Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Cabildo Abierto (CA) insiste en que no es un “partido militar”, pero parece poco útil discutir acerca de una etiqueta cuyo significado es poco preciso. Lo que está claro es que, pese a la indudable presencia de civiles entre los dirigentes, legisladores y votantes de la organización, su liderazgo y convocatoria electoral dependieron y dependen de Guido Manini Ríos, quien preparó su pasaje a la política partidaria desde el comando del Ejército.
A su vez, Manini está rodeado por un grupo de militares de su confianza, que no son la dirección orgánica de CA, pero desempeñan un papel predominante. Hasta el momento no se han desarrollado sectores internos capaces de contrapesar esa estructura informal, formada por personas que comparten una experiencia de muchos años dentro de las Fuerzas Armadas, así como un enfoque ideológico y criterios de mando y disciplina aprendidos en ese ámbito.
Sin embargo, sucede que el proyecto de Manini es lograr mucho más que el 11% de los votos alcanzado por CA en las elecciones nacionales de 2019, y para crecer necesita militantes y dirigentes con características distintas a las de los militares que integran el partido.
El cabildante Aldo Velázquez, vicepresidente del Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay, intentó que ese organismo incluyera, en el llamado a concurso público para cubrir cargos de supervisión en sus proyectos de atención integral, el perfil de “oficial retirado militar”. Alegó que “la formación militar brinda una educación del carácter, tolerancia, liderazgo y disciplina”, e invocó la experiencia de las misiones de paz, pero quedó solo con su propuesta en el directorio.
Es muy evidente, por otra parte, la intención de lograr mayor arraigo en sectores populares, y para eso no basta con la presencia en organismos del Estado vinculados con políticas sociales y servicios, ni con el acaparamiento de cargos estatales por parte de militares retirados. Hace falta, entre otras cosas, gente con experiencia específica en el trabajo barrial. Por ejemplo, gente como la diputada Elsa Capillera, quien fue catequista católica y tiene años de labor en Casavalle.
Capillera no es una persona ajena a la “familia militar” o cercana al progresismo, pero tiene sus propias ideas acerca de la forma en que conviene desarrollar la agrupación Purificación, por cuya lista ingresó a la Cámara de Representantes. “Acá no hay grados militares ni políticos de experiencia, acá hay gente trabajadora”, escribió en su cuenta de Facebook, y eso le molestó al coronel retirado Gabriel Albornoz, también cabildante y director de Secretaría del Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial.
Desde el punto de vista político, el entredicho no es muy relevante pero sí revelador. Albornoz inició una polémica en términos de interrogatorio: “¿Qué querés resaltar? ¿A qué teoría te querés adherir? ¿O de cuál te querés despegar?”. Es el estilo que puede constituir un freno al crecimiento de CA: si no encuentra el modo de superarlo, tampoco podrá ser más que lo que ha llegado a ser, y quizá ni siquiera logre convertirse en un verdadero partido, más allá de que se lo llame militar o cívico-militar.
Hasta mañana.