Cuando el matrimonio formado por Dolores Pereira y Alejo Rossell y Rius comenzó a coleccionar animales en su quinta de Villa Dolores, a fines del siglo XIX, remodeló el lugar pensando en sus paseos y los de sus visitantes, no en las necesidades de los animales.
Para crear su zoológico privado construyeron senderos, jardines, bulevares, lagos y puentes. Adornaron las estancias en las que se encontraba cada especie con fuentes y esculturas hasta convertirlas en “funambulescas residencias de teatro”, tal cual repasa un trabajo de la historiadora Regina Duarte.
Las primeras fotos tomadas en el flamante zoológico de Villa Dolores, disponibles hoy en las colecciones digitales de la Biblioteca Nacional, dejan claro dónde estaba puesto el énfasis. En ellas rara vez aparecen animales, pero sí los visitantes, las tomas generales de los paisajes y las esculturas. Otras imágenes, sacadas unos años después, muestran más cantidad de animales, pero siempre desde una visión antropocéntrica e incluso circense: un chimpancé con vestido, un elefante que alza a su entrenador mientras camina sobre un pedestal, otro chimpancé con patines al lado de los pingüinos.
Foto del Parque Pereira Rossell (circa 1916).
Foto: S/D autor
Que el matrimonio ideara así su jardín zoológico era lo esperable en esa época. El primer zoológico de Uruguay nació como heredero de la tradición victoriana, que entendió estos lugares como espectáculos para divertimento humano, cuyos recintos cumplían mayoritariamente la función de exhibición, de colección, y no tenían más comodidades que una prisión. Aproximadamente en la misma época en que el zoológico fue creado, el catedrático Federico Acosta y Lara comentaba en la prensa el recientemente aprobado reglamento carcelario con esta frase ilustradora: “Es claro que las cárceles y penitenciarías no deben tener por fin primordial contener en sus recintos y celdas a una muchedumbre de seres ofensivos, como en los establecimientos zoológicos se mantienen fieras”.
Con el tiempo, de la mano de nuevas sensibilidades e intereses, muchos zoológicos fueron cambiando de instalaciones, de espíritu y también de nombre (pasando a ser reservas, parques, ecoparques, bioparques, santuarios), en un intento por dejar atrás la realidad negativa con la que se asocia hoy a esos viejos zoos.
De la mera exhibición, los zoológicos que se adaptaron a los nuevos tiempos pasaron a cometidos de investigación, educación y conservación ex situ (fuera de su hábitat), con la idea de recuperar las poblaciones de especies en peligro. En Uruguay también ocurrió. Instituciones públicas como el parque Lecocq de Montevideo o la Estación de Cría de Fauna Autóctona (ECFA) de Maldonado se parecen muy poco a ese zoológico de Villa Dolores que la mayoría de los montevideanos hoy adultos conocieron. La ECFA, por ejemplo, cumple un papel esencial en la conservación del venado de campo, una especie muy amenazada y emblemática de Uruguay, mientras que el Lecocq hace lo propio con el antílope addax, una de las especies más amenazadas del mundo.
Es válido, sin embargo, hacerse aún la misma pregunta: ¿es necesario cambiar las condiciones en que se encuentran los animales que hoy habitan las instituciones zoológicas modernas?
Esta es mi reserva
Para muchas personas, la pregunta pertinente que hay que hacer es si se justifica seguir manteniendo animales en cautiverio. Esa es otra discusión interesante y llena de argumentos válidos, pero que excede a los cometidos de esta nota y del artículo científico que la motivó. Parte de ese debate puede leerse en otra nota de esta sección, realizada justamente a instancias de la reapertura del zoológico de Villa Dolores y de un cambio de política que implicó a todo el Sistema Departamental Zoológico de Montevideo.
Más allá de las discusiones éticas, científicas y filosóficas sobre el tema, es una realidad que hoy existen instituciones zoológicas en nuestro país que mantienen bajo cuidado humano a animales. ¿Lo hacen de la mejor forma posible? ¿Su presencia cumple los cometidos educativos, de investigación y de conservación buscados? ¿Es necesario repensar los recintos en los que se encuentran algunos de esos animales?
Algunas de estas preguntas estaban en la cabeza de la bióloga Sylvia Corte, especialista en bienestar animal e investigadora de la Sección Etología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar), a la hora de orientar la tesis de la estudiante Regina Lauría, hoy recibida. A Regina le interesaban los felinos y Sylvia ya había tenido buenas experiencias y buena recepción con proyectos de estudiantes en la ECFA de Pan de Azúcar.
