Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
En Uruguay, mucha gente que se dedica a la política tiende a ofenderse cuando se la identifica como derechista, o por lo menos sostiene que no es válido hablar de derecha e izquierda, aunque no tenga ningún inconveniente en referirse a otras personas y partidos como izquierdistas.
Dicho esto, y corriendo el riesgo de que alguien se ofenda, no caben muchas dudas de que es derechista la orientación predominante en el actual gobierno, que campea sin adversarios de importancia dentro del Partido Nacional (PN). Así lo vería cualquier observador extranjero que tuviera la costumbre de llamar a las cosas por su nombre, y probablemente le sorprendería que alguien se sintiera casi insultado por esa calificación.
La derecha y la izquierda no son, por supuesto, homogéneas. La orientación derechista dominante en este gobierno tiene, por ejemplo, sesgos antiestatistas y confesionales que no son compartidos por todos los integrantes de la coalición de gobierno. Varias iniciativas del presidente Luis Lacalle Pou y su partido fueron frenadas, en algunas ocasiones por los colorados, en otras por los cabildantes, y en otras por ambos.
El Partido Independiente (PI) no puede, con el diputado Iván Posada como único representante en el Parlamento, frenar un proyecto de ley. Es probable, de todos modos, que su opinión haya sido considerada por Lacalle Pou para matizar alguna iniciativa, porque la presencia de ese partido en la coalición, como la de Pablo Mieres al frente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, tiene cierto efecto simbólico que al presidente le interesa, aunque no esté dispuesto a pagar por él un precio demasiado alto.
Tampoco puede impedir el PI que dirigentes poco mesurados de otros partidos oficialistas le hagan, como se dice ahora, bullying, quizá con la intención de impedir que la coalición de gobierno sea infiltrada por ideas que les parecen linderas con la izquierda radical, aunque el observador extranjero que fue inventado hace tres párrafos las consideraría propias de una corriente socialdemócrata moderada.
Así, por ejemplo, la directora del Instituto Nacional de las Mujeres, Mónica Bottero, fue tildada de prejuiciosa, contradictoria y complicada, además de ser señalada como defensora de la “ideología de género” y como alguien que responde “a la moda y a algunos centros de poder” que “quieren posar de alta intelectualidad y están totalmente disociados de la realidad de la sociedad”. Todo eso porque planteó sus preocupaciones sobre los proyectos de ley de tenencia compartida y corresponsabilidad en la crianza elaborados por el PN y Cabildo Abierto.
Al PI no lo llevaron engañado a la “coalición multicolor” ni a este gobierno, pero algunas diferencias son evidentes. Como el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) está por ponerle fin a su vínculo con Presidencia, a Posada se le ocurrió proponer un homenaje en la Asamblea General. En cambio, la senadora nacionalista Graciela Bianchi consideró que era el momento oportuno para decir que ella le había advertido a Lacalle Pou que tuviera “cuidado”, porque “90% del GACH es frenteamplista [...], todos salieron de la Udelar y son adoctrinados por el Frente”.
Hasta mañana.