“Hallazgo excepcional: barrancos de Colonia proporcionan el primer y único huevo fósil completo de ave moderna de América del Sur”, titulábamos la nota que publicamos en marzo de 2021. En ella el paleontólogo Andrés Rinderknecht y el ornitólogo Washington Jones, ambos del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) hablaban felices sobre el raro huevo fósil de un ave moderna, es decir, de aquellas que siguieron en el planeta tras la extinción de los dinosaurios.

Para dar una muestra de lo raro que resultaba el hallazgo de este huevo por parte del coleccionista Diego Acuña en un barranco de la playa El Caño, cerca de la capital de Colonia, Rinderknecht afirmaba que “en Uruguay es mucho más fácil encontrar un huevo de un titanosaurio que el huevo fósil de un ñandú”. Jones coincidía: “Este huevo, desde el punto de vista de su conservación, es una cosa súper excepcional”. Y vaya si lo era, incluso más de lo que pensaban en ese momento.

En un ejemplo maravilloso que muestra cómo en ciencia la que manda es la evidencia, a poco más de un año de publicado su trabajo sobre el espectacular huevo, Rinderknecht y Jones publican un nuevo artículo en el que no sólo reconocen que se habían equivocado, sino que además el fósil que tenían enfrente era tanto o más extraordinario de lo que imaginaron.

Titulado “Nunca pongas todos los huevos en la misma canasta: registro fósil de enterolitos del Cuaternario de Sudamérica”, los dos investigadores del MNHN le comunican al mundo de la ciencia no sólo que el huevo reportado en 2021, así como otros dos fósiles también encontrados en la misma zona de Colonia y que se encuentran en la colección del Museo Histórico de Florida, “no son realmente huevos fósiles, sino algo mucho más extraño y casi sin precedentes en el registro fósil: cálculos intestinales de mamíferos”. ¡El huevo resultó ser un enterolito (así es como se denominan estos cálculos intestinales) de hace 16.000 años! Allí, a su vez, reiteran el llamado de un trabajo realizado en Argentina medio siglo atrás para prestar atención y no confundir huevos fosilizados con enterolitos de animales.

Volviendo sobre sus pasos

¿Cómo fue que Rinderknecht y Jones se dieron cuenta de que había que revisar lo que habían publicado? Podría pensarse que algún colega paleontólogo, de aquí o de cualquier otra parte del mundo, podría haberles llamado la atención sobre lo extraño del huevo o alguno de sus aspectos. Pero no fue el caso. “Fue una casualidad absoluta”, dice Jones. “Enrique González, encargado en el MNHN de la colección de mamíferos, le entregó a Andrés una serie de publicaciones de paleontología que podrían interesarle. Y entre ellas, sin que Enrique lo supiera, estaba la de Teruggi”, agrega. Ya hablaremos más de ello, pero pocos días antes de esa entrega, también se dio un hecho bastante fortuito que los llevó a repensar su trabajo sobre el huevo fósil.

“Poco antes había estado en el Museo Histórico de Florida y había encontrado dos estructuras que internamente eran idénticas al huevo de Colonia que habíamos publicado. Una no tenía forma de huevo y la otra sí”, cuenta Rinderknecht. “Los fósiles venían del mismo lugar de Colonia y cuando los vi empecé a sospechar que lo que reportamos en 2021 no era un huevo, porque eran tres cosas iguales, completas, cuando ya es rarísimo encontrar un solo huevo completo. Encima, una no tenía forma de huevo. Algo raro había”, confiesa.

“Casi con unos días de diferencia, Enrique nos da este conjunto de materiales entre los que estaba el artículo de Teruggi y sus colegas sobre el enterolito reportado en Argentina. Yo tenía en la cabeza los fósiles que había encontrado en el museo de Florida, y cuando vi ese trabajo todo cerró”, dice Rinderknecht, quien junto a Jorge Gallas, había estado clasificando y ordenando la colección de fósiles del museo de Florida.

El artículo publicado en 1972 por Mario Teruggi, Juan José Bianchini y Eduardo Tonni en la Revista de la Asociación Geológica Argentina llevaba un título que parecía hablarles directamente a nuestros investigadores que lo leerían medo siglo después: “Un cuerpo crecionario de origen animal que semeja un huevo fósil”. En el artículo que ahora publican Rinderknecht y Jones dicen que este “notable pero poco conocido trabajo” de los argentinos, en el que “describen un fósil de características similares” a los tres fósiles que ahora reportan como enterolitos, fue fundamental para allanarles el camino. Pero claro: no sabían de su existencia cuando analizaron el huevo que no era tal.

