A poco más de un mes de que los CTI comenzaran a recibir diariamente un mayor número de pacientes con diagnóstico de covid-19, los intensivistas describen un “perfil diferente” de quienes ingresan a causa de la evolución de esa enfermedad, es decir “por covid”, frente a los pacientes “con covid”, como les llaman a quienes llegan por otro motivo –por ejemplo, un siniestro de tránsito– pero que tuvieron un resultado positivo de covid-19 en el test que se les aplica por rutina. En diálogo con la diaria, Julio Pontet, presidente de la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva (SUMI), detalló esos dos perfiles: “Los pacientes que ingresan por covid tienen menor edad, están mucho menos inmunizados, pero a su vez tienen un comportamiento clínico diferente: tienen más tiempo de internación, mayor porcentaje de asistencia respiratoria mecánica y mortalidad que los que ingresan con covid”. “El prototipo sería alguien que ingresó por covid, no está inmunizado y tiene un factor de riesgo –como obesidad–; [ese paciente] está más tiempo internado y con más mortalidad que, por ejemplo, un anciano que ingresó por otro motivo y tiene las tres vacunas”, agregó.
Según los datos de SUMI, 55% de los pacientes internados en CTI de los que tienen información está internado “por covid” y 45% ingresó por otro motivo, informó Pontet.
Una sistematización de datos que hizo SUMI a partir del reporte voluntario de 21 de los 54 CTI que hay en el país –que reúnen casi 50% de las camas– refuerza los perfiles a los que aludía el intensivista. Identificaron que “de los que ingresan a CTI con covid –por otro motivo– 70% están inmunizados con las tres dosis”, resumió Pontet. En cambio, “entre los que ingresan por covid, es decir, con inflamación y neumonitis covid, dos tercios, 63%, no están inmunizados –o tienen menor grado de inmunización– y 17% tienen tres dosis”, dijo, y aclaró que en ese 17% hay personas inmunosuprimidas, con enfermedad pulmonar obstructiva crónica severa, ancianos, y personas “frágiles”. “Baja mucho la necesidad de ingreso a CTI cuando se tienen las tres dosis”, remarcó.
Esa conclusión es la que saca SUMI al sumar otros datos: “De la muestra de siete centros que reportaron fallecidos esta semana, vimos que ninguno de esos pacientes estaba vacunado”, señaló Pontet, quien aclaró que “estamos hablando de muestras”, aunque “no parece casual”. Además, comentó que en el transcurso de febrero “la mayoría de los menores de 50 años que ingresan por covid están todos sin vacunas”. “Es un mensaje interesante, dicho de otro modo: ser joven y estar vacunado evita el ingreso a CTI. No estamos diciendo una novedad, pero cuando se contrasta con los hechos propios, está bueno”, insistió.
Promedio de edad: 65 años
Sobre todo en febrero, SUMI ha detectado otro cambio en el perfil de los pacientes a partir de la circulación de la variante ómicron: volvió a subir el promedio de edad de las personas internadas, dijo Pontet. “En febrero la media de edad anda en 65 años, media en la que estuvo en 2020”; la caída se había dado en junio de 2021, cuando sobre el final de la primera ola de covid-19, la media de edad se había situado en los 56 años, “porque durante la primera ola se fue dando un proceso de protección progresiva por vacunación que empezó por los más añosos, que hizo que de marzo a junio hubiera un descenso de promedio de edad de los pacientes graves, y ahora otra vez volvimos a los 65 años”, puntualizó.
Ese incremento de la media de edad está dado, estima Pontet, “por el grupo que ingresa con hisopado positivo, con covid”, en el que se incluye “una proporción grande de pacientes ancianos que ingresan por enfermedades crónicas y por enfermedades propias del envejecimiento”. “Los pacientes vuelven a entrar añosos a CTI por otros motivos y la media de edad se traslada al nivel histórico de edad de la terapia intensiva, porque el motivo de ingreso es otro”, redondeó.
