Las cianobacterias fueron heroínas. Si vivimos despreocupadamente respirando oxígeno de la atmósfera es por ellas: hace miles de millones de años el aire no era respirable para nosotros. Ellas fueron los primeros seres en este planeta en desarrollar la fotosíntesis –lo siento, plantas, llegaron tarde– y entonces comenzaron a tomar grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera devolviendo otro tanto de oxígeno. Sin las ciano directamente no estaríamos acá.

Claro que algunas pueden ser tóxicas, como la famosa Microcystis aeruginosa, cuyas toxinas pueden complicarnos la vida. Pero dejémoslo claro: cuando las floraciones de cianobacterias son noticia, como cuando tiñen de verde nuestras playas y nos dejan sin baños de mar o de río, el problema no son ellas, sino las cosas que los humanos hicimos para que esas floraciones masivas se produjeran. Entre eso que hacemos que ellas aprovechan y celebran con crecimientos exponenciales de su biomasa, hay una cosa bien local y otra más global.

La local: llenar los cuerpos de agua dulce de nutrientes –fósforo, nitrógeno, etcétera– provenientes de fertilizantes y de la actividad agropecuaria, aguas servidas, saneamiento sin tratar y demás residuos. Esos nutrientes generan lo que se denomina eutrofización, que además de favorecer las floraciones de cianos cuando se dan las condiciones adecuadas, provoca alteraciones graves en los ecosistemas. La global: venir subiendo la perilla del termostato del planeta con la desmedida emisión de gases de efecto invernadero, entre ellos, el CO2 que cianobacterias y plantas usan de materia prima para producir carbohidratos aprovechando la energía solar, lo que los hace casi los únicos organismos que crean su propio alimento (y por ello se los denomina productores primarios, ya que el resto de los organismos lo que hacemos es comerlos a ellos). A este fenómeno le decimos calentamiento global, que forma parte de otro fenómeno más amplio, impulsado por los seres humanos, al que denominamos cambio climático.

Con miles de millones de años en este cambiante mundo, las cianos son expertas en aprovechar los cambios favorables y en capear los adversos. Si bien ya se ha demostrado que no es el aumento de la temperatura lo que explica el aumento de la frecuencia de las floraciones de cianobacterias en nuestro continente, sino el exceso de nutrientes, también es cierto que las cianos disfrutan enormemente de unos graditos de más. Si además de alimento les damos calorcito, estarán tan contentas como un turista en un all inclusive caribeño en una buena temporada.

En este contexto, uno se pregunta si las cianobacterias volverán a ayudarnos en un momento de crisis tomando el CO2 sobrante que estamos emitiendo o si en cambio representarán una molestia más frecuente y, eventualmente, una amenaza para nosotros. En esa clave leí dos artículos que salieron con un mes de diferencia y que tienen investigadoras en común.

Uno se titula Calentamiento experimental promueve la absorción de CO2 pero dificulta la incorporación de carbono hacia niveles tróficos más altos en comunidades de agua dulce dominadas por cianobacterias y lleva la firma de Maite Colina, Mariana Meerhoff y Lucía Cabrera, del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Universitario de la Región Este (CURE) de la Universidad de la República, y de Sarian Kosten, del Departamento de Ecología de la Universidad Radboud de Países Bajos.

El otro, denominado Calentamiento experimental promueve la selección de especies de fitoplancton hacia floraciones de cianobacterias y conduce a cambios potenciales en el funcionamiento de los ecosistemas, está firmado por las ya mencionadas Lucía Cabrera y Mariana Meerhoff, junto con Claudia Baladán, las tres del CURE, y los brasileños Geovani Moresco y Luzia Rodrigues, de la Universidad de Maringá, y Juliana Dias, de la Universidad Federal de Río Grande del Norte, junto con Mina Bizic, del Instituto Leibniz de Ecología de Agua Dulce y Pesca Continental de Alemania.

Se trata de dos piezas de ciencia maravillosas, porque logran algo extremadamente difícil: realizar experimentos sobre cómo será nuestro futuro. Para ello, armaron varios microcosmos acuáticos en su laboratorio –peceras cilíndricas de unos 4,5 litros de agua– en los que las predicciones de que la temperatura alcanzaría entre 3 °C y 5 °C por encima de la era preindustiral ya era una realidad. Esos mundos alternativos nos muestran un futuro embromado si mantenemos nuestros sistemas acuáticos eutrofizados. Así que sin más vayamos a conversar, zoom mediante, con Maite Colina, Geovani Moresco, flamantes doctores, y Mariana Meerhoff, la investigadora que estuvo en la selección de la ciencia nacional y que es la constante entre ambos trabajos.

