Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
En el Ejército persiste, y en ocasiones es tolerada por el Poder Ejecutivo, la idea profundamente desubicada de que el 18 de mayo de cada año corresponde que el comandante en jefe plantee, en nombre de la fuerza, reivindicaciones y una visión de la realidad nacional, como si se tratara del 1° de mayo para el PIT-CNT o el cierre de la Expo Prado para la Asociación Rural.
Debería ser innecesario señalar que esto no es pertinente, porque no se trata de una organización de la sociedad civil que haya elegido una fecha “propia” para expresarse, sino de un sector del funcionariado y de un día en el que el país conmemora la Batalla de Las Piedras de 1811 (cuyo vínculo con la institución del ejército uruguayo es, por cierto, tan discutible como el de José Artigas con la formación de un Estado independiente llamado República Oriental del Uruguay).
Pese a lo antedicho, ayer el comandante en jefe del Ejército, Mario Stevenazzi, incluyó en su oratoria comentarios sobre la reforma jubilatoria aprobada por el Parlamento. Algunos fueron críticos y otros elogiosos, pero ninguno de ellos correspondía.
A Stevenazzi le parece bien que la nueva norma permita que el personal subalterno obtenga jubilaciones de mayor monto (algo que, dicho sea de paso, no estuvo entre los contenidos más publicitados del proyecto). En cambio, le parece mal que se establezcan edades de retiro “demasiado elevadas para cumplir con las actividades profesionales militares que implica cada jerarquía”.
Tanto da que sus pareceres sean acertados o erróneos. Simplemente no debió exponerlos en un discurso público, y menos aún se puede considerar que expresó la opinión de sus subordinados. El Ejército es, hasta nuevo aviso y como dijo ayer el propio Stevenazzi, “una institución vertical”, donde los comandantes en jefe no son representantes de un colectivo que delibera y define posiciones políticas.
Muy por el contrario, lo que opina quien está al mando, aunque no haya formalmente una orden, contribuye en gran medida a formar opinión desde arriba hacia abajo, o por lo menos a indicar cuál debe considerarse la posición de la fuerza. Por este motivo son todavía más improcedentes las manifestaciones de Stevenazzi, quien además de opinar sobre la reforma jubilatoria realizó apreciaciones no demasiado veladas acerca de partidos políticos.
Por un lado, el comandante en jefe agradeció que en “momentos de dificultad para el país” se hayan hecho esfuerzos para aumentar remuneraciones militares, aunque acotó que le parecen deseables incrementos mayores. Por otro, criticó las propuestas de reducir el Ejército y los cuestionamientos a la necesidad de que exista. Ambas cosas se parecen demasiado a orientaciones sobre quiénes son, en el sistema partidario, “amigos” y “enemigos” de la institución y de sus numerosos integrantes, para peor en un año preelectoral.
No es la primera vez que pasa algo así, pero la reiteración no debería llevar a que se acepte e incluso se elogie, como lo hizo el ministro de Defensa Nacional, Javier García, al declarar que el discurso de Stevenazzi fue “muy profesional”. A García le toca poner límites, no validar que se traspasen.
Hasta el lunes.