Los regímenes monárquicos al menos nos han enseñado una cosa valiosa: la endogamia no es buen asunto. Basta con preguntárselo a los Habsburgo, que basaron su casa real en la cruza de unos pocos individuos emparentados y tuvieron que lidiar con un montón de enfermedades y malformaciones congénitas.
El empobrecimiento genético no es sólo un inconveniente para la realeza. En la naturaleza puede traer problemas más complicados, como se ha visto con frecuencia en poblaciones que, al quedar aisladas o fragmentadas, se ven obligadas a reproducirse entre ejemplares muy emparentados.
En Uruguay, los venados de campo (Ozotoceros bezoarticus) en cautiverio no tienen prognatismo mandibular, como Carlos II, pero se enfrentan a riesgos reales (y no precisamente de realeza) debido básicamente a lo mismo: la población actual en la Estación de Cría y Fauna Autóctona (ECFA), de 155 ejemplares, se originó a partir de menos de una decena de individuos. Si bien su número aumentó en los últimos años gracias al buen manejo veterinario –en el 2016 había solo 66 animales– ha experimentado problemas que podrían estar relacionados con la endogamia, como individuos que no llegan a reproducirse o mueren antes del primer año de vida. Necesita, por lo tanto, una mayor variabilidad genética para asegurar su viabilidad en el futuro.
La importancia de garantizar el futuro de esa población en cautiverio se vuelve más clara cuando uno repasa la historia de esta especie en Uruguay, que en un par de cientos de años pasó de tener millones de ejemplares en nuestros campos hasta quedar prácticamente al borde de la extinción por la competencia con el ganado, las enfermedades infecciosas, la caza y la pérdida de hábitat por cambios en el uso del suelo.
Hoy subsiste en números exiguos en unos pocos lugares de Salto y Rocha gracias a la voluntad de algunos productores y estancieros, que aceptan tenerlos en sus campos y los cuidan como pueden de la caza furtiva, pero su supervivencia no está garantizada. Prueba de ello es una fotografía que circuló hace poco, tomada en la última Semana de Turismo, en la que se ve un vehículo transportando un venado de campo muerto, recién cazado.
Para darle a la población de la ECFA la variabilidad que tanto necesita, Uruguay puso en práctica hace más de un año un operativo inédito en América Latina, financiado por la Dirección Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (DINABISE) y coordinado por el Departamento de Biodiversidad y Genética del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE). Un equipo liderado por dos referentes internacionales en cérvidos, la bióloga uruguaya Susana González y el especialista brasileño Mauricio Barbanti, doctor en medicina veterinaria, capturó, anestesió y tomó muestras de semen de venados de campo que se hallaban libres en Salto. Ese semen fue conservado y empleado para realizar reproducción asistida a nueve hembras que se encuentran en la ECFA. “Si tiene éxito, va a mejorar mucho la habilidad de supervivencia de la población, su capacidad de reproducirse, la longevidad. Si queremos reintroducir animales en la naturaleza en el futuro, tenemos que tener una buena variabilidad, y la de aquí es muy baja”, dijo en aquella ocasión Barbanti. Además, a cinco machos se les colocó una caravana y un radiocollar satelital para aprender más sobre su comportamiento en la naturaleza.
Era una novedad esperanzadora, pero el último año trajo malas noticias para los venados. Para empezar, ninguna de las hembras quedó preñada en la primera fase del operativo, un desenlace que en realidad no sorprendió a los especialistas, que conocían el grado de dificultad al que se enfrentaban. Por eso mismo el proyecto que presentaron, con financiación aprobada, abarcaba dos años en total. De acuerdo al convenio firmado, estaba previsto que a comienzos de este año realizaran un nuevo intento de inseminación. Sin embargo, nada de eso ocurrió.
Ajo y agua
“A más tardar en marzo o abril tendríamos que haber realizado la extracción de semen, la inseminación y la colocación de radiocollares, pero no pudimos. Se nos comunicó que no hay interés en continuar el proyecto”, explicó la bióloga Susana González. Quien les dijo que el proyecto se suspendía fue la propia DINABISE, cuyo director es Gerardo Evia.
