Hace apenas 11 días decíamos que entre la revista Nature y nuestras científicas y científicos había una especie de bromance: en menos de un año dos investigadoras y dos investigadores de Uruguay habían protagonizado la sección “Dónde trabajo”, que cierra cada edición semanal de la publicación científica internacional. Si cuatro protagonistas locales destacados en menos de un año parecían mucho -no porque su ciencia no lo merezca sino porque se estima que la cantidad de investigadores activos en el mundo casi alcanza los nueve millones de personas-, cinco ya es algo inaudito. Pero así es.

En su edición impresa del próximo 10 de marzo, disponible ya online, la revista Nature ahora hace foco en el trabajo de la bioinformática Lucía Spangenberg. Firmada por la periodista Patricia Maia Noronha, la versión web de la nota se titula “Mirando el genoma humano para diagnosticar covid”, algo que suena un poco raro, ya que para el diagnóstico de la enfermedad se utilizan otras técnicas más rápidas y económicas, como la PCR en tiempo real o los test de antígenos, que la secuenciación del genoma. La bajada del título web hace más justicia a lo que Lucía Spangenberg hace y a lo que se dice en la nota: “La bioinformática Lucía Spangenberg está ayudando a que la secuenciación genética esté al alcance de cualquiera que la necesite”. La versión impresa, tal vez más cuidada que la web, no lleva título, así que en lugar de frases no del todo ajustadas a la realidad, la gran protagonista es la foto del uruguayo Pablo Albarenga retratando a Lucía justamente donde trabaja.

Secuenciar, disfrutar y ayudar

La sección “Dónde trabajo” consta de una carilla donde la imagen y el texto se complementan. De esta manera, no alcanza con que el texto diga qué es lo que hace el o la investigadora, sino que además se busca mostrarles en acción, generalmente con algún equipo o implemento que necesiten para llevar adelante sus investigaciones. En el caso de esta entrega dedicada a Lucía, en la foto de Albarenga el coprotagonista es un aparatito que permite secuenciar ADN y ARN.

Es entonces que Patricia Maia Noronha, quien entrevistó a Lucía mediante plataformas, escribe en primera persona en un ejercicio de posesión periodística: “En esta imagen estoy usando un MinION Mk1C, una máquina de secuenciación de ADN portátil, económica y fácil de usar, para detectar el SARS-CoV-2 en un hisopo nasal. Esto es parte del trabajo que realiza el Instituto Pasteur de Montevideo para combatir el coronavirus en Uruguay”. Sin embargo, la detección no es el objetivo de utilizar al MinIOn (sí, suena a minion). Eso queda claro a continuación: “Nuestro equipo ha estado analizando muestras de ADN de todo el país para detectar clusters del virus y sus variantes”, dice Lucía a través de Patricia.

Entonces la nota llega al su punto alto: “Hacer la secuenciación genética con esta facilidad sigue siendo emocionante para mí”, dice Lucía, que además repasa brevemente cuánto se ha abaratado secuenciar genomas en los últimos 20 años. Y no sólo eso: también se hace en un tiempo mucho menor. “Eso significa que la tecnología está cada vez más disponible y puede ayudar a más personas en todo el mundo”, declara Lucía en las páginas de Nature.

¿Cómo se puede ayudar a las personas mediante el secuenciado del genoma y, más importante aún, mediante el análisis bioinformático de esas secuencias, que es lo que más le gusta hacer a Lucía? En la revista lo explica: el secuenciado y la bioinformática tienen “un enorme potencial para ayudar a las personas con enfermedades raras, que de otro modo pasarían años sin un diagnóstico correcto”.

Dado que “en Uruguay, la secuenciación genética todavía se utiliza principalmente con fines de investigación”, Lucía, junto a dos colegas, decidieron formar GenLives, una start-up biotecnológica. “El objetivo de GenLives es ponerla a disposición de cualquiera que lo necesite. Desde que comenzamos en 2015, hemos ayudado a cientos de pacientes”, puede leerse en la nota. “Todavía hay enfermedades que siguen siendo un misterio: alrededor de 50 % de nuestros casos siguen sin resolverse”, agrega, para terminar diciendo que dado que la secuenciación avanza a pasos acelerados y que mucha de esa información sobre enfermedades raras se comparte a nivel internacional, espera que “pronto todos los casos restantes se resuelvan”.

Genomas y adrenalina

“No sé por qué están saliendo tantos investigadores uruguayos en Nature. Tal vez sea porque el país y su ciencia han tenido visibilidad por la pandemia, pero sorprende cómo nos han ido contactando uno tras otro. Que me llamaran a mí es algo totalmente inesperado”, dice Lucía Spangenberg hasta casi descolocada por la exposición de la que se enteró porque alguien la felicitó por la nota en Twitter. “¿Qué nota?”, le retrucó ella, y entonces se percató de que cerraba la próxima edición de la revista.

