Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Una vez más, la senadora nacionalista Graciela Bianchi logró ubicarse en el centro de una controversia debido a una innecesaria y poco clara referencia al periodista Eduardo Preve, exdirector del informativo Subrayado, que, tras ser cesado de esa tarea por la dirección de Canal 10, se desempeña en la actualidad como director de informativos de TV Ciudad.

Durante la reciente interpelación a los ministros del Interior y de Relaciones Exteriores, Bianchi alegó que “en la prensa hay operadores”, puso como ejemplo un tuit de Preve y acotó, acerca del periodista: “Yo me encargué de él durante la pandemia, porque fue uno de los que bastante daño le hizo al país...”.

La frase tuvo una connotación preocupante, porque cuando Canal 10 decidió prescindir de los servicios de Preve, tanto el Centro de Archivos y Acceso a la Información Pública como la Asociación de la Prensa del Uruguay vincularon el hecho con una exigencia oficialista, en el marco de la negociación de un nuevo proyecto de ley de servicios de comunicación audiovisual.

Desde hace muchos años circula en internet el sabio consejo de no alimentar a los trolls. Sin intención de profundizar en este episodio o en muchos otros anteriores relacionados con exabruptos de la senadora, valen algunas consideraciones generales sobre lo que hace y deja de hacer.

Bianchi no es una legisladora con muchas iniciativas en lo referido a legislar. En lo que va de este período de gobierno ha presentado, sola o acompañada, nueve proyectos, y dos de ellos fueron propuestas de homenaje, al exsenador nacionalista Alberto Zumarán y al Grupo Asesor Científico Honorario.

De los siete restantes, uno planteó una declaración sobre la invasión rusa a Ucrania; otro propuso que el 15 de julio, fecha del nacimiento de José Enrique Rodó, pasara a ser el “Día de Ariel”; y otro que la villa Aguas Corrientes fuera declarada “Capital del Agua”.

Quedan cuatro, y tres de ellos se refirieron a cuestiones que probablemente atrajeron su interés en actividades previas como escribana, abogada y profesora. Uno impulsó la creación de un archivo electrónico de los registros notariales; otro buscó resolver problemas de quienes compran algunos inmuebles que antes fueron donados; y el tercero apuntó a “la identificación, registro y atención de alumnos con altas habilidades o superdotación” por parte de las autoridades de la educación pública.

Por último, pero de ningún modo con menor importancia, fue coautora de un controvertido proyecto sobre “corresponsabilidad en la crianza”, también conocido como “de tenencia compartida”, que se terminó unificando con otro sobre el mismo tema de Cabildo Abierto, fue aprobado en la Cámara de Senadores y pasó a Diputados, donde no está claro qué ocurrirá con él.

Se puede decir también que, como parlamentaria, Bianchi rara vez “parlamenta”, por lo menos en el sentido, aceptado por la Real Academia Española, de “entablar conversaciones con la parte contraria para intentar ajustar la paz, una rendición, un contrato o para zanjar cualquier diferencia”. Sus intervenciones en el Senado muy a menudo logran, más que zanjar diferencias, diferenciar mediante zanjas los territorios del oficialismo y la oposición. De la paz, ni hablemos.

Lo que hace con mayor frecuencia es provocar y difamar, algunas veces en uso de la palabra como legisladora y muchas más veces mediante Twitter, ya sea con creaciones propias o reenviando mensajes. Da la impresión de que le dedica mucho tiempo a esta tarea, pero muy poco a verificar lo que reenvía.

Le corresponde al Partido Nacional evaluar costos y beneficios de la actuación de sus representantes en el Parlamento, pero desde fuera cabe preguntarse si, para hacer lo que Bianchi hace, resulta realmente necesario que ocupe una banca en el Senado.

Hasta mañana.