Que el convenio no se cumpla implica que tampoco se puede seguir adelante con otros componentes importantes del proyecto, no solamente la inseminación artificial. “También estaba previsto hacer los censos y ver bien dónde se encuentran los venados, porque si bien en Salto se mantienen más o menos en los mismos sitios, la población en Rocha tiene una situación distinta y los animales están bajo mucho estrés”, agregó la especialista.
En Uruguay hay dos subespecies endémicas de venado de campo: Ozotoceros bezoarticus arerunguaensis, que es la que se encuentra en Salto, y Ozotoceros bezoarticus uruguayensis, que es más reducida y habita en Rocha. La situación de la segunda, como apuntó Susana, es menos clara que la primera. “Es necesario hacer un nuevo censo en profundidad, porque el que hicimos en la pandemia nos mostró una situación que ha cambiado mucho en Rocha. En uno de los campos en que estaban los animales se modificó el manejo, pasó a practicarse una agricultura más intensiva y los venados se han ido corriendo a otros lugares. Y es necesario tener una presencia en el lugar justamente por este tipo de cosas. Me pasó volver allí por este proyecto y que algunas personas preocupadas por los venados me dijeran: ‘¿Qué le pasó, que no vino más? ¿No se da cuenta de lo que está pasando acá?’ Pero es muy complicado ir y trabajar allí sin tener el apoyo de un proyecto”, sostuvo Susana.
El trabajo con radiocollares también quedó interrumpido, aunque obtuvieron datos muy buenos durante el primer año. “Esa es una información súper útil para cuando venga la fase de introducir los animales en la naturaleza. Hay que tener claro cómo debe ser el predio donde van a ir esos animales y entender las necesidades territoriales y cuál es el ‘ámbito hogar’, que es el ámbito en el que los animales se mueven”, señaló.
La suspensión del proyecto tomó por sorpresa a los investigadores pero también a las autoridades del IIBCE, según supo la diaria, debido a que se trató de un incumplimiento con “un compromiso asumido y firmado por las autoridades”. “El IIBCE tiene convenios de financiación con muchísimas instituciones, y es la primera vez que nos queda un convenio cortado”, explicó Susana González.
En primera instancia, autoridades del Ministerio de Ambiente explicaron a los científicos que pensaban destinar los fondos a otras áreas de estudio, pero luego de las críticas por el incumplimiento los alentaron a reformular el proyecto de una forma más económica. “Nos dijeron que el convenio estaba terminado y nos instaron a hacer una nueva propuesta para firmar un nuevo convenio, con énfasis en que pusiéramos el mínimo que necesitábamos. Lo hicimos, pero hasta la fecha no obtuvimos respuesta”, contó Susana, para quien la suspensión del proyecto tiene varias repercusiones. Por un lado, “al igual que todo lo que se hace por la mitad en materia de conservación, nos lleva a perder seriedad, como pasa por ejemplo frente a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza”, indicó. “Esto no debería ser un tema de gobiernos sino de Estado, de políticas públicas; sea quien sea que esté gobernando, si hay un convenio debería continuarse”, agregó.
Por otro lado, la población de venados de campo en cautiverio seguirá con los mismos riesgos a futuro. “Este era un proyecto viable y necesario, porque no sabemos qué va a pasar el día de mañana con los venados de campo en la naturaleza, ya que su conservación depende hoy de la voluntad de los privados; ninguna de las dos poblaciones está en un área protegida”, continuó Susana.
El proyecto preveía también hacer una puesta a punto del estado de conservación de la especie, la identificación de los padrones en los que se encuentran los animales y la elaboración de una propuesta de manejo que favorezca a quienes deciden tener a estos animales en sus campos. En ese punto, al menos, las autoridades parecen haber escuchado un pedido que los investigadores vienen haciendo con insistencia.