Enterolito del Museo Histórico de Florida.

Enterolito del Museo Histórico de Florida.

Foto: Andrés Rinderknecht

Se trata de un artículo publicado sólo en español medio siglo atrás, que no tiene una versión digital a la que puedan acceder paleontólogos que estén ante un fósil similar. “Casi 100% de los paleontólogos que hubieran visto el fósil de Colonia hubiera dicho que era un huevo, porque hay un desconocimiento general sobre lo que son los enterolitos y los cálculos intestinales, a menos que seas un veterinario que trabaja específicamente en eso. En toda la bibliografía, salvo este trabajo argentino de hace 50 años, no hay nada”, afirma Rinderknecht.

“En ese trabajo, Teruggi y sus colegas encontraron un fósil similar y lo primero que pensaron también fue que era un huevo, lo dieron por sentado. Pero cuando hicieron el análisis químico y vieron la estructura interna, se dieron cuenta de que no era”, cuenta Rinderknecht. “Ellos dicen lo sorprendente y parecido a un huevo que es ese fósil de enterolito. Nosotros llegamos un poquito más tarde a esa conclusión, después de que el paper de 2021 ya estaba publicado”.

Todo es una suma de grandes casualidades: un producto de la actividad de un animal se fosiliza hace unos 16.000 años por procesos que tienen bastante que ver con el azar. La casualidad quiere que allá por el año 2000 el coleccionista de fósiles Diego Acuña lo encontrara en un barranco de la playa El Caño, en Colonia. Los paleontólogos a los que consultó pensaron que se trataría de un huevo de ave. El azar volvió a intervenir. Rinderknecht se volvió a encontrar con fósiles similares provenientes del mismo lugar en el museo de Florida. A los días, gracias a un compañero de trabajo, le llega a sus manos el artículo de 1972 de Teruggi y colegas. Toda esa serie de sucesos fortuitos tuvo que darse para que hoy estemos hablando de estos extraños enterolitos, que como son fósiles no del animal en sí sino de una actividad vital –como las huellas de pisadas, madrigueras, excrementos– se denominan icnofósiles.

Un error, un gran hallazgo

“Para mí es fantástico y es mucho más útil y mucho mejor que sea un enterolito a que sea un huevo. Porque huevos hay por todos lados, pero sobre enterolitos fósiles, en todo el mundo, hay una sola publicación, la de Teruggi, y no es está accesible a la gran mayoría de la comunidad de la paleontología”, dice Rinderknecht.

Hoy somos el país con más fósiles de enterolitos reportados del mundo. Con los tres fósiles encontrados en Colonia, el que se reportó como huevo de ave, que está en el Museo del Indio y la Megafauna, en Cerros Azules, Maldonado, más los dos que están en la colección del Museo Histórico de Florida, pasamos a liderar el ranking mundial de enterolitos fósiles, que desde 1972 dominaba en solitario Argentina. “Triplicamos los registros fósiles de enterolitos de Argentina”, reconoce bromeando.

“Somos el país con más fósiles de enterolitos... publicados”, apunta Jones. “Seguramente en colecciones haya muchos más que están mal identificados”, explica. De hecho, ahora Rinderknecht está convencido de que un fósil extraño del Cuaternario de Paraguay, que le habían mostrado hace 15 años, es también un cálculo intestinal. “Estoy seguro de que los enterolitos son mucho más abundantes de lo que pensamos. Si nosotros en este intervalo entre que salió el artículo del huevo fósil encontramos tres, seguro hay muchos más. El asunto es que no se les ha prestado atención”, afirma.

Enterolito del Museo Histórico de Florida.

Enterolito del Museo Histórico de Florida.

Foto: Andrés Rinderknecht

Poco conocidos

Sucede que los enterolitos, ya no fósiles sino en animales actuales, no son muy conocidos ni estudiados. “Y eso que los tenemos muchos mamíferos, entre ellos nosotros, los humanos”, puntualiza Rinderknecht.

“Hay algo de literatura sobre enterolitos a nivel veterinario en aquellos animales de interés veterinario. Pero aun sobre esos animales hay pocos trabajos”, amplía Jones. Incluso no es mucho lo que sabemos de estos cálculos. “Se conoce más la parte fisiológica, pero las causas de por qué un animal genera enterolitos no es bien conocida”, dice Rinderknecht tras haber leído todo lo que pudo encontrar al respecto, en su mayoría trabajos sobre caballos.

