Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
El senador Guido Manini Ríos viene realizando una ronda de entrevistas con autoridades partidarias para impulsar una “concertación programática” sobre políticas a mediano y largo plazo; ayer visitó con este propósito la sede del Frente Amplio (FA) y le falta el Partido Colorado. Esto se puede enfocar desde distintos ángulos, considerando la iniciativa por sí misma, el significado de que la impulse Cabildo Abierto (CA) y las perspectivas de que dé resultado.
Sería muy conveniente que los partidos alcanzaran y mantuvieran acuerdos sobre algunas cuestiones de fondo, pero resulta dudoso que esto sea viable en un contexto que, desde hace varios períodos de gobierno, se estructura en función de las diferencias entre el FA y los partidos Nacional y Colorado, a los que se sumaron en 2019 CA y los partidos Independiente y De la Gente.
En Uruguay, como en muchos otros países, cuando hay procesos políticos de polarización agresiva una parte de la ciudadanía sigue esa corriente, pero siempre hay otra que se siente incómoda e incluso defraudada, porque desea amplios entendimientos entre los partidos para que el país salga adelante.
La primera actitud es más frecuente entre quienes tienen definido de antemano su voto, mientras que la segunda pesa mucho entre las personas que deciden en cada ocasión a quién apoyan y, aunque no sean la mayoría del electorado, pueden volcar el resultado hacia un lado u otro. Esto lo sabe cualquier dirigente con algo de inteligencia, y en todos los partidos mayores se diferencian, complementándose, sectores y líderes que cosechan respaldo con un discurso de confrontación y otros que lo hacen con un perfil más favorable al diálogo y los acuerdos.
En una reciente encuesta de la empresa Equipos se preguntó sobre simpatías y antipatías hacia 32 dirigentes políticos destacados, y Manini fue rechazado por 52% de las personas consultadas, sólo superado en este sentido por el senador nacionalista Juan Sartori. En el caso del conductor de CA, es muy razonable suponer que la valoración negativa se extiende a su partido, en el que es la principal figura sin oposición visible. Es, sin duda, un problema considerable para alguien que aspira a la presidencia de la República, y no cuesta imaginar que la iniciativa cabildante en curso busque mejorar la situación.
Dado que Manini “es” CA debe alternar gestos. En la campaña para las elecciones de 2019 tuvo un discurso muy hostil hacia el FA, que le valió buena parte de sus votos, pero cabe suponer que, con independencia de que su actual propuesta tenga o no algún grado de éxito, le conviene aparecer ahora como promotor del diálogo y la concertación. No es probable que mejore su imagen entre quienes tienen una posición firme contra él, pero puede serle útil en otros sectores.
De todos modos, no hay motivos para pensar que la antipatía cosechada por Manini sea consecuencia de malentendidos injustos. En muchos temas centrales de la agenda política, sus posiciones y las de su partido generan un rechazo automático y profundo, y un diálogo con agenda abierta como el que está planteando va a poner sobre la mesa, de modo inevitable, esos temas.
Hasta mañana.