En esta sección ya casi que no hace falta presentarlo. Pero como los públicos se renuevan, allá vamos una vez más: el ecosistema más extendido de nuestro país es el pastizal. Como eso fue así desde hace mucho –hoy ocupa apenas 60% de nuestra superficie, pero supo ocupar hasta 80% en tiempos pasados–, es lógico entonces que gran parte de la biodiversidad de nuestro país esté relacionada con él: en el pastizal viven 63% de las 351 especies de aves del país, 74% de las 74 especies de mamíferos, 55% de las 65 especies de reptiles, 8% de las 48 de anfibios y 36% de las 315 especies de plantas leñosas. A eso hay que sumarle los insectos, arácnidos, otras plantas, hongos y microorganismos, y nos haremos una idea aproximada de qué tan importante es este ecosistema.
A diferencia del monte nativo, los humedales o la franja costera, que están protegidos por ley, a diferencia de varios paisajes de quebrada, islas, lagunas y demás que están dentro de áreas protegidas, los pastizales naturales de Uruguay no cuentan con ningún tipo de protección (y tampoco los de la región). Ni siquiera sabiendo que entre 1985 y 2022 el país perdió 20% de sus pastizales naturales. Aun así, su valor extremo no se limita sólo a este aspecto de conservar la biodiversidad.
En el siglo XVII, viendo que el territorio que hoy ocupa Uruguay no era pródigo en oro y plata pero sí en pasturas, a Hernando Arias de Saavedra se le ocurrió soltar unas cabezas de ganado. El herbívoro rumiante introducido y el pasto que hacía poco más de 10.000 años les había llenado la panza a mamíferos gigantescos como los gliptodontes y toxodontes, se llevaron bien. En poco tiempo el ganado vacuno explotó poblacionalmente, por lo que españoles, portugueses, criollos e indígenas pasaron a explotarlo. Los mayores herbívoros nativos en ese entonces eran el venado de campo, hoy presente en apenas dos localidades del país, y el ciervo de los pantanos, hoy extinto en nuestro territorio. Pero el ganado introducido dio pie al suculento negocio de venta de cueros y carne que dura hasta nuestros días. El pastizal, entonces, no sólo es importante para la biodiversidad, sino para el bolsillo. De hecho, ambos aspectos confluyen en un punto.
La pérdida de biodiversidad es un problema que afecta al mundo entero. Y entre otros factores, ese problema es impulsado por el avance de la ganadería, la agricultura y la urbanización. Esos avances implican un cambio de uso del suelo. Por otro lado, tenemos el problema del calentamiento global, impulsado por la emisión antropogéncia de gases de efecto invernadero. La ganadería es señalada como un gran aporte para ambos problemas. Y es cierto: si se tala un bosque como el del Amazonas para sembrar pasturas y criar ganado, estamos en aprietos (la palabra para definir allí el cambio del uso del suelo es deforestación, y despastizalización es la que aquí acuñamos para definir la sustitución de pastizales para dar lugar a agricultura o forestación). Pero en algunos países del mundo, la ganadería se hace en zonas donde ya hay pastizales. Uruguay es uno de ellos. La huella de carbono y de impacto de la biodiversidad de la carne producida en ecosistemas de pastizal natural es muchísimo menor que la de la carne producida en feedlots o en zonas donde se quitó algo para poner pasturas.
Más aún: no son pocas las investigaciones que marcan que el pastizal para estar sano precisa de herbívoros (y de otras cosas, como el fuego). Y como aquí a los grandes herbívoros pastadores los exterminamos o reducimos indolentemente, ese rol de mantener al pastizal lo cumple hoy el ganado (cuando no se sobrepastorea, claro está). Si por arte de magia hoy hiciéramos desaparecer a todo el ganado de nuestro país, el pastizal se degradaría, recordándonos que toda la vida en este planeta forma una red compleja de interdependencias. ¿Deberíamos entonces pensar que toda práctica ganadera es una forma de defender nuestro principal y más desprotegido ecosistema? Claro que no.
