Como ya informara la diaria este lunes, el 16 de marzo, alertada por la Prefectura Naval Argentina, la Armada Nacional procedió a detener a una embarcación sin bandera que se había dado a la fuga en Paysandú. Cuando dieron con la embarcación, ya estaba fuera del agua y subida a un tráiler. Las dos personas que estaban trabajando en ella salieron disparadas al recibir la voz de alto, “perdiéndose monte adentro y abandonando la embarcación”, según el comunicado de prensa de la Armada.

La embarcación contenía apenas una caja de madera de poco más de medio metro de largo. Dentro no había ni cigarrillos, ni calzado deportivo de marca, ni ninguna otra tradicional mercadería de contrabando. Al abrirla los efectivos quedaron perplejos: sólo había una roca. Si bien se desconocía “en ese momento su origen y características”, la huida de los contrabandistas hacía pensar que allí había algo de valor. Puesto en conocimiento el fiscal Carlos Motta de Paysandú, se incautó la roca, que posteriormente fue remitida a la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República para que se le realizara una pericia.

Analizada por el geólogo Claudio Gaucher, la roca resultó ser un “meteorito del tipo metálico” y se indicaba que provenía de “de Campo del Cielo (Argentina), el meteorito metálico más grande conocido”. Posteriormente, el comunicado de la Armada señalaba que “el precio de este tipo de piezas es de aproximadamente US$ 1.000 (mil dólares americanos) por kilo. Pero el precio por kilo aumenta dependiendo del peso y la rareza de la roca; en este caso es una de las más grandes encontradas, superando el millón de dólares si se vendiera la pieza entera”, lo que llevó a que se interpretara, erróneamente, que la pieza incautada en Paysandú podría valer ese millón de dólares, cuando en realidad ese monto correspondería a todos los fragmentos del meteorito encontrados hasta el momento, que son varios cientos.

¿Por qué este meteorito era traído clandestinamente a nuestro país? ¿Qué es el meteorito de Campo del Cielo? ¿Desde cuándo sabemos de él? Esta extraña –pero, como veremos, no inusual– noticia policial nos sirve de excusa para conocer más sobre el sitio más grande conocido de cráteres de meteoritos del planeta, y nos muestra de paso que la avaricia de estos traficantes se remonta a hace siglos.

Un meteorito antiguo y conocido

“Los primeros exploradores españoles que ingresaron a la región que ahora es el norte de Argentina escucharon maravillosas historias de los indios sobre un gran bloque de hierro que supuestamente se había caído desde el cielo”, comienza diciendo el artículo “Meteoritos y cráteres de Campo del Cielo, Argentina” publicado en la revista Science en 1965. Como ven, el meteorito que desconcertó en 2022 a los oficiales de la Armada lleva siglos asombrando a los humanos de esta parte del globo. El artículo, firmado por un conjunto de investigadores, casi todos norteamericanos, junto a funcionarios de la Dirección Nacional de Geologla y Minería de Argentina, señalaba que la localidad donde se encontraba este gran bloque de hierro se llamaba “Piguem Nonraltá”, vocablos indígenas que, justamente, significaban “Campo del Cielo”. Dentro de Argentina, Campo del Cielo se ubica en parte en la provincia de Chaco y en parte en la provincia de Santiago del Estero.

Mucho antes de que estos dos contrabandistas se tentaran con la roca, en 1576, una expedición al mando de Hernán Mexía de Miraval fue hasta el sitio, reporta el artículo, “regresando con unos pocos fragmentos de una masa muy grande, que llegó a conocerse como el Mesón de Fierro”. Más tentada aún, en 1774 salió otra expedición, ahora liderada por Bartolomé Francisco de Maguna, sospechando que podrían estar ante un yacimiento de plata como los de Perú. Pese a que ni el Río de la Plata ni la tierra de la plata (Argentina) terminaron siendo lo que los españoles esperaban, Bartolomé Francisco de Maguna constató que sí se trataba de “hierro de extraordinaria calidad” y estimó que El Mesón de Fierro pesaría unas 23 toneladas. Tras la expedición del lugarteniente de navío Miguel Rubín de Celis, en 1779, que hizo explosiones para ver si había más material enterrado, el artículo firmado por William Cassidy y sus colegas reportan que el Mesón de Fierro se perdió.