Doble investigación

Los dos artículos fueron publicados en la misma revista, uno en febrero y el otro en marzo, como si fueran parte de lo mismo. “Los dos trabajos salieron juntos, pero no los pensamos juntos. Es casualidad que salieran publicados con un mes de diferencia”, señala Mariana. Como veremos, las líneas temporales de ambos se cruzan.

“En 2019 le envié un mail a Mariana diciéndole que tenía muchas ganas de hacer un doctorado en el exterior, ya que ella tiene una alianza de investigación con Juliana Dias, otra coautora del artículo”, dice Geovani. “Cuando llegué a Uruguay mi idea, que era muy simple y pasaba sólo por el cambio climático y la diversidad del fitoplancton, evolucionó de forma orgánica”, agrega, y señala además que una de las frases de cabecera de Mariana es pedir “un pequeño esfuerzo extra” (algo que experimenté en persona, ya que la idea para esta nota era hablar sólo del trabajo que salió en febrero... y Mariana me empujó a realizar el pequeño esfuerzo extra de estudiar también el de marzo).

“Llegué en el invierno de 2019”, cuenta Geovani entre risas. Como buen norteño del estado de Paraná, el húmedo invierno uruguayo era algo que no conocía. “Geovani se compró la primera campera de su vida acá en Uruguay, estamos muy orgullosos de eso”, afirma Mariana. “La invención más importante de la humanidad fue la bolsa de agua caliente”, dice tentado pero en serio Geovani. Pero además del frío ligó mal. “Al poco tiempo de llegar hubo un ciclón extratropical y un gran apagón, y yo iba en mi bici pedaleando contra todo diciendo que tenía que salvar los experimentos”, recuerda Geovani. “Maite en ese entonces ya estaba trabajando con los flujos de CO2, y como los microcosmos funcionaban muy bien y los tratamientos no estaban colapsando, esos aspectos se fueron agregando en mis experimentos”, afirma.

“Mi doctorado trató de evaluar flujos de dióxido de carbono y de metano en sistemas de agua dulce, haciendo foco en cómo esos flujos y esas dinámicas de carbono variaban dependiendo, por ejemplo, de la estructura trófica o de qué productor primario dominaba”, apunta Maite. Su tesis tuvo tres partes: trabajó en lagos de Uruguay con distintos productores primarios, luego hizo experimentos con distintos tipos de peces y luego utilizó estos microcosmos artificiales generados en laboratorios en los que vio qué pasaba con dos comunidades de fitoplancton, algas verdes –clorofitas– y cianobacterias en agua con exceso de nutrientes, acechadas por zooplancton, y a distintas temperaturas. Y así como sus investigaciones terminaron impactando en el trabajo de Geovani, los microcosmos de Geovani impactaron en los suyos.

“Ese último capítulo del doctorado de Maite, que es este paper de los experimentos, lo terminamos de definir en función de los resultados del experimento de Geovani”, afirma Mariana. Así que, a fin de cuentas, no está mal que ambos trabajos salgan casi en simultáneo. Vamos a ellos y sus resultados.

Calentamiento + eutrofización: alteración de comunidades

El trabajo del que Geovani es el primer autor testeó “los efectos de tres escenarios de temperatura constante (17 oC, 20 oC y 23 oC) en condiciones de alto suministro de nutrientes” sobre la composición de la comunidad de fitoplancton –productores primarios que hacen fotosíntesis– y observando además “la eficiencia en el uso de recursos y los flujos de CO2”. Para ello, en estos microcosmos de comunidades diversas de fitoplancton nos transportamos al futuro con ecosistemas acuáticos a 3 °C y 5 °C por encima de la media (17 °C al momento de realizarse el experimento).

