La semana pasada comenzaron a operar nuevas líneas de transporte colectivo, que implican a diez zonas de la capital con demanda de una conexión más directa, entre ellas Carrasco Norte, urbanización Peñarol, La Tablada, Barrio Borro y Santa Catalina. Es que las ciudades se expanden y crecen sus requerimientos. Pero los servicios tienen otros tiempos, se van generando.

En un trabajo publicado en 2017 (Revista de la Cepal N° 122, “Transporte público, bienestar y desigualdad: cobertura y capacidad de pago en la ciudad de Montevideo”), el docente Diego Hernández indica que la movilidad no es una elección personal y que puede tener problemas estructurales: “No se distribuye de forma equitativa: hay personas que tienen más posibilidades de movilizarse que otras, hay quienes pueden movilizarse mucho más rápido y en más direcciones”. De allí el valor de una parada unas manzanas más cerca, un trayecto que cruce un tramo intransitable o una línea que no obligue a hacer trasbordo; a veces 500 metros son la diferencia.

Hace 19 años que Lily Olivera reside en Nuevos Rumbos y encuentra que estas medidas son un avance. Su hija Lorena, que ya se mudó, dice que al principio, para moverse, apenas contaban con el 505 de COME: “Uno entraba y cuatro no. Te dejaban por los menos a tres o cuatro cuadras de tu casa, en el medio del campo; cuando había tormenta no tenías protección, está muy abierto. Es el problema que tiene la intendencia con todos los barrios que se van formando: tiene que llevar los servicios a los barrios periféricos, de a poco fueron mejorando. Cuando vieron que había más gente viviendo, cambiaron la terminal a la perimetral. Después empezaron a venir todos los 505, algunos Copsa y Cutcsa interdepartamentales que pasan relativamente cerca, a unas cinco cuadras. Ahora tenemos el local L25”. Para Lorena, entonces, la nueva línea es útil, aunque no sea la solución de transporte definitiva ni cubra todas las necesidades. “Si la parada quedaba a seis cuadras, ahora queda a tres. Pero si venís desde el Centro en un 505 es muy raro que te bajes en Belloni para tomar el local. Te acerca, pero bajarte a esperar que pase otro ómnibus más, no creo. Para hacer un mandado puede servir, o a gente que haga un trasbordo con un 300, por ejemplo”.

Sigue Lily: “Para ir a la feria o para los chiquilines que van a la escuela, incluso para ir a la policlínica, es un beneficio, porque el ómnibus nos arrima. Como todas las cosas, se puede mejorar, porque como es un local no tiene horarios bien temprano; en este momento estoy jubilada, pero cuando trabajaba tenía que caminar unas cuantas cuadras feítas a las cinco de la mañana”. Cuenta que se lo tomó la semana pasada y que venían solamente dos personas: “Poco a poco la gente va a utilizar más el servicio. Otra cosa que mejoró es que están poniendo columnas con iluminación. Por supuesto, como todos somos inconformes, me hubiera gustado que la terminal se acercara una cuadra más, pero en definitiva nos alegra”.

Lorena coincide en que “todo depende de la rutina que tengas y de los lugares a los que vas; el tema es que, como es un barrio nuevo y está un poco alejado, tenés que hacer trasbordo, a menos que te sirva un 505 o un Copsa. Por eso, para mucha gente va a ser útil, pero para otra no”, comenta. Recuerda que cuando ella todavía vivía en el barrio y trabajaba en Carrasco muchas veces tenía que tomarse tres ómnibus para llegar: “Uno desde Camino del Andaluz hasta Belloni, otro desde ahí hasta 8 de Octubre y otro más hasta Carrasco”.

Equilibrios del sistema

Citando una vez más el estudio de Hernández, “la movilidad urbana facilita el acceso a otros bienes y oportunidades, por lo que tiene un impacto relevante en la calidad de vida de las personas. De hecho, juega un destacado papel en la producción y reproducción de las estructuras sociales, que, al mismo tiempo, repercuten en las características de la movilidad cotidiana”. Los indicadores presentados en su investigación “dan cuenta de niveles muy altos de cobertura básica de la red, lo que coincide con un patrón de crecimiento asociado al seguimiento de la demanda espacial y horaria”.

Miguel Marrero es chofer de la cooperativa COETC, cuya única modificación, relata, es la extensión del 427 hacia la UAM (Unidad Agroalimentaria Metropolitana): “Eso también está muy bueno, hemos tratado de apurarlo porque es un servicio imprescindible para los trabajadores, que entre otras cosas tienen un horario muy inusual, porque entran a las cuatro de la mañana, lo que provocó la extensión o el cambio de recorrido de algunos nocturnos, de la línea 128, 137, 145, 494, pero la 427 es la única que llega todo el día. Además, sirve a una gran parte de Los Bulevares, un barrio muy populoso que cruza, que ha crecido enormemente y que dejábamos bastante tirado, bastante lejos. Ahora se crearon cuatro paradas nuevas, entre las cuales atendemos un CAIF, y creo que van a instalar un liceo, que es un reclamo desde hace muchos años, porque los gurises de ahí tienen que ir a Paso de la Arena, relativamente cerca pero no tanto”.