Así nos lo muestra el artículo de reciente publicación “Intensificación del uso de la tierra mediante la siembre en cobertura de leguminosas en pastizales naturales: impactos en la diversidad vegetal”. Firmado por los investigadores de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República (Udelar) Felipe Lezama y Pedro Pañella, del Departamento de Sistemas Ambientales, y Amabelia del Pino, del Departamento de Suelos y Aguas, junto a Diego Cáceres, del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), aquí se aborda cómo una práctica común en nuestro país para obtener mejores forrajes en predios ganaderos –sembrar una leguminosa, en este caso Lotus suaveolens (conocido como Lotus Rincón), junto a la fertilización con fósforo– afecta negativamente la diversidad de especies del pastizal.
No se trata de la primera vez que se reportan estos efectos sobre la diversidad del pastizal de esta técnica, denominada mejoramiento extensivo, pero sí es la primera vez que en lugar de ver qué sucede en predios experimentales, se observan estos impactos en predios ganaderos comerciales en los que se viene llevando adelante una valiosísima investigación desde alrededor de 2010. Así que, deseosos de ver qué tienen para decir y esperando que el futuro del pastizal se beneficie con sus aportes, vamos al encuentro de Amabelia del Pino, Diego Cáceres y Felipe Lezama.
Impulsados por una incongruencia
Si se quiere, podría decirse que esta investigación para evaluar cómo la práctica del mejoramiento extensivo afecta la diversidad de los pastizales surgió del desconcierto.
“Este trabajo se origina en gran parte en un trabajo realizado en una estación experimental de INIA [Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias] de hace diez años, cuya publicación tenía a Martín Jaurena como primer autor”, desliza Felipe.
Se refiere al artículo “El dilema de mejorar los pastizales nativos sembrando encima leguminosas: intensificación productiva o conservación de la diversidad”, firmado por Martín Jaurena, Lucía Sclavo, Gerónimo Cardozo, Walter Ayala, José Terra, Carlos Nabinger y el propio Felipe Lezama, y que fuera publicado en 2016.
“Se trató de un experimento a largo plazo en una estación experimental en Treinta y Tres en el que se realizó un mejoramiento extensivo con leguminosas y fósforo”, reseña Felipe. Lo que vieron fue bastante desalentador: “Allí el mejoramiento terminó en un 80% de gramilla y muy poquitas especies”, dice resumiendo brevemente los principales resultados. La gramilla es una especie exótica invasora que, además, es poco provechosa para el ganado. Que queden pocas especies en la comunidad de diversos vegetales que conforman el pastizal tampoco era deseable. Con semejantes resultados, el tema parecía estar bastante aclarado: el mejoramiento extensivo afectaba negativamente la biodiversidad. Pero...
“Lo que se vio en ese estudio experimental fueron efectos muy dramáticos y drásticos. Pero después, al recorrer los campos comerciales, veíamos que el resultado en la estación experimental no se podía generalizar. Lo que sucedió ahí no ocurría en todas las situaciones”, confiesa Felipe. El contraste entre el efecto sobre la diversidad del mejoramiento en una estación experimental y lo que observaban les sembró la pregunta que los llevó a esta investigación. “Ese contraste nos motivó a intentar describir lo que ocurre realmente en los predios productivos comerciales con el mejoramiento extensivo”, redondea.
Se trató de un esfuerzo colectivo, interdisciplinario y prolongado en el tiempo. De hecho, los datos con los que trabajaron son de la primavera de 2013, y la investigación comprende la tesis de maestría en Ciencias Ambientales que Diego, agrónomo que trabaja en la Mesa de Ganadería sobre Campo Natural por el MGAP, realizó atraído por el pastizal.
Salir a buscar predios donde se estuviera llevando adelante ganadería y en los que hubiera tanto pastizal natural como pastizal con leguminosas sembradas encima y aplicación de fósforo no fue nada sencillo. “Fue una etapa laboriosa, que empezamos con un proyecto CSIC de vinculación con el sector productivo”, dice Felipe mencionando a la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Udelar. “En esa modalidad de llamado los académicos encuentran socios en el sector productivo que pueden ir como contraparte, ya sea solamente manifestando interés o incluso aportando recursos. Esa fue una etapa importante”, destaca. Y vaya que lo es: el trabajo justamente es poderoso porque pudieron dar con 29 pares de parcelas, cada uno ubicado en el mismo tipo de suelo de la misma parte del país y con la misma comunidad de pastizal (ya veremos eso) en el que en una había mejoramiento extensivo y en la otra campo natural en la zona de la Cuesta Basáltica, al norte del río Yi, y en la región Centro Sur y de la de Sierras del Este, al sur del río Negro. Eso implicó trabajar y forjar lazos de confianza con dueños de 15 establecimientos, que además aportaron información sobre cuándo sembraban la leguminosa Lotus suaveolens de la variedad Rincón y cuánto fósforo aplicaban por hectárea al mejoramiento.
