sido analizados a fondo.
Una de las novedades que no estaban en los planes de nadie fue, obviamente, la emergencia sanitaria, y muchos discuten cómo influyó en las elecciones departamentales.
No es serio guiarse por lo que indicaban las encuestas en la fecha prevista por la Constitución para esos comicios, porque no podemos saber qué habría ocurrido si las campañas no se hubieran interrumpido antes. Sí es razonable pensar que incidió en los resultados la evaluación positiva del gobierno nacional vinculada con la política sanitaria, y también es claro que el Ejecutivo tuvo más tiempo para ejercer su influencia en formas más o menos disimuladas. Quizá algunos resultados podrían haber sido distintos si las departamentales se hubieran realizado en la fecha habitual, o si se hubieran postergado aún más, pero esto no hay modo de probarlo.
A su vez, las dificultades de movilización aumentaron la incidencia de los medios de comunicación (incluyendo las redes sociales) y las diferencias a favor de los grupos con mayor organización.
Otro tema nuevo es que, después de las nacionales, está mucho más instalada y naturalizada –por lo menos entre los formadores de opinión, y probablemente también en el conjunto de la ciudadanía– la idea de que la existencia de dos grandes bloques políticos implica una alianza de los no frenteamplistas contra el Frente Amplio (FA), ya no sólo en escala nacional, sino también en cada departamento. Por ejemplo, ayer se oyó comentar en muchos ámbitos que “la culpa” de que los frenteamplistas hayan retenido el gobierno de Salto fue de dirigentes del Partido Nacional (PN), del Colorado o de ambos, por no haberse puesto de acuerdo para votar juntos para evitar la reelección de Andrés Lima.
Cabe acotar que los resultados de esa política de alianzas son cosechados ante todo por el PN. El domingo los nacionalistas ganaron tres intendencias más que en 2015, lograron muy buenos resultados en el nivel de los municipios y, en la suma de los votos contabilizados para cada partido, obtuvieron unos ocho puntos porcentuales más que en la primera vuelta del año pasado (la cuenta les asigna, en Montevideo, los votantes de la lista 1 más una proporción de los votos al lema, igual a la que tuvieron entre el resto de los apoyos a Laura Raffo).
Por último, y sin agotar la lista de cuestiones novedosas, en este ciclo apareció Cabildo Abierto. El impacto de su irrupción y de su desempeño electoral fue notorio el año pasado, y quizá por eso también puede parecer inesperado que en las departamentales haya tenido magros resultados. Son los que corresponden a una organización aún incipiente, sin arraigo histórico y con una gran diferencia de convocatoria entre su conductor y el resto de los dirigentes.
Esto tiene que ver, probablemente, con que Guido Manini Ríos no haya cumplido con su promesa de comparecer ante la Justicia sin ampararse en los fueros parlamentarios.
Hasta mañana.