Desde el sindicato –Marrero integra el ejecutivo de la Unión Nacional de Obreros y Trabajadores del Transporte– están “muy contentos con esas extensiones”, que hace tiempo buscaban que se concretaran. “No son grandes cambios, pero implican distancias que a veces son difíciles de recorrer, sobre todo en algunos horarios o con lluvia. Cuando a uno le dicen 400, 500 o 600 metros parece que es poco, pero si lo piensa, por ejemplo, para el caso de las muchachas que son trabajadoras en los shoppings, que salen a las 22.00, que están llegando a las once de la noche a barrios donde anda poca gente a esa hora, son cambios importantes”, señaló.

“Algunas modificaciones estaban cantadas; la ciudad va cambiando, se mueve”, indicó. “Hemos hablado con la intendencia y también con los municipios, y no tengo dudas de que en algún momento le van a aportar algún coche más a la zona de Parque Guaraní, que está atrás de la cancha de Villa Española, donde está el barrio al que llaman Zitarrosa. Lo mismo pasa, por ejemplo, con Nuevo París Norte, el Capra... Está bárbaro, lo vemos con buenos ojos, es una respuesta a las necesidades de los vecinos, que siempre van a ser mayores que las modificaciones concretas”. Por otra parte, recalcó, “la intendencia tiene que tratar de mantener el equilibrio entre las empresas, que no se produzcan desfasajes en el sistema de transporte, que es justamente un sistema. Una modificación siempre tiene consecuencias. A nosotros nos viene bien porque hay algún puesto más de trabajo”. Generalmente estas extensiones abarcan un coche o dos, explicó el dirigente, por lo cual para llegar a la frecuencia buscada hay que efectuar ajustes de horario.

Entre paradas

“Vivo en una cooperativa de Carrasco Norte, Covimisu, que tiene cinco años, pero somos muchas cooperativas que estamos bastante juntas, en algunos casos pegadas una a la otra. En esta zona las únicas líneas que teníamos que pasaban cerca eran el L20 y el L21”, comienza a detallar Carla Lodolini. “Después tenemos el 21 Géant, que pasa por Avenida Italia, y el 109, por Camino Carrasco. Pero para tomar esos ómnibus tenemos que caminar muchas cuadras. Y en realidad el tema no es caminar sino que la zona es bastante insegura por períodos; ir por esas cuadras nos expone mucho a que nos roben. Entonces, las líneas con las que estábamos más seguras eran las locales. Cuando empezó la pandemia, sacaron el L21, quedó sólo el L20 pasando una vez por hora. Ahora el cambio no sé hasta qué punto vino porque fueron escuchados los vecinos de la zona, porque en el nuevo recorrido el L2l0 va por Acosta y Lara, justamente una de las calles más peligrosas, donde más nos roban”.

Para graficar esta situación, agregó: “Una de las cooperativas que tiene salida a Acosta y Lara le pidió a la nuestra, con la que comparte límite, permiso para poner un portón y así salir a Santa Mónica. O sea que es imposible que ahora quieran exponerse esperando el ómnibus por esa calle. Realmente este cambio dejó en banda a un montón; lo que hacemos es ir a tomar el 21 a Avenida Italia”. Carla Lodolini cuenta que “es un bajón” andar ese trecho, además de que “80% de las paradas no tiene refugio” y no quiere imaginarse lo que va a ser cuando empiece el tiempo frío.

“Los mismos choferes, con las líneas anteriores, nos abrían para bajarnos más cerca de nuestras casas, porque sabían que la zona es peligrosa. Algunos vecinos que viven acá desde hace como 20 años fueron un poco los pioneros en pedir estas líneas, y me cuentan que lograrlas fue todo un tema. Pero ahora se pone que esto es una mejora porque se duplicó el horario, y acá no se ve así: porque cuando estaban el L20 y el L21, uno hacía el recorrido por Carrasco Norte y el otro por Carrasco Sur y se conectaban. El que quedó pasa con la misma frecuencia que cubrían los dos, y es insuficiente para la zona tener un único ómnibus cada media hora. La verdad es que acá todos tratan de manejarse de otra manera: bicis, motos, el que pueda tendrá auto, pero el transporte público acá es súper deficiente. Al menos en mi caso no me voy a volver a tomar el L21 porque no quiero bajar en Acosta y Lara”.