Y ya que uno es bastante citadino y habla de mejoramiento extensivo –o, como prefiere Amabelia, siembras en cobertura, que es más conveniente ya que no implica una valoración–, veamos un poco mejor qué es eso.
El “mejoramiento” extensivo
“Abordamos el tema de los mejoramientos porque es una técnica que se utiliza hace muchos años en Uruguay y estaba la incertidumbre de ver qué efectos tenían, si eran inocuos o no en el largo plazo”, señala Diego. Felipe complementa diciendo que las estadísticas agropecuarias hablan de que hay un 5% de la superficie de Uruguay bajo mejoramiento, algo que en el trabajo señalan que corresponde a unas 700.000 hectáreas. “Eso seguramente sea una subestimación, porque es un porcentaje que está planchado en ese número desde hace décadas”, señala Felipe.
“Una manera de saber específicamente qué pasa con esos mejoramientos es estudiar la composición florística del pastizal y también qué está pasando con el suelo. Por eso en la tesis de maestría Felipe y Amabelia fueron mis dos cotutores, él como especialista en el tema de pastizales y ella en la parte de suelos”, retoma Diego.
Para uno que no sabe nada de las prácticas ganaderas, puede resultar raro que un productor tenga ambos tipos de campos en su emprendimiento, tanto mejorados con leguminosa y fósforo como otros con campo natural, es decir, sin agregado ni sembrado de ninguna índole. Si el Lotus con fósforo le da más resultados, ¿por qué tener pastizal sin ese supuesto mejoramiento?
“Los mejoramientos extensivos no se hacen en todos los potreros de los predios comerciales, sino en algunos que el productor selecciona. Hay allí también un tema económico, porque las semillas y el fertilizante tienen un costo”, me explica Diego con paciencia. También me deja clara la diferencia entre esta práctica y lo que sería una pradera.
“A diferencia de la pradera, el mejoramiento extensivo no implica un cambio de uso del suelo. La tecnología implica que se prepara el campo natural, a veces rayándolo con algún implemento, pero casi siempre utilizando ‘el diente’ de los animales, y se siembran al voleo semillas de Lotus. Pero no se saca nunca la cobertura que ya había, ni se quema, ni nada, sino que a la estructura de la vegetación del campo natural se le incorpora esta planta leguminosa y fósforo”, señala Diego.
“Sustituir, ya sea con herbicidas o mediante laboreo, la vegetación natural por una pastura implantada requiere otro tipo de inversión y se hace con la expectativa de obtener mucho mayor rendimiento”, sostiene Amabelia. “En situaciones de ganadería extensiva, sobre todo de cría, que es la que se hace más sobre campo natural, generalmente no se da la pradera sino esta siembra en cobertura. Eso en líneas generales, porque en realidad, en todos lados hay de todo”, agrega, e insiste en ese “en Uruguay en todos lados hay de todos” que es una de sus frases de cabecera. Siendo experta en suelos, por ejemplo, señala que perfectamente se encuentran distintos tipos de suelo a pocos metros de distancia.
Como un niño que va por primera vez a la Rural del Prado, aprovecho para sacarme dudas camperas. Les pregunto entonces si esta intervención hace que el pastizal deje de considerarse natural o no. “Depende de cuál sea la definición de campo natural que se maneje”, responde Diego. “En la Mesa de Ganadería sobre Campo Natural tenemos una definición que puede servir a modo de orientación, que entiende por campo natural un área donde los pastizales tienen más del 50% de herbáceas nativas. Si al aplicar este mejoramiento se te engramilla más de un 60% del potrero, con esta definición lo que queda ya no es un campo natural”, agrega, señalando que es “muy interesante esa discusión de qué es campo natural y qué no, según cómo lo mires”.