¿Cuáles fueron sus principales resultados? “Después de 32 días, el calentamiento redujo la riqueza de especies y promovió diferentes trayectorias comunitarias que llevaron a un predominio de algas verdes en los tratamientos de temperatura intermedia”, es decir, los de 20 °C, “y de cianobacterias en los tratamientos de temperatura más alta”, es decir, los de 23 °C. Por ello, reportan que el calentamiento tuvo “un efecto negativo en la diversidad y un efecto positivo en las cianobacterias”, lo que, a su entender, “podría llevar a potenciales cambios en el funcionamiento de los ecosistemas”.

Geovani además tiene más malas noticias para este boletín. “En la parte dos de nuestro experimento, que aún no hemos publicado, vemos que, una vez que las cianobacterias pasan a dominar los ambientes, es muy difícil volver a un punto de diversidad previo a que se produjera su dominio. Incluso haciendo grandes diluciones, como las que implicaría una lluvia extrema, las cianobacterias tienen una resistencia tremenda para mantenerse”, nos adelanta.

“Es que en general las cianobacterias son también muy buenas compitiendo. Por ejemplo, porque algunos grupos se adaptan mucho mejor a distintas intensidades de luz, a tener más temperatura o porque no se las come el zooplancton. Ellas solas ya tienen bastantes herramientas como para facilitarse el camino”, lo apoya Maite.

“En el experimento de Geovani partimos de una misma comunidad muy diversa y vimos qué pasaba ante distintas temperaturas en un ambiente eutrofizado”, resume Mariana. “Para el de Maite quisimos ver qué pasaba si ya de arranque partíamos de comunidades distintas, así que arrancamos en un grupo con una dominancia clara de cianobacterias y en el otro con una dominancia clara de algas verdes, que fueron las dos comunidades finalistas del experimento anterior, y arrancamos otra carrera”, agrega. Es que, como dice, hay una secuencia en la lógica entre ambos: “En el experimento de Geovani vimos qué pasaba a la interna del fitoplancton y observamos que las comunidades seguían rutas distintas, pero no sabíamos qué pasaría si hubiera otro nivel trófico o cómo serían las trayectorias en comunidades que ya arrancan contrastantes y con abundancias altas de determinados organismos”.

En el trabajo en el que Maite es la primera autora reportan entonces la investigación en la que a dos comunidades distintas de fitoplancton, una liderada por algas verdes y otra por cianobacterias, les agregaron además Daphnia y trabajaron sólo con dos temperaturas más contrastantes, la natural para la época (19 °C) y otra de 4 °C superior. ¿Por qué eligieron a estos animales para cumplir la función de los herbívoros? “La Daphnia es el zooplancton ‘más polentón’, el que más puede ejercer un efecto sobre el fitoplancton”, sostiene Maite.

En este caso también vieron los efectos sobre los flujos de CO2, pero ahora centrémonos en lo que concierne a la biodiversidad. En los microcosmos de Maite los herbívoros depredadores, las Daphnia, la pasaron realmente mal. En el grupo dominado por cianos a temperatura actual disminuyeron su cantidad. Pero en el grupo de cianos sometidas al calentamiento, al final del experimento no sobrevivió ninguna. Todas las Daphnia la quedaron, mientras que las cianobacterias proliferaron, creciendo 2,5 veces más que en el caso del grupo a temperatura ambiente (las algas verdes crecieron en biomasa 1,3 veces bajo el escenario de 4° C extra).

A veces no le prestamos demasiada atención a lo que pasa a escala microbiológica. Así que hagamos la analogía: las algas verdes serían pastos, las cianobacterias un pasto de escaso o nulo valor nutricional –alguno hasta tóxico– y las Daphnia serían vacas. Lo que vieron en el experimento con agua eutrofizada y cambio de temperatura fue un crecimiento tal del pasto no comestible o tóxico que al final todo el campo quedó invadido por él y las vacas se murieron de hambre. Todas. Imaginen que pasara algo así en los campos ganaderos de Uruguay ante una invasión enorme de tojo o de revientacaballos. Muchos pondríamos el grito en el cielo. Bien, ese es el drama que está sucediendo en los ríos y cuerpos de agua eutrofizados y que se incrementará ante el aumento de la temperatura.

“Sí, es como que en el pasto empezara a crecer espina de la cruz, algo incomible para la vaca. Y creciera tanto que las vacas al final se te van a morir de hambre. En algunos casos las cianobacterias no pueden ser ingeridas por el zooplancton por cuestiones mecánicas, en otros por las toxinas, y en otros casos porque es desagradable o porque tienen bajo valor nutritivo”, señala Mariana.