Y que no me digan en la esquina
“Uruguay es el único caso en Latinoamérica en que la mayoría de las tierras y de las especies de interés a conservar están en manos de privados”, afirmó González. Por eso, tanto ella como la bióloga Mariana Cosse, que también trabaja con venados, han insistido en la importancia de que se premie de algún modo a aquellos productores que deciden cuidar a los venados de campo y los acepten en sus tierras, a veces a costa de perder algunas ganancias (si bien los estudios del equipo del IIBCE demostraron que esta especie no compite con la ganadería vacuna, sí lo hace con la ovina).
“La responsabilidad de conservación no tendría que ser de los productores sino del Estado, que tiene que generar estrategias para al menos indirectamente ayudar a conservarlos, promoviendo la certificación de la carne producida en tierras habitadas por venados, por ejemplo, u otorgando una reducción de impuestos a quienes los conservan”, había afirmado meses atrás Mariana Cosse a la diaria .
En este sentido se abre algo de esperanza para la especie, porque el Ministerio de Ambiente trabaja en una propuesta para plantear exactamente esto de cara a la próxima Rendición de Cuentas. El anuncio fue hecho en el Parlamento por el ya mencionado Gerardo Evia, director de DINABISE, según informó el diario El País y consta en actas de la comisión especial de Ambiente de la Cámara de Representantes.
Evia concurrió junto a otras autoridades del ministerio para tratar varios temas, entre los que se encontraba el reciente proyecto de ley que declara al venado de campo como especie protegida en Uruguay, presentado por el diputado frenteamplista Eduardo Antonini y de próximo tratamiento en la Cámara de Representantes.
En esa ocasión, Evia señaló que el ministerio está trabajando para que se presente la propuesta de un artículo que permita “determinadas exoneraciones tributarias a los predios de productores donde se mantengan las poblaciones de venados de campo, como una forma de acción concreta de reconocimiento y de estímulo al mantenimiento de esas poblaciones”.
“Creemos que sería un estímulo positivo y un reconocimiento a esos productores que hasta ahora han permitido la persistencia de esas poblaciones y que, de alguna manera, los han protegido de la caza furtiva y de otros mecanismos de depredación”, continuó. Evia agregó que vincular estos beneficios a los impuestos asociados a la tierra “es lo más directo y sencillo”, aunque es necesario articular en forma más fina con las distintas intendencias.
Susana González opinó que realizar algo así es viable porque ya se aplican instrumentos parecidos para quienes mantienen bosques nativos (la Ley forestal N° 15.939, que prevé que el propietario del bosque presente un plan de manejo ante la Dirección General Forestal para su estudio y aprobación), pero resaltó que la propuesta debe ser bien clara y tiene que transmitir al Ministerio de Economía exactamente cuánto dinero es el que resignaría. Aclaró que el único antecedente de una iniciativa similar con el venado de campo fue un Proyecto de Producción Responsable de financiación internacional, canalizado a través del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y liderado por el biólogo Nicolás Marchand, que otorgó incentivos económicos a productores de Salto y Rocha por conservar los venados.
Si se convierte en propuesta y se aprueba, sería un paso adelante para una especie que desde hace décadas está a la espera; pese a que se la declaró Monumento Natural del país en 1985, no se crearon instrumentos específicos para su protección. Allí es donde justamente apunta el nuevo proyecto de ley.
La ley es otra
El proyecto de ley de Eduardo Antonini, presentado en 2020 pero que fue tratado en comisión recién en las últimas semanas, tiene en realidad un único artículo que dice así: “Declárese al venado de campo (Ozotoceros bezoarticus) ‘especie protegida’”. En su exposición de motivos, Antonini hace un recuento del pasado abundante y el posterior declive de este venado en Uruguay y señala que es “imperioso actuar ya, tomando las medidas necesarias para la supervivencia de esta especie en nuestro país”.
