Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Es bastante frecuente que dentro de un mismo partido se manifiesten posiciones diversas, unas en un tono de mayor hostilidad hacia los adversarios y otras más moderadas, con énfasis en propuestas para el país. Esto pasa sobre todo en los períodos preelectorales, a veces como genuina expresión de visiones distintas y a veces en forma coordinada para lograr una convocatoria amplia.
No es tan frecuente que los dos tipos de discurso se realicen en el mismo lugar, uno a continuación del otro, y no desde sectores diferentes sino en nombre de toda la fuerza política, como sucedió ayer en el homenaje del Partido Nacional (PN) a Aparicio Saravia, en el aniversario 119 de su muerte, diez días después de que fuera herido gravemente en la batalla de Masoller.
Se realizó la ya tradicional marcha a caballo hacia el lugar de aquel cruento enfrentamiento con las tropas del gobierno colorado de la época, presidido por José Batlle y Ordóñez, y luego el presidente del directorio del PN, Pablo Iturralde, transmitió un mensaje centrado en el aporte más democratizador de Saravia. Si bien se le fue un poco la mano cuando alegó que los levantamientos armados nacionalistas nunca buscaron “generar violencia entre los ciudadanos”, su oratoria apuntó ante todo a la exaltación de su propio partido, sin que esto implicara atacar a los demás.
Lo curioso es que, si bien Iturralde habló en ese tono como representante de todo el PN, también representó a todo el partido la proclama leída por Florencia Rossas, con énfasis muy distintos.
En ese texto se afirmó que el Frente Amplio (FA) ha sometido al gobierno presidido por Luis Lacalle Pou, desde el primer día, a un “permanente hostigamiento”, y que “se vale de los gremios para lograr sus objetivos, lamentablemente sin medir las consecuencias del mal que le hacen al país, teniendo como único norte el gobierno por el gobierno mismo”.
Con esa base, se tildó al FA de “oposición impía”, sin que estuviera claro si el inusual adjetivo se empleaba para plantear que quienes lo integran carecen de religión o son hostiles a lo religioso, o si se usó para sostener que deberían ser más compasivos con el oficialismo. En cualquiera de los dos casos, el mensaje resultaría un poco extravagante.
Cabe señalar también que Iturralde destacó, en declaraciones a periodistas, que a su entender los principales dirigentes del PN tienen un “espíritu común” mucho mayor que el de otros períodos históricos, y han logrado que su colectividad no sea sólo una “sumatoria de listas y de movimientos”. No dijo lo contrario el senador nacionalista Sergio Botana, pero acotó que el hecho de que hoy los líderes sectoriales no se miren “de reojo” ni prioricen la competencia interna, sino que vayan juntos “para adelante”, se debe a que “enfrente está el FA”.
La realidad política es que, con independencia de las intenciones y los estilos, el PN y el FA son hoy y serán en las elecciones del año que viene opciones contrapuestas. De todos modos, sería deseable que la contienda no generara “violencia entre los ciudadanos”, y si ambas partes se lo proponen, esto es mucho más fácil de lograr en una campaña electoral que en una batalla con fusiles y ametralladoras.
Hasta mañana.