“En los mejoramientos extensivos hay situaciones en las que la gramilla u otras especies exóticas superan el 50%, pero son situaciones muy extremas de degradación que no se dan en la mayoría de los casos de mejoramientos extensivos. De hecho, en este trabajo hubo algunos casos, pero fueron muy excepcionales”, apunta Felipe.
“¿Por qué lo hacen los productores?”, pregunta Diego anticipándose a otra de mis preguntas citadinas. “Hay pocas leguminosas en los campos naturales. Al agregar una leguminosa de calidad, aumenta la producción total del pastizal porque fija nitrógeno, además de que se le agrega fósforo al suelo. Las pasturas con más nitrógeno y más fósforo son de mayor calidad, tienen más nutrientes. Entonces hay varias cuestiones que hacen interesante para los productores este mejoramiento. La cuestión es que ese mejoramiento, ecológicamente, no es gratis. Eso fue lo que nosotros quisimos analizar”, dice entonces.
¿Mejoramiento secuestrador?
Podría pensarse que en un país ganadero como este somos expertos en pasturas. Pero pobre de quien piense que el conocimiento, como la democracia, es algo a lo que se llega. El conocimiento es algo que se trabaja día a día. Y prueba de ello es que lo que sabemos del mundo va cambiando. “La bibliografía de divulgación, hasta hace pocos años, presentaba al mejoramiento extensivo como una panacea y decía que no sólo aumentaba la productividad, sino que se ganaba incluso en diversidad y que además secuestraba carbono en el suelo”, dice Felipe. Pero las cosas no eran tan así, como fueron reportando ellos y otros colegas.
“El impacto en el carbono lo abordamos en otro artículo, que es como un subartículo de este pero que salió antes. Usando 12 de los 29 pares de esta red, se analizó el tema del carbono en el suelo y se vio que no lo aumentaba generalmente”, cuenta Felipe.
El artículo al que se refiere, publicado en 2020, se titula “Sobresiembra de leguminosas en pastizales naturales: impactos en la biomasa de raíces y la materia orgánica del suelo de establecimientos comerciales” y lleva la firma de Viviana Bondaruk y Gervasio Piñeiro, además de la de Amabelia y Felipe. Allí reportan que “el secuestro de carbono se puede lograr después de la introducción de leguminosas en pastizales naturales pastoreados, pero dependerá de las prácticas de manejo del pastoreo”, ya que no se encontró que los predios con fósforo y Lotus tuvieran per se más stock de carbono.
“Lo que vimos es que en algún suelo que estaba muy degradado, en el sur, eventualmente se veía un incremento. Pero en suelos donde ya hubiera un nivel de carbono más o menos aceptable, no había efecto. O sea que tampoco por ese lado el mejoramiento era como decían”, sostiene Amabelia. “Eso viene a barrer con alguna línea o alguna idea de que si queremos secuestrar más carbono tenemos que sembrar en cobertura y fertilizar los campos”, agrega Diego.
“Hasta no hace tantos años, se presentaba esta tecnología como algo inocuo, que era sólo ganar y ganar. Pero no, tiene un costo”, apunta Felipe. “Si bien hay un aumento en la productividad y en la calidad del pasto, tiene el precio de que implica un gran riesgo de perder diversidad, que fue lo que nosotros documentamos”, agrega, dando pie a pasar a ver lo que encontraron, no ya en una estación experimental, sino en campos productivos de 15 productores ganaderos del norte y sur del país. Pero antes hagamos una última parada previa.
Viviendo en comunidad
A simple vista, y en parte por vivir en una cultura arbocéntrica, todos los pastizales nos resultan parecidos. Pero el asunto es que un pastizal es, en realidad, un ensamble de diversas especies vegetales y que, dependiendo de las distintas zonas de nuestro país, esos ensambles, denominados comunidades fitosociológicas en ecología, van cambiando. A describir estas comunidades ha dedicado buena parte de su vida como investigador Felipe, siempre acompañado por otros colegas. Sólo estudiando las regiones ganaderas del país, Felipe y sus colegas han reportado unas 500 especies de pastos distribuidos en cuatro regiones geomorfológicas.