Sylvia Corte y Regina Lauria.
Foto: Mara Quintero
Ambas se plantearon entonces enfocar la tesis de Regina en los recintos de gato montés de la ECFA, por tratarse de un animal nativo de distribución extendida y cuya presencia es común en zoológicos de Uruguay, Argentina y Brasil. Además, existe poca información sobre las características específicas para el diseño de recintos que aseguren el bienestar de esta especie. Como ambas apuntan, el gato montés suele recibir menor atención en términos de investigación y planificación de recintos que otros felinos más grandes y carismáticos.
Estudiar la idoneidad de los recintos de gato montés de la ECFA, además, les daba la ventaja de trabajar en un lugar que había mostrado ya buena disposición a hacer cambios para promover el bienestar de los animales. Los nuevos recintos para jaguares de la ECFA, por ejemplo, se diseñaron teniendo en cuenta la opinión de especialistas y priorizando las necesidades de los animales, algo que rara vez se hace en Uruguay. Dos de los veterinarios que trabajan allí, Hugo Arellano y Matías Loureiro, habían sido generosos y receptivos en instancias previas y brindado su tiempo e incluso recursos propios para colaborar con las investigaciones.
El primer resultado de sus investigaciones en los recintos de gatos monteses en la ECFA, para la tesis de licenciatura de Regina, es un artículo recientemente publicado que lleva la firma de Regina y Sylvia, por la Sección Etología de la Facultad de Ciencias de la Udelar, y de Débora Racciatti, por la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires. Allí valuaron las condiciones de cautiverio de uno de los gatos monteses (Leopardus geoffroyi) y obtuvieron resultados que invitan a repensar y mejorar las instituciones zoológicas del país.
Gato montés en Colonia.
Foto: Gabriel Martínez (NaturalistaUY)
Como gato enjaulado
¿De qué forma sabe uno si un recinto está garantizando el bienestar de los animales silvestres que lo habitan? Algunas señales son evidentes. No se necesita ninguna herramienta sofisticada para percatarse de que tener dos osos polares en una celda de cemento con rejas (como ocurrió en las primeras décadas del zoológico de Villa Dolores) es inadecuado. Cuando los diseños de los recintos se complejizan, sin embargo, hay que apelar a indicadores más fiables que las percepciones.
Tal cual señala el artículo, los recintos animales suelen tener una parte externa (la que ve el público) que debe equilibrar su función educativa con la promoción de comportamientos naturales, y otra interna que debe minimizar el estrés por contacto visual, facilitar el manejo y garantizar la seguridad de los animales y el personal. En ambos casos es relevante la complejidad ambiental, algo prácticamente inexistente en el modelo victoriano de zoológico. Por ejemplo, debe considerarse si el lugar tiene vegetación, elementos estructurales adecuados, un buen tamaño, una buena distribución de espacios, etcétera.
Como aclara Sylvia, una medida de bienestar animal es que el ejemplar exprese la mayor cantidad de comportamientos naturales para su especie, incluso en condiciones de cautiverio.
Existen varias herramientas para evaluar el diseño de los recintos de los zoológicos y su impacto en el bienestar animal. Una de ellas es el etograma, que registra el repertorio de comportamientos de una especie, y su correspondiente evaluación comportamental (es decir, la frecuencia, duración y variabilidad de las conductas observadas). “En la evaluación puede aparecer un comportamiento normal, como el descanso, pero si se da durante muchísimo tiempo, ya pasa a tener una connotación más patológica”, explica Sylvia.
También es útil el análisis del uso del espacio por parte del individuo. ¿Qué sectores utiliza más? ¿Por cuánto tiempo? ¿A qué sitios no va nunca? Esto puede complementarse con la aplicación de protocolos estandarizados para estudiar la idoneidad de los indicadores ambientales del recinto (temperatura, humedad, ventilación, etcétera).
Uno de los aspectos más novedosos del trabajo de Regina, Sylvia y Débora es que combinó todas estas técnicas para brindar un panorama integral de la situación de los gatos monteses en la ECFA. Además del análisis de los comportamientos y el uso del espacio, aplicó un protocolo adaptado por la misma coautora Débora Racciatti para la evaluación de zoológicos argentinos.
Puede y debe mejorar
El recinto analizado tiene unos 30 metros cuadrados de superficie y tres de altura. Su suelo es de tierra y cuenta con un árbol, un pequeño refugio de madera con techo de chapa, un bebedero de plástico y rocas sobre las que se coloca el alimento. No tiene valla de seguridad, recinto interno o área para manejo (cabe aclarar que todas las observaciones corresponden al momento en que se hizo el estudio, que se inició en 2020).