Más fragmentos de esta roca metálica fueron apareciendo. En 1803 Diego de la Rueda reconoció que el fragmento de aproximadamente 900 kilos encontrado debía ser parte de un meteorito. Una parte fue enviada al Museo Británico, “donde se la catalogó como el meteorito Otumpa”, deformando el vocablo indígena “hatumpampa”, que significaba “altas llanuras”. Más fragmentos fueron apareciendo. En 1923 dieron con el que por varias décadas sería el más grande de Campo del Cielo: se lo llamó El Toba y pesa más de cuatro toneladas (puede visitarse en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, en Buenos Aires).

La primera expedición científica para estudiar la lluvia de meteoritos responsable de los fragmentos y la cantidad de cráteres en Campo del Cielo tuvo lugar entre agosto y octubre de 1962. William Cassidy, y la argentina Luisa Villar, volvieron entre agosto y octubre de 1963, y con todo su trabajo se publicó el ya mencionado artículo de 1965.

Campo del Cielo destacaba ya entonces por dos grandes características: los al menos nueve cráteres detectados y los meteoritos encontrados se agrupaban formando prácticamente una línea. Por otro lado, esa línea se extendía por más de 17,5 kilómetros. “Tanto en forma como en extensión, es único entre los campos de cráteres terrestres conocidos; por ejemplo, la distancia máxima entre cráteres en el grupo Sikhote-Alin, en Siberia, es de aproximadamente 1,2 km”, reportaban. El área de dispersión de los fragmentos de meteorito de Campo del Cielo, tras muchos más hallazgos, sigue siendo hoy en día la más grande conocida aquí en la Tierra. Por otro lado, el segundo fragmento de meteorito más grande encontrado en nuestro planeta viene de allí: encontrado en 2016, se lo bautizó Gancedo y pesa unas 37 toneladas.

Ya en 1965 los investigadores, analizando los cráteres de Campo del Cielo, proponían que el meteoroide del que derivaron todos los meteoritos entró a la atmósfera de la Tierra con una trayectoria baja y que se desintegró en varios fragmentos a una gran altitud. Según estudios posteriores, habría caído hace entre unos 4.000 y 4.800 años, cuando la zona ya estaba habitada por seres humanos desde hacía milenios.

No es el primer caso de tráfico ilegal de meteoritos de Campo del Cielo

Gonzalo Tancredi, astrónomo de la Facultad de Ciencias que entre otras cosas estudia los posibles impactos de meteoritos con nuestro planeta y las formas de detectarlos y, de ser posible, evitarlos, justo estuvo en el parque Campo del Cielo en Semana de Turismo. La incautación de este meteorito le llega de cerca entonces tanto por su disciplina como por su interés particular en el sitio.

“Durante mi visita estuve conversando con gente de la zona y con expertos que han estado estudiando el tema. Justamente uno de los temas de los que hablamos fue el del contrabando y el tráfico hacia Uruguay y de la cantidad de casos que ha habido de gente a la que han agarrado recolectando meteoritos de Campo del Cielo y de otros, o que se han llevado piezas”, cuenta.

Al tratarse de un conjunto de meteoritos que justamente cayeron en una gran zona de dispersión distribuida mayormente a lo largo de una línea de más de una decena de kilómetros, debe ser más difícil controlar que no se tomen fragmentos. No se trata de un único cráter, sino de múltiples cráteres y miles de fragmentos encontrados hasta el momento. “Ese es su problema. Tienen gente que anda recorriendo la zona, que les paga tres chirolas a los dueños de los campos para meterse y buscar los fragmentos”, dice con pesar.

Meteorito confiscado en Uruguay.
Foto gentileza de la Armada

Meteorito confiscado en Uruguay. Foto gentileza de la Armada

“Campo del Cielo es el principal campo de meteoritos que hay en Argentina. Y este de ahora de la Armada no es el primer caso conocido que involucra a Uruguay”, comenta. Tancredi cuenta que hay “toda una historia” que se conoce como “el fraude de Baygorria”, que sería una estupenda base para hacer una novela policial (atención, Rodolfo Santullo y colegas).

