Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El mensaje del PIT-CNT en este 1º de Mayo reiteró una gran virtud histórica del movimiento sindical uruguayo: no limitarse a la demanda de mejoras laborales para la población trabajadora, y en cambio proponer programas de soluciones para el país en su conjunto.

Esto implica pensar más allá de lo que hoy es posible para plantear cambios estructurales que desplacen la frontera de lo viable y, al mismo tiempo, levantar plataformas que expresan y potencian alianzas mucho más allá del mundo del trabajo sindicalizado. Es una sana y ambiciosa costumbre, que por supuesto no garantiza el acierto de todas las medidas planteadas, pero que de todos modos conduce a debates de mayor profundidad y fecundidad.

El PIT-CNT y las organizaciones sociales con las que está aliado vienen de un período muy difícil, en el que salarios, jubilaciones y pensiones perdieron poder de compra. Al mismo tiempo, disminuyeron la calidad del empleo y el acceso a diversos derechos conquistados, mientras aumentaban la pobreza, la desigualdad y la hostilidad de las autoridades. Dirigentes políticos del gobierno anterior se quejaron ayer de que no hubo un reconocimiento a sus logros, pero no se comprende qué pensaban que se les debía agradecer.

Desde el mismo campo partidario se sostuvo que en la oratoria en el acto no hubo reclamos al nuevo gobierno nacional frenteamplista, pero esta afirmación no resiste un chequeo. Entre otras cosas, quienes representaron a la central sindical alzaron su voz por “transformaciones de corto plazo”, sostuvieron que las restricciones presupuestales para impulsarlas son superables mediante la imposición de un mayor aporte a la minoría más rica, y enfatizaron que llevar esto a cabo es “una cuestión de coraje”.

El actual gobierno y el PIT-CNT coinciden sobre la importancia de los problemas sociales y comparten que entre las prioridades están —entre otras— la pobreza infantil y la situación de quienes cobran salarios sumergidos. Son distintas las visiones acerca del modo en que corresponde afrontar la resolución de estas y otras urgencias. Es lógico, porque los roles de ambas partes son diferentes y complementarios, junto con los de muchos otros.

Del lado del movimiento sindical existe, por ejemplo, una expectativa mayor sobre las posibilidades en materia de cambios tributarios, de “reindustrialización” del país, de inversión por parte de las empresas públicas y de reducción de la jornada laboral. Desde el Poder Ejecutivo se agregan, por ejemplo, mayores énfasis en el aumento de la productividad, la promoción de inversiones privadas y la extensión de las políticas de protección social a quienes están fuera de la formalidad laboral.

La cuestión no es dictaminar de antemano que en una parte hay valientes y en la otra cobardes, o en una parte irresponsabilidad y en la otra sensatez. Esto ya sucedió, por momentos y sin consecuencias positivas, en el debate de la propuesta de reforma constitucional sobre seguridad social que impulsó, sin éxito, el PIT-CNT. El centro del diálogo necesario está, al igual que en aquella ocasión, en la discusión rigurosa de datos, metas, estrategias y tácticas sin resignaciones ni voluntarismos.

Hasta el lunes.