Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La fiscal Gabriela Fossati aplica criterios muy llamativos en las investigaciones sobre la información recuperada del celular de Alejandro Astesiano. En estos días, por ejemplo, hizo pública su opinión de “por ahora, en lo que se ha recabado, no hay hechos de apariencia delictiva” en perjuicio de estudiantes y docentes del liceo 41.

Lo que hay es evidencia de que el policía Marcelo Fránquez le envió a Astesiano, junto con sus teorías sobre el presunto adoctrinamiento y reclutamiento en ese centro de estudios (por parte de “comunistas” y “feministas”, que al parecer son lo mismo para él), capturas de pantallas de grupos de Whatsapp integrados por alumnos, así como nombres y números de teléfono de una docena de ellos y de docentes, para que el encargado de la seguridad presidencial pudiera “intervenir todo y tener una imagen más amplia de eso”. Lo que no había recabado Fossati era evidencia de que la intervención propuesta se hubiera realizado.

Esta forma de argumentar ya se ha usado varias veces desde el oficialismo para minimizar otras fechorías vinculadas con Astesiano. Por ejemplo, al afirmar que, si bien a este le solicitaron que reuniera información para presionar a los senadores Mario Bergara y Charles Carrera y él dijo que lo haría, el espionaje no se llevó a cabo. De ahí se pretende derivar que no hubo delitos, y también que Astesiano mentía sistemáticamente sobre los “servicios” que era capaz de prestar, de modo que no se le debe dar mucha importancia a lo que le pedían y él prometía hacer.

El presidente de la Administración Nacional de Educación Pública, Robert Silva, opinó que lo del liceo 41 sería muy grave si la intervención de teléfonos se hubiera producido. Con o sin ella, está en juego, entre otras cosas, la vulneración de derechos de la niñez y la adolescencia, porque hablamos de un centro en el que se cursa hasta tercer año de secundaria. No se ha explicado, ni hay noticia de que se esté investigando, cómo accedió Fránquez a los mensajes en grupos de Whatsapp y a los números de teléfono que le pasó a Astesiano, en actos que tienen, por cierto, bastante apariencia delictiva.

El intercambio de Fránquez con Astesiano se produjo, además, en un contexto particular y muy relevante. Quien le pidió al entonces encargado de la seguridad presidencial que interviniera teléfonos no fue una persona relativamente alejada de sus actividades, quizá equivocada o engañada acerca de lo que Astesiano podía hacer. Cuando Fránquez se comunicó con él para transmitirle sus inquietudes sobre el liceo 41, integraba el grupo a cargo de la custodia de Luis Lacalle Pou. Por lo tanto, tenía que estar bastante familiarizado con las prácticas habituales de su jefe y los recursos con que contaba.

La semana pasada se informó que había quedado sin efecto el pase en comisión de Fránquez a la custodia presidencial, y que el policía había vuelto a su unidad de origen, la seccional 5 de Montevideo, parte de la bastante más amplia Zona Operacional 1, en la que cumplía tareas de investigación, guiado por el marco ideológico que revela su chat sobre el liceo 41. Después pasa lo que pasa.

Hasta mañana.