“El único meteorito que hasta hace pocos años estaba catalogado como uruguayo era uno llamado Baygorria. Supuestamente había sido encontrado en 1994 por un tal J Escomel y se sostenía que tenía una composición similar a los meteoritos de Campo del Cielo. Al leer eso me llamó la atención que dos meteoritos tan similares cayeran a mil kilómetros de distancia. En ese momento especulé que se trataba de un meteorito de Campo del Cielo traído de contrabando a Uruguay”, cuenta Tancredi, quien se puso a investigar el tema como un, nunca mejor dicho, sabueso celeste. Fue a la dirección que figuraba en los registros del tal Escomel, en la calle Roque Graseras, pero allí no conocían a nadie llamado de esa manera. En las páginas de la guía telefónica –¡eran los años 90!– tampoco figuraba nadie con ese apellido y nombre. “Me convencí de que se trataba de un fraude”, dice.

Su corazonada fue respaldada poco después. “En una página web hablaban del ‘Baygorria scam’, es decir, ‘el fraude de Baygorria’”, agrega. “Allí aparecen un par de personajes, los hermanos Giroldi, que en una exposición de meteoritos en Tucson, Estados Unidos, mostraban fotos de meteoritos sacados del lago Baygorria. Se demostró luego que era todo un fraude, que se trataban de meteoritos que habían traído de Campo del Cielo y que los habían registrado como de Baygorria”, señala Tancredi, que cuenta que los hermanos fueron apresados en la aduana argentina hace ya un tiempo cuando trataban de sacar más meteoritos.

Uruguay, ¿paraíso celeste?

Antes los hermanos Giroldi. Ahora dos personas que se dieron a la fuga dejando la caja con meteoritos de Campo del Cielo en la orilla. ¿Por qué traerlos a Uruguay? “En Argentina hay una ley, primero del Chaco, y luego más general, abarcando a toda Argentina, que prohíbe la comercialización de meteoritos argentinos”, señala Tancredi. “Antes incluso había tráfico interno. Como había una ley de protección en el Chaco, como Campo del Cielo está en las dos provincias, los meteoritos los sacaban por Santiago del Estero”, afirma mostrando que la inteligencia humanas no tiene límites.

Como sucede con la droga, una prohibición en un lugar hace que el delito se corra. “Lo que hacen es traerlos para Uruguay, donde los hacen pasar como meteoritos de Baygorria”, agrega Tancredi. Y aquí hay otro problema: en Uruguay los meteoritos no cuentan con ninguna protección.

De hecho, mientras conversamos telefónicamente, ingreso a la página de Mercado Libre donde, por 50.000 pesos, cualquier puede hacerse con uno. En la descripción el vendedor promociona: “Meteorito condrita. No tengo papel de autenticidad pero un experto en el tema me confirmó que sin dudas se trata de un meteorito. Pesa 200 gramos en total. Lo de la foto es sólo un trozo del mismo. Escucho ofertas. Se va al mejor postor”.

Así como hay paraísos fiscales, también los hay para objetos celestes. De hecho, Tancredi me envía una captura de pantalla del diario El Mundo de España del 14 de marzo de 2005. El título del artículo dice “Colas en León para ver el meteorito más grande que existe en España”. En la foto puede verse un meteorito llamado Campo del Cielo, que es más alto que una persona y pesa unos 600 kilos. Su dueño lo compró a 60.000 dólares en Estados Unidos. Y ahora presten atención: “Este meteorito cayó hace 5.800 años en la zona de Chaco en Uruguay”, dice la nota. Y luego: “Concretamente, el expuesto en León, que no realizó cráter alguno al caer porque lo hizo en una zona pantanosa, formó parte de una caída múltiple que se produjo entre Argentina y Uruguay”. ¡Joder!