El concepto de comunidad fitosociológica me llama la atención, pero Felipe me ataja: no tiene nada que ver con la intervención humana en la naturaleza ni con la idea de que no hay algo así como una naturaleza fuera de la que estamos nosotros. “Sería interesante, pero no viene por ahí. El término ‘fitosociología’ proviene de una escuela ecológica de Francia, de principios del siglo XX, que intentaba mostrar que la biología no estaba tan separada de las ciencias sociales. De cierta manera, verían a los ensambles de especies como sociedades humanas”, dice, dejando claro entonces que la fitosociología “es como una sistemática, pero en lugar de describir especies, describe ensambles, conjuntos de especies”.
“A grandes rasgos, en Uruguay hay grandes tipos de pastizales a los que podemos llamar comunidades. En la zona norte, en la Cuesta Basáltica, hay dos comunidades que son típicas y exclusivas de ella, mientras que otras tres comunidades se distribuyen en las otras tres principales regiones ganaderas.
En el trabajo se centran en el estudio de una comunidad de cada una de las dos zonas: en la Cuesta Basáltica, al norte del país, trabajaron con la comunidad denominada III, que está definida por la dupla de gramíneas Steinchisma hians y Piptochaetium stipoides; al sur del río Negro, en las regiones geomorfológicas Centro Sur y Sierras del Este, los predios que estudiaron presentaban pastizales de la comunidad IV, que está definida por la dupla de gramíneas Eryngium horridum y Juncus capillaceus.
En el trabajo reportan que en los predios de pastizales de la zona norte estudiados, los de la comunidad III, muestrearon 195 especies de plantas. En los del sur, pertenecientes a la comunidad IV, esa cifra totalizó 214 especies.
Hablar de estas comunidades es importante, porque ya que no todos los pastizales son iguales, tampoco deberíamos esperar que el efecto del mejoramiento extensivo sea el mismo en distintos suelos con distintas comunidades de pastizal. “Las respuestas a estos mejoramientos extensivos dependieron mucho de la comunidad, que era algo que ya sospechábamos por algunos antecedentes”, adelanta Felipe. Ahora sí, veamos los efectos que encontraron de la siembra en cobertura en la diversidad.
Afectando al pastizal
Al hablar de la riqueza de especies en una y otra zona, antes de ver qué pasa con el mejoramiento, reportan que “mientras en la comunidad III se registró un promedio de 55,3 especies por parcela”, en las de la comunidad IV, las del sur, esa cifra fue mayor: 75,2 especies. ¿Cómo afectó esto la sobresiembra con Lotus y la fertilización con fósforo? Negativamente, pero sólo en la comunidad IV, es decir, en los pastizales del sur. Allí redujo la riqueza de especies en 15,3%.
Bien, que haya más especies se supone que es bueno. Salvo que entre ellas haya especies exóticas o, peor aún, exóticas invasoras. Así que veamos cómo afectó la siembra en cobertura a la riqueza de especies nativas de los pastizales de ambas zonas estudiadas. Nuevamente, hubo efectos diferenciales: el mejoramiento “redujo un 21,1% la riqueza de especies nativas en la comunidad IV y no la afectó en la comunidad III”.
¿Qué pasó con la riqueza de especies exóticas en cada una de las comunidades? En la comunidad IV, la del sur, la riqueza de especies exóticas era mayor, promediando las 4,9 especies por potrero sin intervención estudiado, mientras que en el norte, en la comunidad III, esa riqueza de exóticas era de 2,2 especies exóticas por potrero. Una vez más, los efectos negativos del mejoramiento fueron diferenciales. “A la inversa de lo que sucedió con la riqueza de especies nativas, el número de especies exóticas se vio afectado por la intensificación sólo en la comunidad III”, reporta el trabajo, agregando que la riqueza de exóticas allí “aumentó 96,4%”.
Es decir, en la comunidad IV, la del sur, el mejoramiento disminuyó la riqueza de especies nativas, En la comunidad III, la del norte, aumentó la presencia de especies exóticas. Pero los efectos no acaban allí.
“Además en la comunidad III, en el basalto, no sólo aumentaron las exóticas, sino que además se uniformó el pastizal: todas las parcelas empezaron a parecerse entre sí”, agrega Felipe. Eso habla de lo que sería en ecología la diversidad Beta.