“Hay algunas cianobacterias que tienen mucílago, como las Microcystis. La Daphnia, pese a ser el zooplancton más ‘polentón’, si bien las logra ingerir, como están cubiertas de mucílago, que es una sustancia mucosa que protege a las células, las cianobacterias pasan a través del sistema digestivo de la Daphnia y vuelven al ambiente”, agrega Maite. “Encima, eso implica un gasto energético brutal para la Daphnia. Comiendo cianobacterias con mucílago adelgaza, porque está gastando energía y no le queda nada, no le rinde”, suma Mariana.

“Algo en lo que coinciden ambos trabajos es en que si tenemos escenarios de más temperatura en comunidades de fitoplancton, van a pasar a dominar las cianobacterias”, redondea Maite. Los dos trabajos entonces apuntan a una pérdida de biodiversidad de los ecosistemas acuáticos eutrofizados ante este escenario de calentamiento. Ahora vayamos a ver qué pasó con los flujos de carbono. Pero están advertidos: estos cambios en la biodiversidad, ya de por sí negativos, además influyen en los ciclos del carbono y en el propio calentamiento global.

Calentamiento + eutrofización: más emisiones de CO2

En lo que refiere a qué pasaba con el carbono en estos escenarios de calentamiento, en concreto si la proliferación de cianos aumentaría la captura de CO2 debido a una mayor fotosíntesis o si, en cambio, al haber más cianos respirando lo que liberarían de ese gas superaría a lo que secuestrarían, los resultados parecen ser dispares.

En los microcosmos de Geovani, en el escenario de mayor calentamiento, las cianos disminuyeron la cantidad de carbono secuestrado al hacer las cuentas entre lo respirado y lo captado por fotosíntesis. “Eso tiene que ver con algunas teorías que dicen que cuando aumenta la temperatura aumentan todas las tasas metabólicas, la producción primaria, la respiración, pero aumenta más la tasa de respiración que la de producción primaria. Eso hace que de alguna manera no se compense el CO2 que se atrapa”, comenta Maite. Pero eso no fue lo que pasó en su caso.

Geovani Moresco en cuarto experimental con microcosmos de fitoplancton. Foto: gentileza Mariana Meerhoff

Geovani Moresco en cuarto experimental con microcosmos de fitoplancton. Foto: gentileza Mariana Meerhoff

Según reportan, en los microcosmos de Maite “la absorción de CO2 aumentó con el calentamiento en ambas comunidades, siendo más fuerte en las comunidades dominadas por cianobacterias”. ¿Aplaudimos entonces a las cianos y algas verdes que nos ayudarán a bajar la cantidad de CO2 atmosférico? No tan rápido.

“Pudimos ver que si bien había mucha fijación de CO2 cuando teníamos cianobacterias, ese CO2 al final no se traspasaba a la biomasa de los consumidores. El carbono es atrapado en el sistema, pero luego no sigue la vía trófica clásica, en la que los consumidores primarios lo aprovechan y de esa manera el carbono queda disponible, por ejemplo, para los peces. En nuestro microcosmos eso no fue lo que pasó, porque si bien las cianobacterias capturaron más carbono del que emitieron, ese carbono no pudo ser aprovechado por el zooplancton. Entonces la interrogante es qué pasa con esa biomasa acumulada por las cianobacterias que explotan con el aumento de la temperatura”, comenta Maite.

“Sólo una proporción comparativamente menor del carbono fijado se tradujo en un aumento del fitoplancton, y particularmente una proporción insignificante se tradujo en biomasa de zooplancton”, dice el trabajo más adelante. “Si bien vemos captura de CO2, ese CO2 no queda reciclándose dentro de las comunidades, sino que queda como estancado en las cianos, entonces va a sedimentar. Como la mayor parte de los sistemas de agua dulce mundiales son charcos, humedales, lagos someros, dada su poca profundidad, sabemos que lo que se sedimenta en ellos no va a quedar ahí guardado para siempre, sino que se va a liberar”, afirma Mariana. Pero hay otro problema más.

“La mayor parte del carbono se disolvió en el agua o se sedimentó, siendo este último potencialmente disponible para la mineralización en carbono disuelto en el agua y CO2, o metano cuando prevalecen condiciones anóxicas”, señala el trabajo (las condiciones anóxicas se dan cuando falta el oxígeno).

