Una caminata por la escollera Sarandí fue la acción fundante. Munidos de un amplificador con un circuito integrado, los expedicionarios trataban de registrar un ecosistema invisible: paquetes de datos electromagnéticos circundantes. Ahora van por más: buscan un acercamiento al impacto de la globalización a nivel territorial. Están dispuestos a que las aves marinas o las vibraciones de baja frecuencia se cuelen en los audios; propician distintas sensibilidades. Para eso fundaron una plataforma que capte el aire de este tiempo, un tiempo que, en eso convenimos todos, acá siempre es raro, pero ahora más.
Una unión de atentos escuchas, de artistas sonoros, pensadores sónicos, urbanistas y activistas que dialogan y registran los intersticios, pero, antes que nada, exploran con la misión de comprender. El encuentro se llama Expediciones en territorio específico Rostock y Montevideo y los arquitectos Pol Villasuso y Cristian Espinoza son parte responsable.
En Rostock, Alemania, y Montevideo, “se manifiesta una característica curiosa y paradigmática: a las antiguas retículas y morfologías de estas bellas ciudades centenarias de arquitecturas discretas, elegantes y cargadas de historia, se ensamblan en sus bordes en los ríos Warnow y de La Plata nuevos puertos globales, monstruos mecánicos reticulares estandarizados por el tráfico mundial de mercancías”, reza la fundamentación del proyecto. Entre noviembre y mayo esta “crisis del habitar y el paisaje” será enunciada, procesada e intervenida por un conjunto de expertos en arte y territorio, provenientes de Argentina, Chile, Alemania y Uruguay, que conformarán una comunidad creativa provisional en dos momentos y geografías. Los mueve la necesidad de reescribir la cartografía sonora de cada ciudad por medio de un formato que las espeje.
Cuentan como aliados con un fondo del Instituto Goethe, además del apoyo de la Universidad de la República, la Universidad Católica, a través de la carrera en Ingeniería Audiovisual, el Museo de las Migraciones, el Centro de Exposiciones Subte, el Espacio de Arte Contemporáneo y una red de radios sudamericanas de arte sonoro.
¿De qué manera esto que hacen involucra al ciudadano de a pie? “Es un encuentro público, un encuentro para caminar, para ponerse a la escucha, que no es lo mismo que oír. Requiere una determinada atención y una determinada astucia”, advierte Espinoza, que nació en Santiago de Chile, pero reside en la capital uruguaya. “Caminar, algo que parece elemental, es germinal”, sostiene. “Muchas veces el sonido es una excusa, un camuflaje, para entender lo que está pasando”, agrega Villasuso.
Tienen trayectorias paralelas vinculadas a la ciudad y a la experimentación musical y sonora. ¿Qué los llevó a buscar estos “bordes silenciosos inexplorados” de la ciudad?
Cristian Espinoza: Creo que la primera vez que fuimos a caminar, a entenderlo como una disciplina, juntos, fue en enero de 2019. De algún modo inauguramos una práctica que es básicamente, al principio, tratar de entender. Ambos venimos del campo de la arquitectura, donde el principal tema es habitar, pero también estamos cruzados por las artes visuales y sonoras, y una cantidad de estrategias para tratar de entender este nuevo periodo.
Y una de las cosas que sucede es que en un mismo territorio, inadvertidamente, estamos viviendo varias gobernanzas, están conviviendo varios subterritorios que están en colisión. En nuestro viaje por la bahía de Montevideo constatamos que es de gobernanza global, no local, que obedece a operaciones de neo extractivismo, y que le está dando la espalda a la ciudad, que parece ajena a lo que está sucediendo ahí. Esa colisión entre ambos mundos genera un espesor, un espesor incierto, que no ha sido enunciado. Entonces, nosotros vamos ahí a interrogar, en lugares de mucha fricción espacial, de ruinas, de catástrofe ambiental. Porque de repente estás en la típica metrópoli contemporánea y tres cuadras más allá estás al lado de una operación de extractivismo de carácter regional, con unos tubos de donde sale soja transgénica, o la construcción de una red para sacar celulosa. Son monstruos mecánicos, además, electromagnéticos.
¿A qué tramo aluden, a la pandemia?