“A la diversidad Beta también se le puede llamar diversidad espacial; es cuánto varía de un punto a otro. Lo que pasó en la región basáltica es que la diversidad en una parcela de muestreo no fue afectada por el mejoramiento, pero sí la diversidad espacial. El número de especies en cada parcela era el mismo, pero al ver las distintas parcelas, era el mismo ensamble de especies que se repetía, aumentaba la similitud de especies entre parcelas”, explica Felipe. En el trabajo hablan de una “homogeneización”, y al respecto señalan que “dado que la homogeneización generalmente conduce a pérdidas en la estabilidad y resiliencia de los ecosistemas, la consideración de la diversidad Beta es esencial para la conservación de los ecosistemas”. Pues bien, en el norte el mejoramiento con leguminosas y fósforo no estaría ayudando a la conservación.
Depende de dónde y cómo
Si bien el efecto depende de la comunidad, hay algo que queda claro como bien resume Felipe: “El mejoramiento extensivo no es inocuo en ninguno de los dos casos que estudiamos”.
Pero además, reportan otra cosa de suma importancia: “Ni la cantidad de fósforo fertilizante aplicado ni el contenido de nitrógeno de la planta ni el tiempo desde la intensificación estuvieron relacionados con los cambios en la diversidad producidos por la siembra en cobertura de Lotus y fertilización sobre pastizales naturales”.
Esto es importante porque la cantidad de fertilizante aplicado, así como el tiempo que se lleva sembrando y fertilizando, se usan como indicadores relativamente sencillos de la intensificación. Aquí, entonces, queda claro que los efectos no se deben a la aplicación a lo largo del tiempo o a la cantidad de fertilizante por parcela, por lo que señalan que “la falta de previsibilidad de la magnitud del impacto mediante indicadores simples de intensidad del uso de la tierra desafía la prevención y mitigación de esta tecnología”.
¿Qué hacemos con esta evidencia?
En el trabajo reportan entonces que el mejoramiento o siembra sobre cobertura de Lotus junto a la fertilización con fósforo afecta, de forma negativa, la diversidad del pastizal. No es una práctica tan verde ni tan inocua. Y cómo afecte la diversidad del pastizal va a depender de las comunidades que ya hay, lo cual hace que no se pueda tener una solución única para distintas realidades.
El trabajo de los investigadores es generar evidencia. No tenemos por qué pedirles más. Pero ya que son expertos que trabajan en estos temas, uno siente curiosidad por saber cómo esto se traduce en recomendaciones, o qué políticas podrían influenciarse por esto que encuentran. Diego pide para arrancar porque, como trabaja en el MGAP, su trabajo no es investigar, sino que eso fue algo puntual de su maestría.
“Lo que yo saco es que, primero que nada, un mejoramiento no es algo simple, no es una técnica que se puede tomar a la ligera, no es cuestión de agarrar semilla y tirarla en cualquier lado”, apunta. Cuando se decida aplicar esta técnica, agrega, será importante monitorear. “Si vas a hacer un mejoramiento, se está haciendo una intervención importante en el ecosistema del campo natural, que es muy complejo. Si se va a hacer, hay que tener algunos cuidados y para eso hay que monitorear la riqueza de especies y de especies exóticas, ver si queda suelo desnudo, etcétera”, sostiene. Pero calculo que para un productor ganadero monitorear la diversidad de especies es algo que no está en su práctica cotidiana.
“No está en su práctica cotidiana, pero para eso están los extensionistas y las instituciones de extensión, y hay muchos productores que si bien capaz que no te cuentan, como Felipe, el número total de especies, sí saben si el Lotus les ocupó todo o si se les está engramillando el potrero, o se dan cuenta de si hay suelo desnudo. La cuestión es que no se trata de tirar la semilla, echar fertilizante y olvidarse. Antes se pensaba que era así, que no pasaba nada. Ahora sabemos que no”, redondea Diego.
“El mensaje que se puede dar, y que ya están dando los técnicos, es que el mejoramiento no tiene que superar determinados umbrales, porque si no terminás reemplazando al campo natural. Aun así, no sabemos cuál es el umbral. Determinarlo, para mí, sería una de las cosas interesantes a trabajar. Tal vez 20% o 30% de cobertura de Lotus es compatible con la conservación en una parcela, pero una vez excedido determinado porcentaje, 60% o 70%, como se reporta en la bibliografía, ya se estaría pasando ese umbral y deteriorando irreversiblemente el campo natural”, dice a su vez Felipe.