Otro cambio entre los pacientes “por covid” y “con covid” está en el promedio de estadía. “El paciente que ingresa con covid, por otros motivos, se asemeja mucho a nuestro paciente clásico de medicina intensiva. Históricamente en medicina intensiva la media de internación es de seis días, y en un caso de covid, como vimos en la primera ola, la media de internación eran dos semanas”, indicó. Esto, según Pontet, es un dato alentador porque “quizás ayude a que el descenso de la curva de casos, más allá de si son ómicron o delta, pueda ser más rápido que en la otra ola. A la otra ola le costó mucho bajar, más allá de que fue mucho más gigante en terapia intensiva; pero el hecho de tener más pacientes ‘con covid’ habla de que tienen menos estadía, menos necesidad de ventilación mecánica y menos mortalidad, porque en realidad ingresaron por otro motivo”.
Históricamente la mortalidad en CTI se sitúa –en Uruguay y en el mundo– entre 20% y 25%, dijo Pontet, y lo contrastó con lo que pasó en las olas de covid-19, en las que “el promedio de muerte por covid en todos lados fue más de 40%, por lo menos el doble”. ¿Dónde estamos ahora? “Ahora tenemos un híbrido, un subgrupo por covid con esa alta mortalidad y otro que ingresó por otro motivo con hisopado positivo”, dijo, y atribuyó esa heterogeneidad a los diferentes perfiles de inmunización, algo que también había señalado en enero en una entrevista con la diaria.
Predomino de ómicron
Un estudio conjunto del Institut Pasteur de Montevideo y del Hospital Español ‒que es el centro de referencia de covid-19 para los pacientes de la Administración de los Servicios de Salud del Estado‒ mostró que 76% de los pacientes que ingresaron al CTI de ese hospital en enero había contraído la variante ómicron y 24% la variante delta, informó el miércoles El Observador. La proporción de pacientes con ómicron es superior a la que se registraba el 20 de enero, cuando, según informó El País, más de 50% de los pacientes que estaban en el CTI del Español se habían contagiado con la variante delta.
Según el último reporte epidemiológico de covid-19 del Ministerio de Salud Pública (MSP), del 24 de enero, los informes del Grupo de Trabajo Interinstitucional de Vigilancia Genómica de SARS-CoV-2 sobre la circulación comunitaria de las variantes indicaban que más de 90% de las muestras analizadas hasta el 14 de enero eran de ómicron, y el resto de delta.
Considerando esa información, Pontet señaló que “aun en febrero, en el subgrupo de graves, delta ocupa proporcionalmente un mayor lugar que ómicron”, porque en CTI la variante delta tiene una “tres o cuatro veces más lugar” que entre la población general, lo que habla de la letalidad de esa variante.
“Cuando hablás de forma grave de covid, delta todavía tiene su consideración”, dijo Pontet, y puntualizó: “Vale la pena resaltar que todavía es una amenaza, porque contagiarse de delta implica todo el riesgo de gravedad de los meses del año pasado en que delta fue dominante”.
Pontet añadió que los reportes internacionales muestran que “en el ingreso ‘por covid’ y no ‘con covid’, delta es mayor, porque ómicron se lleva casi todos los ingresos por otros motivos”. “Ómicron gana en la comunidad, y cualquier persona que ingresó por otro motivo, si viene de comunidad, lo más probable es que tenga ómicron”.
No obstante, hay “un mensaje optimista hacia el futuro”, apuntó Pontet, porque “el grupo que ingresa ‘con covid’ pero no ‘por covid’, a pesar de tener mayor edad, tiene menos mortalidad. En la medida en que ómicron vaya ganando lugar, la perspectiva es que la mortalidad, aun dentro del pequeño grupo de población que ingresa a CTI, tienda a ser menor. Cuando dejás de pensar sólo en covid y pensás en toda la población de graves, el mensaje optimista es que la mortalidad va a ir disminuyendo. Pero eso es una hipótesis; veremos” aclaró, con una dosis de ilusión.
Aclaración: la primera versión de esta nota decía que la mayoría de los internados en CTI eran menores de 50, pero no lo son. Pedimos disculpas al entrevistado y a los lectores.