Allí, las investigadoras observaron, fotografiaron y filmaron metódicamente al gato montés en dos etapas distintas, siempre de día debido a las restricciones operativas de la ECFA (lo que, reconocen ambas, es un sesgo a tener en cuenta a la hora de considerar los resultados). Con base en los materiales obtenidos, analizaron el repertorio de comportamientos del felino, así como su frecuencia y duración.
También dividieron el recinto en cinco zonas, usaron herramientas estadísticas para medir el uso que el gato hizo de ellas y evaluaron exhaustivamente las variables incluidas en el protocolo ya mencionado. Los resultados, lamentablemente, no fueron buenos en ninguno de los análisis.
La conducta más reportada fue la inactividad, con un 74,7% del total (varió entre 60% y 90% en el día a día). En segundo lugar estuvo el comportamiento estereotípico en forma de pacing (ir de un lado a otro siguiendo siempre el mismo patrón), con casi 11%. Estas conductas repetitivas, sin propósito aparente, suelen ser indicadoras de malestar o falta de estímulo en las evaluaciones de bienestar.
“Cuando se observa esto en un animal en cautiverio hay que intentar entender las causas: si está enfermo, si el recinto es inadecuado, si tiene poca actividad, si necesita enriquecimiento ambiental, si las visitas lo ponen nervioso, etcétera”, explica Regina.
En cuanto a la inactividad, Regina y Sylvia creen que, incluso considerando el sesgo de observar de día a un animal que es más bien nocturno, la cifra es preocupante. “Debe tener al menos un poco de actividad. No puede ser que el animal, cuando está despierto, lo único que haga es mantenimiento y pacing”, agrega.
“El ejemplar estudiado pasó 86% del tiempo diurno entre inactividad y realizando comportamientos estereotípicos, un patrón consistente con lo reportado para felinos en cautiverio en recintos poco enriquecidos o con espacio limitado”, detalla el trabajo. Esta tendencia podría explicarse por “la provisión directa de alimento y la falta de oportunidades comportamentales, como la exploración y la caza”.
Aventuras espaciales
En cuanto al uso del recinto, el análisis reveló que el gato montés no usaba prácticamente nunca el refugio diseñado para descansar, pero sí pasaba buena parte del tiempo en el árbol. Apareció además muy poco en la zona de alimentación, lo que podría deberse también a sus costumbres nocturnas.
Lo más preocupante del estudio fue, sin embargo, el análisis de los indicadores ambientales del recinto. El protocolo que aplicaron da una calificación de A, B y C a cada una de las variables analizadas, como dimensiones, disponibilidad de refugio, luminosidad, enriquecimiento ambiental, entrenamiento, mantenimiento, temperatura/humedad/ventilación y demás. A significa situación normal, B desviación leve y C desviación grave, con riesgos para el bienestar animal.
En el caso de este recinto, 79% de los indicadores analizados presentaron desviaciones graves, 14% desviaciones leves y sólo una variable (7%) fue calificada como normal (que el recinto fuera individual, acorde a la naturaleza solitaria del gato).
“El principal inconveniente de este recinto es que le falta complejidad. El tamaño no está mal, según algunos estándares, pero solamente hay un árbol, un refugio chiquito, y el suelo incluso es de tierra, sin vegetación. Eso no implica ningún tipo de complejidad para un gato montés, que en la naturaleza está acostumbrado a saltar e incluso a nadar y cazar cerca de las orillas del agua”, aclara Regina.
Entre las deficiencias más graves encontradas por la evaluación se encuentran: un diseño inadecuado que impide al animal refugiarse ante situaciones de estrés (como la presencia de visitantes), falta de instalaciones apropiadas para evitar la incomodidad térmica, condiciones ambientales que no promueven conductas típicas de la especie, carencia de enriquecimiento ambiental y entrenamiento, y problemas de higiene, entre muchos otros factores.
En resumen, estas herramientas de evaluación permitieron detectar una prevalencia de conductas típicas de recintos con poco enriquecimiento ambiental, espacios que no cumplen adecuadamente su función (como el refugio) y baja calidad ambiental. “Se entendió entonces necesario diseñar otro tipo de refugio que cumpla con los requerimientos específicos”, señala el artículo. Es ese el aspecto más valioso de esta investigación, porque en vez de señalar únicamente la situación problemática, propone alternativas para mejorarla.
Un techo para mi gato
El nuevo recinto propuesto para la ECFA tiene una nueva configuración semicircular para el recinto externo, con un área superior a 20 m², a las que suman las dimensiones de un recinto interno con luz natural, que permita al animal refugiarse, recibir cuidado veterinario y desarrollar conductas típicas de la especie.
