En los últimos 20 años se ha producido más plástico en el mundo que durante la suma de todos los años previos. La estimación, si bien cierta, fue calculada en 2019. En estos años la cosa no puede más que haber empeorado. En ese año también se publicó un informe contundente.

Resulta que mientras que antes al hablar del problema de los plásticos en el ambiente frecuentemente se recurría a mostrar una tortuga enredada en redes o bolsas, a imágenes de playas atiborradas de envases, tapitas y envoltorios, el informe dado a conocer en 2019 por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por su sigla en inglés) hacía que el tema fuera aún más difícil de digerir. Según estimó un equipo de investigadores de la Universidad de Newcastle, Australia, los humanos consumimos en promedio unos cinco gramos de plástico por semana a través del agua que tomamos, la comida que ingerimos y el aire que respiramos. Entonces ahora podemos decir que, en promedio, nos tragamos una tarjeta de crédito de plástico cada semana. Pobres océanos, pobres tortugas, pero ahora también pobres nosotros.

Así como en su momento se empezó a hablar del problema del calentamiento global, numerosas publicaciones y artículos científicos comenzaron a dar cuenta de la ubicuidad y gravedad del problema. Hoy el problema de los plásticos es aceptado a escala global. Ya hay suficiente evidencia de que están en todas partes. Se han encontrado en animales, en particular en sus estómagos, en el aire, en el agua, en los sedimentos y en los alimentos. Están en la Antártida, en peces del océano y de arroyos continentales, en el aire a grandes altitudes y, obviamente, en el de nuestras ciudades.

Nuestra comunidad científica también los ha buscado en el ambiente y, tan lamentable como lógicamente, los ha encontrado. Están afectando a peces de playas rochenses y gaviotas montevideanas. Un estudio de 2021 encontró plásticos en la mitad de los peces de arroyos del país. Según estimaciones, en nuestras costas las tortugas verdes dejaron de tener a la pesca incidental como su principal causa de mortandad debido a la acción humana y pasaron a encontrarla en la ingesta de plásticos. Investigaciones han detectado plásticos en nuestra gélida base científica Artigas, en la Antártida, así como en el estómago de peces que viven en charcos temporales alejados de centros poblados de nuestro país. Nadie está a salvo.

Demostrar la presencia del plástico en los lugares más insospechados, incluso en el agua que bebemos, tanto embotellada como de la canilla, dejar evidencia de efectos que ocasiona en alguna fauna o ecosistemas es una cosa necesaria. En paralelo hay otra carrera que pasa por tratar de entender cómo estos plásticos podrían comprometer la salud de los seres vivos, y entre ellos, especialmente la nuestra. Es en esa dirección que la publicación del artículo “Descubrimiento y cuantificación de contaminación por partículas plásticas en sangre humana”, que tiene como primera autora a Heather Leslie, del Departamento de Salud y Ambiente de la Facultad de Ciencias de la Universidad Libre de Ámsterdam, Países Bajos, es tan relevante.

Donde nadie había llegado antes

“Las partículas de plástico son contaminantes ubicuos en el entorno de vida y la cadena alimentaria, pero ningún estudio hasta la fecha ha informado sobre la exposición interna de las partículas de plástico en la sangre humana”, dicen Heather Leslie y sus colegas en el trabajo que aún no ha sido publicado online en su versión final.

Su punto de partida es sumamente claro: para evaluar si un químico es tóxico y amerita tomar medidas de protección a la salud pública, hay que tener datos de exposición. Pero como dicen, “actualmente no es posible hacer una evaluación de riesgos para la salud humana de la contaminación por partículas plásticas debido a la falta de datos sobre el peligro toxicológico y la exposición humana”. Es decir: si tomamos por buena la estimación de esa ingesta de una tarjeta de crédito de plásticos por semana, ¿qué pasa con eso una vez que llega a los pulmones y el estómago?

El asunto es que si bien “la medición de la exposición a partículas plásticas es esencial para la evaluación de riesgos para la salud”, señalan que hasta el momento faltan “métodos validados lo suficientemente sensibles como para detectar trazas de fracciones de partículas plásticas de tamaño especialmente pequeño”, de menos de diez micrómetros o, lo que es lo mismo, menos de 0,01 milímetros, “en tejidos biológicos”.

En su trabajo se centraron en tamaños de partículas plásticas “que pueden absorberse a través de las membranas del cuerpo humano”, siendo el tamaño máximo de partículas el dado por el tamaño de la aguja que emplearon para sacar sangre (de 0,514 milímetros) y el mínimo el del tamaño del poro del filtro, que en este caso fue de 700 nanómetros, es decir, que podrían detectar partículas plásticas desde 0,0007 milímetros en adelante.

¿Por qué buscarlas en la sangre? El trabajo no es el primero que detecta plásticos en seres humanos. Ya en 2019 investigadores habían reportado que “partículas de plástico de tamaño micro pueden excretarse a través del tracto gastrointestinal”, o en 2020 se había notado la presencia de partículas plásticas en “especímenes de colectomía humana” y en tejido placentario. Sin embargo, nadie había reportado la presencia de plástico en sangre con anterioridad. Y vaya si será importante saber si están allí, porque la sangre es “la vía de transporte de oxígeno, nutrientes” hacia los tejidos y órganos, y por tanto “potencialmente también de las partículas de plástico”, aducen.

Pero dado que no había métodos validados, buscar plásticos en la sangre tiene un valor extra para estas investigadoras: “La viabilidad de acceder a muestras directamente del cuerpo, sin contacto con materiales plásticos, la convierte en una matriz adecuada para el biomonitoreo humano de partículas plásticas”, sostienen.