Pol Villasuso: Nos estamos refiriendo a un contexto temporal actual, como una especie de espíritu del tiempo. Evidentemente, los que hemos vivido más años en Montevideo, hemos visto la mutación constante a la que viene estando sometida la bahía. También nos gusta entonces situar el trabajo y las prácticas de Territorio específico como una plataforma de investigación en contexto históricos o culturales más grandes. Eso en Montevideo no significa irse demasiado para atrás: apenas 250 años. Esas transformaciones que tienen que ver con sus comienzos, su periodo colonial, su estado pre moderno, moderno y contemporáneo forma parte de las investigaciones, pero también estamos situados en el presente, que es un presente raro, largo, y de futuro, porque este año hay una controversia pública acerca de las gestiones y las administraciones de los territorios del puerto, pero los planes de los puertos a nivel global son a 80, a 100 años. Lo que sucede, entonces, afecta claramente el futuro. Esa práctica de caminar y escuchar, que decía Cristian, nos enfrenta a eso.
Cristian Espinoza: En realidad la pandemia misma está en el seno de un fenómeno mayor y de más largo aliento, que es la globalización. Podría decirse que es una especie de bautismo de fuego de una globalización que ya estaba instalada. Si todas las fronteras del mundo se cierran el 19 de marzo de 2020, y a la semana, el tercio de la población mundial que tiene acceso a internet sabía trabajar perfectamente. Es demasiado rápido, como si hubiera estado adiestrada pero no hubiera sabido cuál era la agenda que venía. La pandemia lo que hizo fue amplificarla y manifestarla; nosotros estamos observando la globalización en su impacto territorial. Naturalmente la bahía nos da muchas pistas de lo que sigue. Por ejemplo, las crisis que hay ahora por agentes privados portuarios, es como “una pelea en el barro”, como cachetadas de payaso. La agenda ya está instalada y no es local. No hay tema político local que guarde relación con aquello que está sucediendo y que va a suceder. No importa el actor que gane o que pierda en los tribunales.
Caminar es una práctica propia de filósofos que ustedes proponen como interdisciplinar.
Cristian Espinoza: Son nuevas prácticas del arte contemporáneo que queremos instalar en Uruguay. Son prácticas performáticas que consisten en investigar, estar ahí y conversar. Ya no es mostrar obra, una cosa consolidada, sino comenzar a ver el germen. Es una invitación a pensar, porque los trayectos escogidos, caminar, también es un discurso. Se habla por un lado de ecologías oscuras, por otro de antropoceno, por otro de capitaloceno; están tratando de ponerle nombre para tratar de entender algo que antes estaba nombrado de otra manera, con palabras que ya no son suficientes, como naturaleza o ciudad, para entender fenómenos nuevos. De algún modo es necesario partir de cero, en lo local, salir a caminar y volver a hacernos preguntas.
Pol Villasuso: En esta práctica de caminar y escuchar el territorio, lo que uno ve y escucha es de escala planetaria. Y las operaciones que funcionan localmente y que colisionan están digitadas desde otros lugares. Esta tensión es lo que aparece claramente. Esto también es una mediación entre lo que venimos haciendo. Si uno bajaba a la bahía el año pasado, veía la mutación constante. A nivel del ciudadano este territorio está bloqueado. Finalmente comenzó la construcción de un viaducto que va directamente a segregar la ciudad. Cualquiera que se ponga a ver el devenir de los últimos dos siglos entenderá cuál era la cualidad de este lugar y hacia dónde está yendo. Evidentemente esa operación global que aterriza está totalmente escindida. La otra gran operación es la construcción del tren de ingreso de agrotóxicos y extracción de pulpa de celulosa. Y hay una tercera operación: la construcción de un gran puerto pesquero internacional.
Cristian Espinoza: La escucha tiene un componente de prótesis: quiere decir que puede ser simbólica, decidir qué escuchar de todo este paisaje superpuesto, o incluso física, cuando se usan aparatos para acceder a cosas inaudibles. Por ejemplo, el dúo Zago, que viene, quiere capturar las bajas frecuencias que producen sismos en lugares donde no hay ninguna razón para que los haya. Tener un tipo de temblor nuevo, artificial y que probablemente se repite en otros lugares, es una pista de globalidad. Entonces, hay gente que se va a dedicar a escuchar vibraciones en 42 hz.
Para consultar la lista de participantes y seguir las expediciones: www:territorioespecifico.org