“Se ha visto en sistemas que están muy eutrofizados y que tienen una biomasa excesiva de cianobacterias que en algún momento toda esa biomasa se pierde de la columna de agua, se va hacia el fondo y eso va a empezar a entrar en los procesos de descomposición”, comenta Mariana. “También sabemos que las floraciones de cianobacterias, aunque lo producen, consumen mucho oxígeno de la columna de agua, por lo que provocan que los fondos de esos sistemas acuáticos suelan ser anóxicos. Y si tenemos mucha materia para descomposición y tenemos anoxia, podemos tener una producción de metano muy alta”, dice a su vez Maite.

Y si el dióxido de carbono es un delincuente, el metano es un terrorista. “El metano es un gas que tiene un efecto invernadero entre 27 y 28 veces más fuerte en una escala de 100 años que el CO2”, grafica Maite. “Entonces puede parecer buenísimo que las cianobacterias estén fijando un montón de CO2 al aumentar la temperatura, pero si esa fijación no se está pudiendo aprovechar por los consumidores, no sólo impacta en la diversidad de los consumidores, sino que al mismo tiempo estamos alimentando otras vías de descomposición que quizás están generando otro gas que puede tener un impacto mayor”, agrega.

“Creo que ya hay un consenso bastante fuerte de que cuanto mayor sea el estado eutrófico del ecosistema, mayores van a ser las emisiones netas. Porque si no es CO2 va a ser metano y si no es por difusión es por burbujeo, dos mecanismos distintos de emisión de metano. Como que todo confluye en los últimos años y nuestros resultados suman a eso de que cuanto más eutrófico, más van a ser las emisiones, por una vía o por otra, de un gas o de otro”, afirma Mariana.

“Y eso no sólo se debe a que en definitiva hay más material para que actúen los procesos de descomposición, sino también porque, como otros colegas están viendo, por ejemplo, Mina Bizic, coautora del trabajo de Geovani, varias especies de cianobacterias tienen la capacidad de producir metano incluso aunque no haya anoxia. Es un tema que tiene pocos años y hay que ver qué tan relevante es eso en volumen. Se supone que no sería tan importante como las emisiones en condiciones de anoxia que están hechas por bacterias metanogénicas, pero es un plus que, incluso aunque no haya anoxia, ante una floración de cianobacterias puede haber no sólo emisiones cuando comienza a descomponerse el bloom, sino porque además las propias cianobacterias producen metano. Es un mecanismo que, como se asumía que no existía, tampoco se buscaba”, suma Mariana, haciendo el panorama aún más complejo.

“Entonces a mediano o largo plazo todo ese carbono que no es procesado o que no queda fijado en biomasa va a terminar siendo devuelto a la atmósfera más tarde o más temprano”, afirma Mariana.

Mirar más allá de la captura de carbono

Leyendo ambos trabajos algo queda claro. En nuestros días, en los que mucho se habla del cambio climático pero poco se hace, “capturar carbono” es una expresión que se invoca al hablar de soluciones. La idea es sencilla: cuanto más dióxido de carbono quitemos de la atmósfera, menos efecto invernadero y, por tanto, menor será el calentamiento del planeta. Los productores primarios que hacen fotosíntesis se especializan en eso: toman el CO2, lo juntan con agua, formada por dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno, creando así alimento –hidratos de carbono– y liberando oxígeno.

Y entonces salen ideas descabelladas, como la de plantar árboles en todas partes. Aun cuando la literatura científica nos viene indicando que cambiar los usos del suelo, lejos de capturar carbono, contribuye a su emisión. Entonces, en un país como el nuestro, dominado por pastizales, forestar desplazando pastizal es contribuir a las emisiones de carbono.

“Más aún cuando no se foresta para dejar los árboles allí, sino que se van a cosechar. Hay trabajos que muestran que los árboles plantados con fines productivos terminan emitiendo mucho más carbono si se ve todo su ciclo de vida. La forestación productiva no se hace con fines conservacionistas pensando en la biodiversidad o los flujos de carbono”, comenta Mariana.