¿Cómo se vive con un entorolito del tamaño de un huevo? ¿El animal que hace 16.000 años padeció este cálculo intestinal habrá sufrido mucho? “Los caballos, por ejemplo, pueden tener varios enterolitos del tamaño de este que pensamos que era un huevo. A algunos les han sacado hasta cinco. Hay caballos que pueden llegar a tener cálculos intestinales tan molestos que se revuelcan y deben ser operados, así que es un problema médico para los caballos”, dice Rinderknecht.

“Evidentemente hay un tipo de fósiles que requieren que tengas un conocimiento muy específico. Como Andrés, podés tener un muy buen conocimiento de anatomía y a partir de fragmentos, tener idea de a qué animales pertenecerían determinados huesos. A este tipo de fósiles que se parecen a huevos, y los huevos fósiles, requieren además de un conocimiento que te da ver muchos fósiles, toda una confirmación con una serie de metodologías que hay que hacer”, apunta por su lado Jones. “Eso fue lo que hicimos para este artículo, todo un trabajo de laboratorio que requiere cierto tipo de especialización que no es tan habitual para gran parte del trabajo paleontológico”, agrega.

Pistas que descartan

Una de las pistas más evidentes para saber que no se está ante un huevo fósil es observar la forma en que se depositan las distintas capas en el fósil. “Ningún huevo reportado jamás en la literatura científica se fosilizó generando capas concéntricas. Esa es una estructura que Teruggi y sus colegas llaman ‘crecionaria’, que va creciendo excéntricamente”, dice Rinderknecht.

“Esa formación concéntrica en realidad no se debe a la fosilización, la hace el propio cuerpo del animal que tiene el cálculo intestinal. Así se ve en los enterolitos de caballos actuales”, acompaña Jones. Para ambos, una de las virtudes del trabajo de 1972 es que en el equipo había un experto en fósiles, un geoquímico y un veterinario. “El geoquímico y el veterinario evidentemente sabían cosas que a un paleontólogo se le pueden pasar por alto. Hasta no leer el trabajo de Teruggi, por ejemplo, yo no tenía idea de que un huevo de un ave no tiene casi fósforo”, dice Jones.

“Los huevos tienen carbonato de calcio pero no fosfato de calcio, que es lo que tiene este enterolito”, dice Rinderknecht. Mientras que los huevos fósiles tienen apenas 1% de su peso total en fosfato de calcio, en el material de Colonia encontraron 17%. Sumando esas dos cosas, alcanza para eliminar cualquier posibilidad de soñar con estar frente a un huevo: si tiene capas concéntricas y más fosfatos, mejor apuntar a un cálculo intestinal.

Jones y Rinderknecht se conocen desde hace tiempo. Verlos discutir es un show que ameritaría una venta de entradas. El huevo también desató la discusión. “Esto deja claro que los huevos fósiles completos son mucho más raros que los enterolitos. Es mucho más difícil fosilizar un huevo completo”, dispara Jones. “¿Cómo sabés eso? En Uruguay está lleno de huevos fósiles completos de dinosaurios, y enterolitos sólo hay tres”, le retruca su amigo. “Na, na, na. Hablo de huevos fósiles sin romper. Y mucho más difícil aún es encontrar huevos fósiles completos si son de ave”, vuelve a la carga Jones.

Rinderknecht cambia de estrategia: “Si Jones tiene razón –ojalá la tenga– y los fósiles de enterolitos son lo más común del mundo, este trabajo pasa a ser muy importante, porque a partir de esta publicación se van a encontrar enterolitos por todos lados”. Su amigo asiente a regañadientes.

“Un científico es una persona integral, no está escindido de sus gustos y preferencias personales. Él tiene un amor por lo escatológico y yo tengo un amor por las aves. Entonces a mí me hubiera gustado más que fuera un huevo de ave y a él le gusta más esto”, dice jones mostrando que están de acuerdo en no estar de acuerdo en el impacto sobre esta nueva publicación. Lo que los hubiera dejado felices a los dos por igual hubiera sido que se tratara de un enterolito de ave. Pero no. El sospechoso aquí es un mamífero.

Andrés Rinderknecht y Washington Jones (archivo, marzo de 2021).

Andrés Rinderknecht y Washington Jones (archivo, marzo de 2021).

Foto: Federico Gutiérrez

¿Quién lo dejó?

