Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Suena realmente mal que el director de un liceo sea separado de su cargo y sumariado con retención de haberes por “insubordinación”, apelando a disposiciones de una circular de la dictadura, como acaba de ocurrir en el Instituto Alfredo Vásquez Acevedo (IAVA), por decisión de la Dirección General de Educación Secundaria. Y suena aún peor si se sitúa este episodio en su contexto, que es el de una insólita arremetida de autoridades de la educación pública para despojar a los estudiantes del IAVA del salón gremial que utilizan.

Primero les dijeron que en ese lugar había que construir una rampa para mejorar la accesibilidad, pero resulta que esa obra carecía de plan y presupuesto aprobados, que no sería la mejor solución y, ante todo, que no es viable, según el propio técnico al que se le planteó realizarla. Después se alegó que los estudiantes habían causado un deterioro del salón. En todo momento las iniciativas de desalojo vinieron desde fuera del IAVA, de la inspección de Secundaria y con respaldo de la directora de esa rama, Jenifer Cherro.

Cabe señalar que la “transformación educativa” definida por la mayoría oficialista de la Administración Nacional de la Educación Pública (ANEP) incluye, según el relato de esa mayoría, un fuerte impulso a la autonomía de los centros y al liderazgo de sus directores, así como un cambio en las prioridades de la inspección, que enfatice más el “acompañamiento” que el “control”. Sin embargo, la autonomía está, paradójicamente, subordinada a la centralización política del mando.

El hecho es que, mientras la coalición de gobierno reactiva el tratamiento de varios proyectos de ley con contenido regresivo, también en la ANEP hay voluntad de pisar el acelerador, que es casualmente el pedal de la derecha. En el Parlamento, una parte de los motivos tiene que ver, por supuesto, con los contenidos de esos proyectos y el afán de hacerlos ley antes de que termine el mandato de Luis Lacalle Pou, pero otra parte parece orientada a instalar un clima preelectoral de polarización.

En el caso del IAVA, a nadie se le puede ocurrir que las decisiones de la ANEP se deban a la importancia del salón gremial por sí mismo. Es mucho más verosímil que surjan de la combinación, en proporciones discutibles, de un arranque de furia autoritaria y la voluntad de provocar y generar un conflicto, para presentar ante la opinión pública una contraposición entre el principio de autoridad y el miedo al “relajo”, asociándolo con lo que puede pasar si la izquierda gana en 2024.

La “transformación educativa” no va a dar ningún resultado evaluable seriamente en apenas un par de años de aplicación, y todo indica que se intenta defenderla de la forma más indecorosa, apostando a que una parte de la ciudadanía va a creer que debe ser buena si “los zurdos” no la quieren, y a que otra parte se puede poner del lado del orden si hay una escalada de conflictos. Nada de esto tiene que ver, por supuesto, con las necesidades de la educación.

Sí tiene mucho que ver con la educación, sin la menor duda, la capacidad de dialogar con el alumnado y respetarlo, que ahora es llamada “insubordinación”.

Hasta mañana.