Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
En Uruguay sabemos desde hace tiempo que la senadora nacionalista Graciela Bianchi es capaz de batir récords de insensatez cuando tuitea. Ahora también lo saben en España.
El lunes la senadora le atribuyó al gobernante Partido Socialista Obrero Español (PSOE) “la financiación y los valores de las narcodictaduras cubana, venezolana, nicaragüense, iraní, el terrorismo de la ETA, y el separatismo catalán que quiere terminar con España”. Afirmó también que en ese partido, con el liderazgo de su secretario general, Pedro Sánchez (presidente del gobierno español y con firmes posibilidades de permanecer en el cargo), actualmente predominan “el comunismo y el anarquismo”.
Bianchi escribió estos mensajes incendiarios en ejercicio de la vicepresidencia de la República, debido a que Beatriz Argimón estaba y aún está en viaje oficial. Probablemente esta investidura transitoria contribuyó a que el gobierno de España reaccionara formalmente, con una citación a la embajadora uruguaya para pedirle explicaciones.
Cuando se produjo esta reacción Argimón estaba, para su desgracia, en Madrid, donde alegó que los tuits sobre Sánchez y el PSOE de la senadora que la suple fueron expresiones personales que no representan al gobierno uruguayo. En forma no muy congruente con esta afirmación, de todos modos le pidió disculpas al secretario de Estado para Iberoamérica y el Caribe de la cancillería española, y el ministro Francisco Bustillo también le pidió disculpas al embajador español en Uruguay.
Digamos, de paso, que España asumió este mes, hasta fin de año, la presidencia rotativa del Consejo de la Unión Europea, donde actualmente hay gobiernos dispuestos a utilizar cualquier excusa contra un acuerdo comercial entre el bloque que integran y el Mercosur. No es lo más grave en esta historia, pero importa.
Se discute cuánto hay en Bianchi de torpeza, cuánto de malicia y cuánto de desequilibrio. Es un hecho que envilece la política y fomenta una visión envenenada de la realidad con la actitud que asume, tolerada y en algunos casos festejada por sus compañeros de sector, partido y coalición.
Como en el poema del pastor Martin Niemöller que se suele atribuir a Bertolt Brecht, hubo quienes no dijeron nada cuando la senadora se empeñó en hacerles daño a los izquierdistas, porque ellos no eran izquierdistas, y ahora ven que, cada vez más desenfrenada, también les hace daño a ellos y al país, en escala internacional.
El martes Bianchi retuiteó un artículo de opinión de Hernán Bonilla publicado por el diario El País, con el título “¿Qué pasó en España?”, donde se concluía que “la idea de que un candidato centrado es mejor que uno que exprese ideas contundentes y despierte entusiasmo” es un “error habitual en varias campañas recientes”. En ese clima ideológico enrarecido habita la primera senadora del Partido Nacional, actual vicepresidenta de la República en ejercicio.
Es la misma que hace un par de años, cuando el periodista uruguayo Darío Klein realizó un informe para CNN sobre la situación de Uruguay durante la emergencia sanitaria, tuiteó sobre una “traición a la patria” por la que correspondería “rendir cuentas, más temprano que tarde”.
Hasta mañana.