“Evidentemente el tamaño del enterolito debería tener relación con el tamaño del animal”, dice Jones. Si bien pueden ser pequeños, un cálculo intestinal grande como un huevo de ave nos está hablando de que el animal que lo padeció era mucho más grande que un ratón o un hornero.

“Hay un paper de la década de 1940 que describe un enterolito de ciervo que fue encontrado junto con el esqueleto del animal muerto. El autor cuenta que en el museo la etiqueta dice ‘esqueleto de ciervo con huevos adentro’”. Todos estallamos de risa (los ciervos no ponen huevos, claro está).

“El fósil que describen Teruggi y sus colegas estaba en una caja con restos de huesos de perezosos gigantes. Ellos dicen que eran restos de Scelidotherium, pero ha cambiado mucho la nomenclatura, por lo que podría ser de otra especie de perezoso”, cuenta Rinderknecht. En su artículo señalan que en el mismo lugar de Colonia donde fue encontrado este cálculo intestinal, y en los mismos niveles de antigüedad, han aparecido huesos de perezosos de la especie Catonyx cuvieri, aunque señalan que “muchos otros taxones de mamíferos se recolectaron en este estrato, y dado que se han registrado enterolitos en muchos tipos de mamíferos, no se puede aventurar una asignación taxonómica precisa de estos materiales”.

“En su trabajo Teruggi y colegas dicen que los cálculos intestinales son comunes en herbívoros, raros en omnívoros, y no existen en mamíferos carnívoros. Sin embargo, hay otros trabajos que nosotros vimos en los que se describen cálculos intestinales para carnívoros, aunque son muy raros”, dice Rinderknecht ampliando la lista de posibles sospechosos. “Por abundancia, por lo más común y frecuente, lo más probable es que se trate de un cálculo intestinal de un herbívoro”, dice luego, tal vez ante mi mirada que busca que se restrinjan los posibles candidatos. “Como sucede con muchos icnofósiles, salvo un descubrimiento excepcional, es difícil llegar a decir a qué animal habría pertenecido”, secunda Jones. “Tenés que encontrar un esqueleto con un enterolito dentro”, remata Rinderknecht. Y aun así, cruzar los dedos para que el empleado del museo no le ponga “huevo de perezoso”.

Abriendo los ojos

Este trabajo hace un gran aporte a la comunidad de paleontólogas y paleontólogos: ojo con esos huevos fósiles enteros que encuentren y ojo con los que están en los museos y colecciones catalogados como tales.

“En nuestro trabajo hacemos un homenaje al artículo publicado por los colegas argentinos medio siglo atrás”, dice Rinderknecht. Así lo ponen: “En 1972, los investigadores argentinos Mario Teruggi, Juan José Bianchini y Eduardo Tonni registraron la notable similitud entre el cálculo intestinal que publicaban y un huevo fósil. De hecho, estos autores advirtieron sobre la posibilidad de que en el futuro, otros investigadores pudieran cometer un error de identificación. Medio siglo después, y habiendo cometido este mismo error, repetimos la advertencia de los investigadores argentinos”.

“El trabajo de Teruggi es realmente excepcional, no sólo porque se plantearon dudar de que lo que encontraron fuera un huevo, sino por todo lo que hicieron para corroborar que no lo era”, dice fascinado Jones.

El artículo ahora publicado por nuestros investigadores, en inglés y en una revista importante, podría provocar una andanada de revisiones de colecciones y de reasignaciones. “Puede que no tenga mucho glamour, porque es un cálculo intestinal, pero para mí es importante por todo lo que puede venir a partir de esto”, dice Rinderknecht. “Ahora, ante todo lo que veo con forma de huevo entero, mi primera hipótesis es que se trata de un enterolito, el huevo viene en segundo lugar”, remata mostrando cómo el conocimiento nos cambia.

Si los cálculos intestinales son más comunes, ya aparecerán sus fósiles por todos lados. Por ahora, Uruguay, con sus tres enterolitos, es el país con más cálculos intestinales fósiles reportados para la ciencia. Y el podio se cierra con Argentina. Esperemos que la comunidad internacional sepa apreciar este gran aporte de la paleontología del Río de la Plata que juntó a investigadores inquietos separados por 50 años de diferencia y unidos por la misma pasión por explicar cómo era y es la vida en este planeta.

Artículo: “Never put all the eggs in the same basket: Fossil record of enteroliths in the quaternary of South America”
Publicación: Journal of South American Earth Sciences (julio de 2022)
Autores: Andrés Rinderknecht y Washington Jones.