Recinto propuesto para gato montés (sólo parte exterior).
Foto: Marcia Lauria
“Es esencial que tenga lugares donde ocultarse, vegetación, un sitio alto al que pueda acceder, un buen recinto interno donde el animal pueda ir cuando necesite, y que allí adentro haya un lugar de manejo, como bretes con dimensiones adecuadas. O sea, que el cuidador pueda acceder de una forma segura para él y para el ejemplar cuando se le da de comer”, explica Regina.
El diseño incluye un sistema de calefacción para el recinto interno, lugares con sombra y una pileta que ofrezca oportunidades “para el ejercicio, la exploración y la expresión de conductas propias de la especie”.
También prevé la colocación de plataformas y vegetación autóctona, lo que “permitiría estimular el comportamiento de acecho y caza mediante la colocación de presas simuladas y alimentos ocultos, como una forma de fomentar el desarrollo mental y físico del animal”. Esto es parte de una rutina de enriquecimiento ambiental y entrenamiento que para las investigadoras es esencial para el bienestar animal. El problema, según Sylvia y Regina, es que las instituciones zoológicas en Uruguay no suelen hacer este manejo conductual ni tienen departamentos de bienestar animal.
Es poco probable que este proyecto prospere por ahora. En este momento no quedan gatos monteses en la ECFA, ya que tanto el ejemplar estudiado como los otros que había al momento de iniciar el estudio han muerto. Sin embargo, se trata de una buena oportunidad para diseñar un recinto que tenga en cuenta las necesidades de la especie y no que la especie se adapte a lo que ya hay construido, como pasa normalmente. En este sentido, la experiencia de los jaguares en la ECFA es un buen antecedente, que podría servir para mejorar las condiciones de otros felinos.
Sylvia y Regina insisten en que los resultados del estudio no son un dedo acusador contra la ECFA, cuyos responsables han mostrado preocupación por el bienestar de sus animales y lidian con recintos construidos hace ya mucho tiempo, sino un síntoma de algo más general que está costando cambiar: la visión antropocéntrica de los zoológicos.
¿Qué ves cuando me ves?
“Los zoológicos se pensaron como repositorios de cosas que los humanos vamos a ver. Si empezamos a ver a los animales como individuos con sus propios intereses, necesidades comportamentales y una vida mental propia, entonces podemos empezar a cambiar el chip. ¿Qué es lo que queremos mostrar a la gente de los animales? ¿Es educativo que estén allí tirados todo el día? Para que realmente tenga un sentido tener instituciones zoológicas, lo que debemos hacer primero es pensar en las necesidades y bienestar de las especies. ¿De qué le sirve a un animal una pared con una selva pintada? Sin embargo, un árbol sí que puede ser beneficioso, como demostró este estudio sobre el gato montés”, explica Sylvia.
“Un animal que está todo el tiempo quieto en un recinto sin complejidad, cuya forma de manejo es muy rutinaria, y en el que lo único que recibe del público es gritos, e incluso a veces ataques, va a sufrir un estado mental negativo. El desafío es entender no solamente que son seres que necesitan expresar la mayor cantidad de comportamientos naturales, incluso en condiciones de cautiverio, sino que tienen una vida mental que debe considerarse”, agrega.
Ese cambio, además, podría generar una transformación en la gente que concurre a las instituciones zoológicas. “Cuando empiezan a ver a esos seres vivos comportándose naturalmente, aunque sea a través de tareas de enriquecimiento ambiental, los ven de otra manera. Y eso ya es educativo”, argumentan Regina y Sylvia.
Si no logramos ese mínimo, prosiguen, entonces es mejor no tener zoológicos, sin importar el nombre que les demos. “De otro modo, no se cumplirá con lo mínimo que suele ser la norma en toda la región”, concluyen.
Han pasado ya más de 130 años desde que se inauguró el primer zoológico de Uruguay. Si la existencia de estas instituciones y sus condiciones aún generan debate es porque la relación que los humanos tenemos con los demás animales es compleja, contradictoria y nos presenta desafíos permanentes en temas éticos. Seguir investigando nuestro vínculo con ellos es la mejor forma de enriquecer esa discusión.
Artículo: Evaluación y diseño de recintos centrados en el bienestar animal: estudio de caso en Leopardus geoffroyi
Publicación: Boletín de la Sociedad Zoológica del Uruguay (2025)
Autores: Regina Lauría, Sylvia Corte y Débora Racciatti.