Durante la pandemia, no pocas investigadoras e investigadores dejaron de lado lo que estaban haciendo y dedicaron su tiempo, energía y laboratorios para ver qué podían hacer ante el nuevo coronavirus. En la nota habla de la detección del SARS-CoV-2, un procedimiento tal vez un poco rutinario comparado con la investigación. Pero Lucía encontró la forma de agregarle emoción a la rutina. “Yo lo que quería destacar en la nota es que me sigue encantando analizar los datos que se obtienen de una secuenciación. Hoy no me dedico tanto a la parte de laboratorio, pero sí me sigue encantando recibir datos nuevos, datos frescos, por ejemplo de un paciente, y tener que encontrar qué es lo que le está pasando”.

Lucía lleva tiempo realizando análisis de secuencias. Pero la llama sigue encendida: “Cuando doy con algo que está afectando a un paciente, si bien hay un aspecto negativo, porque quiere decir que el paciente tiene una patología, de alguna manera siento la satisfacción de haber solucionado un caso”, dice en alusión a las enfermedades raras que ayuda a diagnosticar. “Aún años después de hacer lo mismo, sigo sintiendo esa adrenalina al analizar secuencias y tratar de encontrar qué es lo que está afectando a ese paciente”.

En ese sentido, el coronavirus también le dio sus subidones de adrenalina. “En el contexto del SARS-CoV-2, cuando encontrás las mutaciones que definen una nueva variante, como a fines de 2020 cuando dimos con las mutaciones que definían a la variante P2, sentí esa misma adrenalina. No es una satisfacción, porque al igual que en el caso de las enfermedades raras, no son noticias buenas en sí mismas, pero es una sensación empujada por esa pasión que tiene la ciencia al encontrar algo”, señala.

En el mes de las mujeres

Con esta nota, entre el 29 de abril de 2021 y el 10 de marzo de 2022, Lucía es la tercera investigadora uruguaya en salir en la sección “Dónde trabajo” -las anteriores fueron María Fernanda Cerdá y María Eugenia Francia-, superando así en cantidad las apariciones de sus colegas hombres (Juan Pablo Tosar y Gregorio Iraola). Dado que estamos en el mes de la mujer y a horas del 8M, no resistimos la tentación de preguntarle al respecto.

“Cuando arranqué a estudiar bioinformática, en 2003, era una carrera que se hacía conjuntamente con informática y la mayoría eran hombres. Eso se mantuvo durante la licenciatura y la maestría, que hice en Alemania. Cuando volví a Uruguay y me inserté en la Unidad de Bioinformática del Institut Pasteur, me encontré un lugar donde hay casi más mujeres que hombres. En ese sentido, no tuve que pelear por hacerme lugar”, señala Lucía.

Sin embargo, otras cosas no resultaron tan sencillas. “Con la start-up, GenLives, donde soy socia cofundadora, estoy en un mundo de empresas de informática donde sí hay muchos más hombres”, sostiene. “Para moverte en la parte más empresarial, la mayoría de los CEO de otras empresas o clientes son hombres. Al principio no te das mucha cuenta de que en ese ámbito hay tratos diferenciales para hombres y mujeres, pero a lo largo del tiempo te va cayendo la ficha. Entonces empezás a recurrir a algunas estrategias, llevás a algunas personas a las reuniones para meter más peso. Te empezás a dar cuenta de que tenés que moverte de una forma distinta que si yo hubiera sido la CEO hombre”, reconoce.

Para Lucía entonces allí hay más dificultades que en el ámbito científico. “Los sesgos que veo son distintos en la empresa que en la ciencia. El techo de cristal y otros fenómenos que afectan a la ciencia pasan también dentro de la bioinformática como en la academia en general. Las posiciones de más poder y liderazgo la tienen en mayor proporción los hombres que las mujeres, la gente que te evalúa, por ejemplo en el Sistema Nacional de Investigadores, también es dominada en números por hombres, los grados más altos también son hombres”, declara.

En ese sentido, la exposición de salir en Nature puede ser utilizada. “Esta difusión, esta divulgación no sólo de mi persona sino también del trabajo que hacemos, es valiosa. Puede tener un impacto positivo, tal vez no directamente en mi carrera, pero puede ser un aporte por ejemplo para que otras mujeres vean que estás trabajando en este tipo de cosas o de llegarle a más gente e inspirar a alguien”, reflexiona Lucía. “Por otro lado, que se conozca un poco más lo que una hace también tiene su lado positivo, porque en la ciencia también para conseguir cooperaciones y otras cosas muchas veces es necesario tener interacciones sociales, un poco de lobby, y para eso ayuda que te conozcan”, agrega.

Siguen mirando

De los cinco investigadores e investigadoras retratados en la sección “Dónde trabajo” de la revista Nature, cuatro trabajan en el Institut Pasteur de Montevideo. Es posible que algunos lectores y lectoras de esa publicación piensen entonces que ese es el centro de investigación que más científicos y científicas contrata en este pequeño país de América del Sur. Si así fuera, se quedarían con una idea no del todo representativa de dónde trabajan nuestras y nuestros investigadores. Lo que está fuera de toda cuestión es que, sin importar dónde Pablo Albarenga vaya a sacar sus fotos maravillosas, en todos los centros universitarios y en institutos de investigación, encontrará científicas y científicos haciendo ciencia relevante y de calidad. Tal vez si nos acostumbramos a verlo reflejado en revistas internacionales, comencemos a valorar más y mejor lo que tenemos.