En su comparecencia en la comisión, Evia comentó este artículo y señaló que la especie ya está protegida, porque “como norma general, la ley de protección de fauna establece que, básicamente, todas las especies nativas del Uruguay están protegidas, salvo aquellas para las que expresamente esté autorizada por el Poder Ejecutivo su caza o explotación”.
Consultado al respecto por la diaria, Antonini dijo que este es sólo un primer paso que “abre varias puertas”, y que si el proyecto de ley se aprueba tendrá una reglamentación más clara para que haya acciones concretas. “Lo primero es protegerlo específicamente para que la especie salga de la nebulosa en la que está, ya que no se le ha dado la atención suficiente”, comentó.
Durante la sesión de la comisión de Ambiente del 11 de abril, Antonini había lamentado que el proyecto de inseminación liderado por Mauricio Barbanti y Susana González quedara trunco a raíz de que “no cuentan con el dinero suficiente de parte de la intendencia ni con ayuda de los ministerios para seguir con ese programa”. “Sería un buen momento para tomar esta iniciativa y declarar el venado especie protegida y que las autoridades y ministerios que correspondan pongan una visión especial tanto en los que están en la reserva como en los que viven en libertad”, declaró.
En conversación con la diaria, Antonini también lamentó que su proyecto de ley hubiera quedado de lado y sin tratar en casi tres años pese a que es “más inocente que Bambi” y que la conservación de fauna “trasciende a los partidos políticos”.
Este martes, sin embargo, la comisión especial de Ambiente trató el proyecto y aprobó por unanimidad pasarlo a la Cámara de Diputados para que se vote allí próximamente (es probable que entre al Plenario la semana que viene, según adelantó Antonini). Quedará ahora en manos de los legisladores aprobarlo y darle forma a una reglamentación que pueda finalmente brindar herramientas concretas para la conservación de la especie.
Es poco probable que el proyecto de ley de Antonini, por positivo que pueda resultar para el venado de campo, reviva a corto plazo la iniciativa de Susana González y Mauricio Barbanti. La bióloga uruguaya, de hecho, ya está pensando en alternativas de financiación internacional, como tuvo que hacer 21 años atrás en la sierra de Los Ajos en Rocha, cuando las autoridades sospecharon que los venados eran culpables de un brote de brucelosis que afectaba al ganado. En aquella ocasión, Susana consiguió el dinero, evitó que el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca siguiera matando ejemplares de la especie para sacar las muestras y logró así demostrar que los venados eran inocentes.
Y si nadie aporta el dinero, aclaró Susana, pasará lo que pasa a menudo en este tipo de casos: terminarán pagando los venados, como viene sucediendo desde hace cientos de años.
Los responsables del proyecto para mejorar la variabilidad genética
José Mauricio Barbanti es doctor en medicina veterinaria y doctorado en ciencias biológicas con especialidad en genética. Es especialista en cérvidos latinoamericanos en captura, cría en cautiverio, reproducción y genética. Como muestra un botón: para salvar una población de ciervos del pantano (Blastocerus dichotomus), a punto de perecer por la inundación provocada por la construcción de represa hidroeléctrica Porto Primavera en Brasil, capturó y trasladó más de 250 ejemplares arrojándose desde un helicóptero sobre cada uno de ellos en zonas pantanosas. Es vicedirector del Grupo Especialista de Ciervos de la Comisión de Supervivencia de Especies de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN). Integra el Núcleo de Investigación y Conservación de Cérvidos (NUPECCE) del Departamento de Zootecnia de la Facultad de Ciencias Agrarias y Veterinarias de la Universidad Estatal Paulista (UNESP).
Susana González es doctora en ciencias biológicas con especialidad en genética. Es especialista en cérvidos latinoamericanos y directora del Grupo Especialista de Ciervos de la Comisión de Supervivencia de Especies de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN). Es profesora titular de investigación del Departamento Biodiversidad y Genética del IIBCE y grado 5 del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (PEDECIBA) Es coautora, junto a Mauricio Barbanti, del libro Neotropical Cervidology: Biology and Medicine of Latin American Deer.