Cuando uno altera un ecosistema, en este caso el pastizal, siempre surge la pregunta de si, al terminar la perturbación, la naturaleza vuelve. ¿Un pastizal que perdió diversidad por este mejoramiento extensivo, si se deja de sembrar Lotus y de fertilizar, vuelve a lo que había antes? Felipe se sonríe con la pregunta. “Justamente sobre eso hay un trabajo que salió en 2022, que es de Pedro Pañella, en el que evaluó eso en INIA Treinta y Tres. Los resultados son poco alentadores. A grandes rasgos, se vio que tras diez años de que se dejaron de sembrar leguminosas y se dejó de fertilizar, el pastizal espontáneamente no se recupera”, dice Felipe.
El trabajo de Pañella y colaboradores se publicó con un título tan contundente como desmoralizador: “La fertilización y la siembra en cobertura de leguminosas en pastizales nativos conduce a un estado degradado difícilmente reversible”. Chan.
No podemos generalizar si eso que se dio en Treinta y Tres sucederá en otras comunidades de pastizales. Pero como principio precautorio, el mensaje sería que una vez que se altere una comunidad de pastizal, es muy difícil que vuelva sola. Eso nos lleva a prestar especial atención a cualquier alteración que se vaya a hacer sobre los pastizales naturales que aún quedan, porque después las cosas no vuelven a como eran antes. No hay rewilding, no has reasilvestramiento, no hay algo como una naturaleza que vuelve. “No, pasivamente, eso no sucede”, dice Felipe casi con impotencia.
“Creo que urge tener un mapa de relictos de campo natural en las regiones más transformadas. Tanto porque en sí mismos esos relictos son cosas a salvaguardar, como porque son la fuente de semillas, de propágulos para restaurar campos”, lanza luego.
“Se hace muy poco para la importancia que tiene el ecosistema. Ahora está un poquito más de moda. Desde hace unos años hay tesistas, hay gente involucrada. Pero siendo el principal ecosistema, la gente que trabaja sobre el campo natural es relativamente poca, los extensionistas especializados son relativamente pocos y están medio agotados. Somos más o menos los mismos que andamos en la vuelta de estas cosas”, dice a su vez Diego. “Por otro lado, hay pocos recursos para investigar estas cosas. Antes había un poco más de plata, pero para la importancia que tiene el campo natural, hoy no hay muchas ventanas para financiar estos proyectos de investigación. Sería bueno investigar un montón de cosas, pero están faltando gente y recursos”, agrega. Amabelia concuerda: “Últimamente no hay oferta para este tipo de investigación. Se ha avanzado muy poco porque no hay oferta de financiación y quizá tampoco los productores presionan, seguramente porque tendrán otras prioridades”.
Es extraño, porque este no es sólo el principal ecosistema de Uruguay, sino que además la producción a campo natural es un diferencial a la hora de colocar nuestras exportaciones. Decir que produjiste carne sin afectar la biodiversidad será en breve seguramente una forma de evitar que se nos impongan barreras arancelarias. Debería haber cuantiosos recursos para investigar estas cuestiones.
“Si vos hablás, estamos todos de acuerdo. Los políticos, las instituciones, todos. Pero las líneas de trabajo no se consolidan y la plata no aparece. Eso es lo que uno no termina de entender”, dice Diego con frustración. “Capaz que lo de decir que aquí la carne se produce en pastizales de gran biodiversidad es un titular que ya se puede dar. Y entonces no hay mucho interés en ir más allá y generar más conocimiento”, remata Amabelia.
Mientras tanto, la pérdida de pastizal sigue avanzando. Y el que queda aún no cuenta con ningún tipo de protección. Bah, ninguno no. Investigaciones como esta son también una valiosa forma de que seamos conscientes de lo que tenemos y podemos perder. Que la gente se apropie de este tipo de información está en la base de cualquier proceso de decisión colectiva que nos lleve a proteger lo que tenemos si es eso lo que queremos.
Artículo: “Land-Use Intensification by Overseeding Legumes on Natural Grasslands: Impacts on Plant Diversity”
Publicación: Rangeland Ecology & Management (febrero de 2024)
Autores: Felipe Lezama, Diego Cáceres, Pedro Pañella y Amabelia del Pino.