En ese sentido, en los microcosmos de la investigación liderada por Maite, las cianobacterias de un agua dulce eutrofizada y en un escenario de calentamiento global de 4 °C, aumentaron la captura de carbono. ¿Fantástico? Sólo si tenemos una mirada estrecha. El carbono capturado por las cianobacterias no circularía por las redes tróficas. Su gran acumulación, cuando la floración pasa, se convierte en grandes cantidades de materia orgánica que irá al sedimento o al agua. Al ser descompuesta la materia en el sedimento por otras bacterias, se generará metano. Más aún: el carbono en el sedimento que no se descomponga, en cuerpos de agua poco profundos, ante sequías –que serán más frecuentes también con el cambio climático–, volverá al sistema. Por tanto, estos grandes secuestradores de carbono en un momento serían acumuladores de carbono para otras instancias. Hay que mirar la película entera.

Y para colmo, la explosión de las cianos afectará negativamente la biodiversidad del sistema acuático –recordemos, en condiciones de eutrofización y mayor temperatura, dominan el ambiente desplazando a otros fitoplancton y dejando sin alimento al zooplancton–. No sólo hay que mirar la película entera, sino ver la sala de cine en la que se proyecta, el barrio que la rodea y la propuesta cultural del país. No alcanza con secuestrar carbono como sea.

“Sí, el mensaje de ese artículo con base en lo que encontramos, que dejamos ver en la discusión, es que si bien al mirar qué pasa con el CO2 podemos pensar que está buenísimo, que estamos secuestrando ese carbono, tenemos que preguntarnos qué va a pasar con ese carbono después”, afirma Maite.

“Algo que sucede con los eventos de sequía es que cuando se seca un sistema que estaba eutrofizado y en el que había mucha cantidad de biomasa, se libera una cantidad de metano y de CO2 muy importante. Cuando el agua está tapando el sedimento donde se viene acumulando la biomasa, limita algunas emisiones. Pero al secarse el sistema, el sedimento se empieza a oxigenar, y no sólo se libera el metano que ya estaba acumulado, sino que empiezan procesos de descomposición que producen CO2”, agrega entonces.

Justo eso es algo que comenzaron a estudiar el año pasado con la gran sequía que sufrimos. “Por ejemplo, se secaron la mitad de los tajamares y tratamos de capturar cuáles eran las emisiones de gases de estos sedimentos expuestos”, dice Mariana. Esos resultados aún no están prontos, pero, a modo de teaser o adelanto, Mariana nos cuenta que los sistemas más eutrofizados acumulan más carbono. “A primera instancia podrías decir que es positivo que estén secuestrando más carbono en el sedimento, entonces mejor que sean eutróficos. Pero se trata de sistemas muy llanitos y, a medida que baja el nivel del agua, o incluso por acción del viento, es mucho más probable que todo lo que está ahí acumulado en el sedimento salga. Entonces, sale el fósforo, y se reeutrofiza el sistema, y también sale el carbono que estaba acumulado ahí”, dice.

“Nos interesa ver qué incidencia tiene la variabilidad climática en la capacidad de secuestro de carbono de los sistemas, o si ese secuestro debiéramos ponerlo entre comillas y en realidad están siendo bombas de carbono, en caso de que en esas condiciones de variabilidad en el nivel del agua estos sistemas acuáticos están siendo muy emisores. Es una de las grandes preguntas que tenemos, qué pasa con estos ciclos de inundación y sequía. Todo apunta a que contribuyan a que haya más producción de gases de efecto invernadero”, dice Mariana.

“Lo que vemos es que la eutrofización de los cuerpos de agua no es lo que va a contrarrestar el mayor CO2 en la atmósfera. No va por ahí”, enfatiza Mariana. La evidencia ya era clara: cuerpos de agua dulce eutrofizados repercuten en la salud del ambiente, de los animales y de los propios seres humanos. ¿Qué hay que seguir debatiendo?

“Tenemos abundante evidencia científica, pero la línea del debate se va corriendo”, reflexiona Mariana. “Primero era si había eutrofización. Luego si era realmente algo malo. Ahora el debate pasa por ver cuál es la actividad que tiene más peso en la eutrofización. Se va hilando cada vez más fino, pero en última instancia la consecuencia práctica es la misma: se sigue ignorando este estado de situación en el que estamos y al que cada vez desde la comunidad científica tratamos de agregar más elementos que generen más claridad sobre cuáles son los mecanismos por los que pasan”, enfatiza.