El método analítico que proponen detalla la técnica y los procedimientos (para quien quiera profundizar, pirólisis de doble disparo con cromatografía de gases y espectrometría de masa) que permiten detectar la masa de las partículas (es decir, microgramos) pero no así la cantidad de partículas. En este caso, la prueba fue realizada a 22 adultos voluntarios y anónimos que estaban en buen estado de salud a los que se les extrajo sangre.

“Este estudio pionero de biomonitoreo humano demostró que las partículas de plástico están biodisponibles para ser absorbidas por el torrente sanguíneo humano”. Heather Leslie y colegas.

Te llevo en la sangre

Como no podía ser de otra manera, las partículas plásticas fueron detectadas en el torrente sanguíneo, de lo contrario les habríamos mentido en el título de esta nota. Más concretamente, fueron detectadas en 17 de los 22 voluntarios, es decir, en 77% de los casos, al menos en cantidades cuantificables. Los tipos de polímeros encontrados, así como sus cantidades, variaron entre los 17 individuos que dieron positivo a plástico en la sangre.

El polímero más presente fue el conocido por PET, cuyo nombre es tereftalato de polietileno, que apareció en 50% de los casos. En segundo lugar, con 36% estuvieron los polímeros de estireno, conocidos como PS, y en tercer lugar el PE (poli/metilacrilato de metilo con 23%). También se detectó en 5% PMMA, mientras que respecto al polipropileno reportan que “los valores estuvieron por debajo de los límites de cuantificación”.

“Los tres polímeros medidos con mayor frecuencia también estuvieron presentes en las concentraciones más altas”, agregan en el trabajo. ¿Qué tan altas?

“La concentración máxima de PET analizada en una muestra de sangre fue de 2,4 µg/ml”, es decir, 2,4 microgramos por mililitro. En el caso del estireno fue aún mayor (alcanzó 4,8 µg/ml), pero el récord se lo quedó el PE totalizando 7,1 µg/ml. La media de partículas plásticas totales por mililitro de muestra de sangre fue de 1,6 microgramos. “Esto puede interpretarse como una estimación de lo que podría esperarse en estudios futuros y un punto de partida útil para un mayor desarrollo de estrategias analíticas para la investigación de matrices humanas” anotan en el artículo.

¿Y entonces?

“Este estudio pionero de biomonitoreo humano demostró que las partículas de plástico están biodisponibles para ser absorbidas por el torrente sanguíneo humano”, afirma el trabajo tajante y elegantemente. La evidencia lo respalda.

“El destino de las partículas de plástico en el torrente sanguíneo necesita más estudios que permitan responder preguntas sobre la posible acumulación en la población general y en los trabajadores ocupacionalmente expuestos, los factores ambientales que contribuyen a la exposición interna y los efectos toxicológicos y para la salud humana que pueden resultar de diferentes escenarios de exposición”, afirman en el trabajo publicado.

También dicen que es “probable” que las rutas de absorción de las partículas de plástico detectadas en el torrente sanguíneo humano sean “el contacto con las mucosas”, ya sea por “ingestión o inhalación”. Recuerdan además que las concentraciones de partículas de plástico que reportan “son la suma de todas las posibles rutas de exposición: fuentes en el entorno de vida que ingresan al aire, al agua y a los alimentos, pero también productos de cuidado personal que podrían ingerirse (por ejemplo, PE en la pasta de dientes, PET en el brillo labial), polímeros dentales, fragmentos de implantes poliméricos, nanopartículas poliméricas de suministro de fármacos (por ejemplo, PMMA, PS), residuos de tinta de tatuaje (por ejemplo partículas de acrilonitrilo butadieno estireno)”.

Por todo eso, sostienen que su trabajo indica “que al menos algunas de las partículas plásticas con las que los humanos entran en contacto pueden estar biodisponibles y que la tasa de eliminación a través de, por ejemplo, el tracto biliar o el riñón, o la transferencia y el depósito en los órganos, es más lenta que la tasa de absorción en la sangre”. Por eso las detectaron en 17 de las 22 personas. ¿Y ahora? “La evaluación de riesgos para la salud requiere datos de exposición internos medidos, y estos deben recopilarse empíricamente”, sostienen y agregan que “se necesita una comprensión de la exposición de estas sustancias en humanos y el peligro asociado de dicha exposición para determinar si la exposición a partículas plásticas es o no un riesgo para la salud pública”.

Como siempre, una buena investigación lleva a nuevas preguntas. “Queda por determinar si las partículas de plástico están presentes en el plasma o son transportadas por tipos de células específicos (y hasta qué punto dichas células pueden estar involucradas en la translocación de partículas de plástico a través de la mucosa hacia el torrente sanguíneo)”, dejan por escrito Leslie y colegas.

De hecho, el trabajo, más que con una afirmación grandilocuente, cierra con una interrogante. “Si las partículas de plástico presentes en el torrente sanguíneo son efectivamente transportadas por células inmunitarias, también surge la pregunta: ¿tales exposiciones pueden afectar potencialmente la regulación inmunitaria o la predisposición a enfermedades de base inmunológica?”.

Los plásticos están en todas partes. Ahora también en la sangre. “Se identificaron y cuantificaron por primera vez en sangre cuatro polímeros de alto volumen de producción aplicados en plástico”, señalan. Nuevos estudios mostrarán qué tan comunes son los niveles, cantidades y polímeros detectados en este artículo. Lo que es seguro es que ahora, habiendo demostrado que están allí, estamos más cerca de ver qué tan inútilmente fuerte nos hemos atado la bolsa al cuello.

Artículo: “Discovery and quantification of plastic particle pollution in human blood”
Publicación: Environment International (online, marzo de 2022)
Autores: Heather Leslie, Martin van Velzen, Sicco Brandsma, Dick Vethaak, Juan García-Vallejo y Marja Lamoree.