Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Dedicarse mucho a la construcción de relatos tiene sus riesgos. Uno de ellos es convencerse de que no hay realidad fuera de ellos. Otro es que, en medio de ese sueño autocomplaciente, algún hecho impensado cause un brusco y perturbador despertar.
La introducción viene al caso porque ayer Uruguay les “comunicó” a sus socios del Mercosur que “comenzará a conversar con terceros para negociar acuerdos comerciales extrazona”.
Parte de los actuales dirigentes del oficialismo se han embanderado durante años, cuando eran opositores e incluso antes, con un singular relato sobre las posibilidades uruguayas en materia de comercio internacional. Sostienen que está a nuestro alcance un excelente almuerzo gratis.
Según ese relato, Uruguay obtendría resultados mucho mejores que los actuales si el Mercosur no le impidiera realizar acuerdos de libre comercio con otros países. Este planteamiento se apoya en algunos datos de la realidad; el problema es que no tiene en cuenta muchos otros.
El interés en hacer acuerdos con Uruguay se debe en su mayor parte a que integramos el Mercosur, y podemos ser una puerta de entrada a los mercados de nuestros socios mayores (a quienes poca gracia les hace tal negocio).
Esos socios mayores utilizan ciertas normas del bloque para protegerse, aunque también se apartan de las normas o las ignoran cuando les conviene. El Mercosur es, ante todo, un acuerdo entre Argentina y Brasil, que Paraguay y Uruguay han debido aceptar, y los intentos de incorporarle contrapesos no tuvieron el éxito deseable.
De todos modos, la pertenencia al bloque nos asegura un volumen muy considerable de exportaciones con bajos fletes y sin aranceles, así como el acceso a recursos del Fondo de Convergencia Estructural. No podemos quedarnos de golpe con el pan y con la torta.
Según informes periodísticos de Argentina, el gobierno de ese país considera que la postura de Uruguay es “errónea” e “ilegal”. Esto puede dar lugar a que aquí se intente invocar una causa nacional contra la prepotencia porteña, como sucedió durante el conflicto por la instalación de Botnia. Pero no está claro que Brasil vaya a aceptar que Uruguay haga lo que se le antoje. A Jair Bolsonaro le podría interesar mandarnos al frente para que él coseche luego, pero no parece que le quede mucho tiempo en el gobierno.
En el mejor de los casos, las autoridades uruguayas serán llamadas al orden. En uno peor, habrá represalias. En el pésimo, Uruguay se quedará sin pan ni torta. En cualquier caso, las consecuencias llegarán mucho antes que algún acuerdo extrazona.
Puede no ser el único ejemplo de lo dicho al principio. Otro relato dice que la oposición social y política a este gobierno va en caída libre debido al resultado electoral de 2019 y la alta aprobación al presidente Luis Lacalle Pou. Según esa narrativa, por lo menos hasta ayer, el intento de referéndum contra la ley de urgente consideración iba rumbo a un fracaso ejemplarizante, que abriría paso a la aplicación de un programa mucho más radical que esa norma.
El anuncio de que el enorme esfuerzo militante para reunir firmas alcanzó su meta, en condiciones más que adversas, se pareció al sonido de un despertador.
Hasta mañana.