Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El presidente Luis Lacalle Pou habló ayer en la inauguración de nuevas instalaciones de Cemento Artigas y, con la intención declarada de “alumbrar los tiempos que vienen”, fue saltando de un tema a otro, en un recorrido que pasó brevemente por la inserción internacional de Uruguay y el Mercosur.

“Necesitamos que nos dejen abrirnos al mundo”, dijo, y agregó que cuando se reúna con su par brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, la semana que viene, va a insistir sobre esto. Esta manera de describir la cuestión no condice con el relato oficialista previo.

Lacalle Pou enfatiza desde que asumió la necesidad de “apertura al mundo”, mediante acuerdos comerciales con cuantos países o bloques sea posible, y al principio identificó como obstáculo para lograr tales acuerdos el “corsé” o el “lastre” del Mercosur.

Sin embargo, rápidamente su narrativa cambió, para alegar que en realidad las normas vigentes del bloque no le impiden a nuestro país realizar por su cuenta ese tipo de acuerdos, de modo que Uruguay iba a avanzar en la dirección que le conviene con o sin el aval de sus socios.

Con esta línea de argumentación, Presidencia y la cancillería han anunciado en distintos organismos del Mercosur que habían iniciado tratativas con China y con Turquía, así como el trámite para pedir ingreso al Acuerdo Transpacífico.

En cada ocasión, argentinos y paraguayos afirmaron que ese tipo de negociaciones unilaterales implicaba una violación de los acuerdos del bloque. Los brasileños no se sumaron tan enfáticamente a la advertencia, pero tampoco apoyaron la tesis ni la conducta del Ejecutivo uruguayo, como este había dado a entender que lo harían.

Hubo cruces de declaraciones, a veces en forma agresiva, pero las consecuencias no fueron más allá por una razón sencilla: ninguno de los intentos unilaterales de Uruguay ha tenido efectos prácticos que se puedan considerar avances.

Por lo tanto, no parece tener mucho sentido que Lacalle Pou hable ahora de que nos deben permitir abrirnos al mundo, ya que su gobierno no pidió que lo dejaran hacer nada, y sostuvo en forma desafiante que no tenía por qué pedirlo. La falta de resultados no se debe formalmente a nada que hayan dicho o hecho los demás integrantes del Mercosur, pero por debajo de lo formal hay una realidad que explica las palabras del presidente en Lavalleja.

Un tratado de libre comercio con Uruguay tiene mucho sentido si abre una puerta de entrada al gran mercado regional, y muy poco sin esa perspectiva. Lo que Lacalle Pou quiere es que el resto del Mercosur le permita realizar acuerdos unilaterales sin perder los beneficios que le otorga la pertenencia al bloque, y sin cerrar por completo la mencionada puerta.

Las posibilidades de que así ocurra son escasísimas, también por una razón sencilla: ese aval sería perjudicial para la economía, la sociedad y la política internacional de nuestros socios. Lo que parece más probable ahora es que el Mercosur, con el liderazgo de Lula, se cierre menos en sus relaciones con el resto del mundo, en la medida y con el ritmo que les convengan a sus socios mayores. Pero poco va a importar, a tales efectos, cuánto insista Lacalle Pou.

Hasta mañana.