Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La posibilidad de que Fernando Pereira deje la presidencia del PIT-CNT y pase a la del Frente Amplio (FA) abre varias discusiones. Algunas se refieren a las relaciones entre el movimiento sindical y el frenteamplismo; otras, a la situación actual del FA y a sus perspectivas.

No vale mucho la pena detenerse en los cuestionamientos de quienes dicen que “queda demostrado” un vínculo indebido entre el PIT-CNT y el FA. Que el elenco de dirigentes sindicales esté lleno de frenteamplistas no significa que la central sea una “organización de fachada” del FA, o un poder oculto tras él. En todo caso, ese vínculo se explica por las mismas razones que el amplio predominio de otras orientaciones políticas entre los banqueros, los industriales o los productores rurales, y en todos esos casos las gremiales también reivindican su independencia.

Es mucho más interesante evaluar si, en esta coyuntura, el pasaje de Pereira de una presidencia a otra será conveniente. Las preocupaciones se expresan en voz alta sobre todo en el movimiento sindical, que perdería una figura central y debería redefinir equilibrios internos, en un período de grandes desafíos por la crisis socioeconómica, las políticas del gobierno nacional y la inminencia de la campaña por la derogación de 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración.

Es muy probable que también haya preocupaciones del lado del FA, pero de distinta índole. Para la fuerza política como tal, da la impresión de que Pereira podría ser muy útil por varias de sus características, pero quizá la gran pregunta es si vale la pena destinarlo a esa función.

No está en los últimos tramos de su trayectoria, sino que viene en ascenso y recién ahora empezaría una etapa de dedicación a la actividad partidaria. Resulta discutible que su mejor opción en ese terreno sea hoy la presidencia del FA, que es al mismo tiempo un lugar muy relevante y uno insignificante por sí mismo.

Presidir una organización política (cualquiera de ellas) no implica necesariamente liderarla. De hecho, en el estatuto del FA no hay un solo artículo que le asigne a la presidencia alguna capacidad de decisión.

El poder político real de quien está en esa posición no se debe a que sea presidente del FA, sino a otros factores, y sólo Liber Seregni se volvió líder desde la presidencia, en circunstancias excepcionales. Tabaré Vázquez lo sucedió porque ya se había convertido en el dirigente frenteamplista más poderoso. Jorge Brovetto, Mónica Xavier y Javier Miranda no ganaron ni perdieron liderazgo por ser presidentes.

Alguien como Pereira podría facilitar que el FA, en este momento sin jefatura clara, logre articular una conducción colectiva, por lo menos transitoria. Esa tarea conlleva posibilidades de fricción y desgaste, por sí misma, y también porque, de modo inevitable, el ingreso a los primeros planos de un nuevo dirigente, que tiene peso propio, desacomoda a quienes ya están en carrera por el liderazgo de toda la fuerza política.

Pereira podría fracasar o quedar maltrecho en esa primera misión, pero también es posible que la cumpla y se potencie, para seguir en ella o para ir más allá. Si tuviera éxito, demostraría que se lo merece.

Hasta mañana.