“Me comuniqué con la persona que le había comprado y le dije que tenía que saber que ese meteorito no era de Uruguay. Me contestó que sí, que lo sabía, pero que lo tuvo que comprar como que fuera de Baygorria para no tener problemas a nivel internacional”, dice Gonzalo. También recuerda que en 2008 hicieron otra incautación de un meteorito que pretendían sacar de Argentina, en este caso en Colón.

Estudiar más, traficar menos

“Me gustaría profundizar sobre Campo del Cielo. Si bien estuvieron los trabajos de Cassidy y de otros autores, me parece que da para investigar más sobre el tema, tener una idea más clara del campo de dispersión, que es la zona donde potencialmente hayan caído estos meteoritos. Se ha encontrado material en 2006, 2008, 2016, lo que muestra que todavía queda mucho por conocer allí.

“Sin dudas a nivel atmosférico este fue un bólido de grandes dimensiones”, conjetura Tancredi. Por otro lado, señala que las probabilidades de detectar un meteorito como este antes de que llegue a la atmósfera serían muy bajas dado su pequeño tamaño y nuestras capacidades actuales de detección.

“Hay un estudio de un grupo de argentinos, de lo que se llama etnoastronomía o astronomía cultural, que establece que podría haber indicios de referencias de indígenas de la zona que presenciaran el fenómeno”, sostiene Tancredi. Le comento que en otro trabajo, de 2012, calculan que la energía del impacto de este meteorito, que estiman en más de seis metros de diámetro y una masa mínima de 840.000 kilos antes de separarse en varios fragmentos, habría alcanzado rondado los dos megatones, algo cercano a la energía liberada por la bomba atómica de Nagasaki, por lo que sostienen que “podían haber afectado a las poblaciones de cazadores-recolectores contemporáneas”.

“Creo que todavía el tamaño original de este cuerpo es algo sobre lo que hay que trabajar. Los trabajos de Cassidy, e incluso trabajos posteriores, no tienen en cuenta la cantidad de fragmentos grandes que se han encontrado en los últimos 20 años. Ya el meteorito llamado El Chaco tiene un metro y medio de diámetro” dice, y para que se hagan una idea pueden ver la foto de Tancredi posando al lado de este meteorito en la pasada semana de Turismo.

Seguramente, para quienes estaban cerca de la zona donde cayó esta lluvia de meteoritos aquella jornada haya sido difícil de olvidar. Si pudieron contar el cuento, claro. Algunos, tal vez más alejados, sí lo hicieron. Por algo los españoles se interesaron por las historias indígenas del pedazo de hierro que vino del cielo. Algunos mitos locales podrían recoger este incidente y otros de la zona.

“Creo que con seis metros de diámetro nos podríamos quedar cortos. Una de las cosas que me interesó de la visita es que me parece que hay que volver a analizar varios de los aspectos de Campo del Cielo. Y nosotros tenemos la gran oportunidad de la cercanía”, redondea.

Tal vez así, aportando un poco de ciencia en lugar de una plaza donde lavar el origen mal habido de los meteoritos, Uruguay quede mejor parado. Por ahora, bien la Armada, bien la Justicia pidiendo el peritaje a la Facultad de Ciencias y bien por la pieza que se recuperó. ¿Qué pasará con ella? Tancredi no lo sabe, pero está tras su pista. En caso de que haya que devolverla a Argentina, piensa que sería interesante exhibirla antes al público. Incluso, se ilusiona, tal vez podría quedarse en Uruguay en exhibición a préstamo, no sólo para que nos fascinemos con un pedazo de roca que vino del espacio, sino también como testimonio de los esfuerzos que debemos hacer para proteger el patrimonio de la región.

Artículos: “Meteorites and Craters of Campo del Cielo, Argentina”
Publicación: Science (3 de setiembre de 1965)
Autores: William Cassidy, Luisa Villar, Theodore Bunch, Truman Kohman y Daniel Milton

Artículo: “The Archaeology of Cosmic Impact: Lessons from Two Mid-Holocene Argentine Case Studies”
Publicación: Journal of Archaeological Method and Theory (2012)
Autores: Gustavo Barrientos y Bruce Masse.