“En ese sentido los experimentos son importantes, porque permiten eliminar ruido. Muchas veces te dicen que los datos 100% empíricos de sistemas naturales tienen un ruido muy importante. En las cuencas hay ciudades con falta de saneamiento, industrias, cultivos, ganado, entonces dicen que es más difícil determinar cuáles son los procesos que causan la eutrofización. Y además tenés el cambio climático, las lluvias y la sequía. Hay toda una complejidad que afecta a comunidades de organismos que a su vez son complejas. Los experimentos hacen un gran aporte en ese sentido, porque tenemos las señales más limpias”, defiende Mariana.

“¿Qué es lo positivo de los hallazgos si uno quiere actuar al respecto? Que el calentamiento climático y la eutrofización generan lo mismo. Y eso, que es una muy mala noticia por un lado, por otro también nos permite pensar que si atacamos a uno estamos atacando a los dos”, dice Mariana llenándonos de esperanza.

“Si realmente nos pusiéramos en serio a tratar de disminuir la eutrofización y sus efectos, generando menos llegada de nutrientes desde las cuencas y también tratando de potenciar la resiliencia natural de los ecosistemas para que puedan protegerse por mecanismos propios, por ejemplo, implementando zonas buffer, con los resultados que hemos obtenido sabemos que además de la eutrofización también vamos a estar atacando el cambio climático, porque vamos a estar emitiendo menos gases de efecto invernadero”, agrega, entusiasmándonos con que un futuro mejor es posible.

“Si bien desde Uruguay no tenemos una gran capacidad de influir en los ciclos biogeoquímicos planetarios y de frenar el calentamiento global, más allá de que nuestras emisiones de metano no son nada despreciables, sí tenemos toda la capacidad de disminuir la eutrofización. Ahí nuestros resultados, y los de la evidencia a nivel mundial, van en la misma dirección: si disminuimos la eutrofización y potenciamos la capacidad de los ecosistemas de mantenerse en un estado con mayor biodiversidad, van a emitir menos gases de efecto invernadero. Eso sí lo podemos hacer y es una situación win-win. Esas son buenas noticias desde el punto de vista del manejo. Sólo hace falta que alguien las lea y actúe”, remata entonces Mariana.

Con ríos, arroyos, lagos y tajamares eutrofizados estamos precipitando el calentamiento del planeta, tanto por sus emisiones de carbono como por disminuir la biodiversidad. “Son como tres caras de la misma moneda. La calidad del agua, la biodiversidad y la emisión de gases de efecto invernadero. Entre esas tres dimensiones, la mejor combinación es la de mayor biodiversidad y mejor calidad de agua, porque va a generar menos emisiones”, sostiene.

Maite la secunda: “Este feedback positivo entre calentamiento, eutrofización y pérdida de biodiversidad ha hecho que el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático reviera alguna de sus predicciones, ya que llegamos antes a los escenarios futuros que partían solamente de tener en cuenta las emisiones antrópicas. Se tuvieron que hacer nuevos modelos empezando a pensar que tenemos que incluir ese efecto que estamos teniendo sobre los sistemas naturales y cómo los sistemas naturales están también potenciando el calentamiento y el cambio global del clima. Ya hay modelos que muestran que no contando esa parte nos quedamos cortos para poder predecir y entender lo que estamos viendo”.

“Como no podemos calentar el ambiente cuatro grados para ver qué pasa, tenemos que hacer estos experimentos como prospecciones del futuro”, dice Geovani.

Es cierto. Sus microcosmos en peceras son, en cierta medida, bolas de cristal que nos dejan ver el futuro. Lo que nos muestran es cómo puede llegar a ser el mundo si seguimos empecinados en seguir haciendo lo que venimos haciendo.

Artículo: Experimental warming promotes CO2 uptake but hinders carbon incorporation toward higher trophic levels in cyanobacteria-dominated freshwater communities
Publicación: Science of the Total Environment (febrero de 2024)
Autores: Maite Colina, Mariana Meerhoff, Lucía Cabrera y Sarian Kosten.

Artículo: Experimental warming promotes phytoplankton species sorting towards cyanobacterial blooms and leads to potential changes in ecosystem functioning
Publicación: Science of the Total Environment (marzo de 2024)
Autores: Geovani Moresco, Juliana Dias, Lucía Cabrera, Claudia Baladán, Mina Bizic, Luzia Rodrigues y Mariana Meerhoff.