La discreción es una de sus principales virtudes. El portero de un edificio es el que sabe todo de sus habitantes y mantiene la boca cerrada. Debe aprender a ser invisible cuando es necesario pero siempre estar presente cuando lo llaman. Esa figura, en la que confiamos cada día, con la que hablamos de fútbol o del clima, podría estar a punto de desaparecer. La nueva serie de los argentinos Mariano Cohn y Gastón Duprat puso el tema sobre el tapete. El Encargado -así se llama el puesto al otro lado del charco- está protagonizada por Guillermo Francella en la piel de un portero un poco turbio, que se abusa de la confianza de sus vecinos, buscando sacar ventaja de distintas situaciones. En Argentina, una agrupación de encargados se mostró molesta por la imagen que ofrece y publicó una carta repudiando la serie, lo que derivó en más conflictos.
Más allá de las discusiones, la ficción funciona como un ejemplo claro para entender cómo el empleo de portería podría estar en vías de extinción. En el edificio de enfrente al de Eliseo, nuestro protagonista, cuentan con un novedoso sistema llamado tótem y prescinden del portero físico. Por otro lado, el dueño del edificio en el que trabaja quiere suprimir su rol y contratar una empresa de limpieza por unas horas al día.
El portero se suma a otros trabajos que tienden a desaparecer con el avance tecnológico, como los cajeros o los guardas de ómnibus, y abre debates sobre su regulación. Es que ha cambiado la seguridad en los edificios. Hoy lo más usual es que haya un control de acceso digital: los residentes pueden pasar la puerta a través de un tag o un código. Además, las empresas suelen instalar cámaras en el perímetro del edificio y otros puntos clave, que son monitoreadas desde una central de vigilancia. En el caso de un ingreso no autorizado se toman medidas, como contactar a la Policía o enviar un móvil. Además de la protección a toda hora, se puede grabar lo sucedido y contar con un respaldo ante cualquier situación. Varias de estas empresas también ofrecen la instalación de un tótem en la entrada principal, un panel con una pantalla en la que se ve a un vigilante que custodia la entrada y que puede comunicarse en tiempo real con los vecinos. Es muy habitual que cuando un portero se jubila sea sustituido por un tótem o un sistema de vigilancia virtual.
Desde la Asociación de Porteros de Casas y Apartamentos (APCA), que cuenta con unos 150 miembros, su presidente, Óscar Fernández, subraya que hay tareas que sólo puede hacer un portero presencial. “Se dan cuenta de lo que pierden cuando hay un problema: se desbordó el agua, nadie saca la basura, viene un médico y no puede entrar, se trancó un portón. Miles de problemas tiene el tótem”, dice. Fernández destaca que actualmente desde la asociación están peleando para que el Parlamento les ponga un impuesto a los tótems; y si no son convenientes para la empresa o el edificio, no los contraten más. Según consignó El Observador, en el marco de la reforma jubilatoria, el senador Sergio Botana se pronunció a favor de cobrar un impuesto a los tótems, dado que eliminan puestos de trabajo.
“Si sacás a un empleado y ponés una de esas máquinas, me parece que estás haciendo una evasión”, dicen desde la Asociación de Porteros de Casas y Apartamentos.
Mario Gómez, secretario general de la APCA, habla de pérdidas de cientos de miles de dólares para el BPS por los puestos que se suprimen y no aportarán a las jubilaciones. En ese sentido, Gómez enfatiza que el Estado debería regular los tótems: “Si me colocás en un edificio nuevo una máquina, te la tolero. Pero si sacás a un empleado y ponés una de esas máquinas, me parece que estás haciendo una evasión. Si tenés un perro y no tiene la patente, te multan. Esto es lo mismo; no pagan un impuesto de nada”.
El factor humano
Si ocurre alguna emergencia, es el portero el que suele ayudar a los habitantes de los apartamentos. “Es aquel que es un poco de todo: sanitario, psicólogo. Es parte de la familia del edificio y de la convivencia”, puntualiza Óscar Fernández. En sus 20 años como portero en Cordón, sobre la calle Guayabos, dice que la gente lo quiere y lo aprecia. “Hay una muchacha del interior que hizo toda la carrera de doctora acá. Y me dice, 'Oscar, el día que me reciba, la primera foto va a ser contigo. Vos sos parte de mi historia, mi carrera, mi familia, porque yo estaba estudiando, llegaba alguien y vos le abrías la puerta. Me recibiste todas las encomiendas, la comida que me mandaban mis padres. Es así el portero: el que siempre está'”.
Fernández trabaja con 61 apartamentos y 27 garajes, y asegura que el 99% de los vecinos confía ciegamente en él. Entre otras cosas, dejan a su cuidado las llaves de su auto y de su apartamento. “Como dice la administración: 'Si está Oscar, no pasa nada'. Es la confianza que te ganas día a día, mes a mes”.
En los últimos años la cantidad de porteros se ha reducido drásticamente en Uruguay. En APCA calculan que desde 2016 se han perdido cerca de mil puestos de trabajo. En ese hecho, además de los servicios de portería virtual, influyó mucho la pandemia de coronavirus. “La edad promedio de los porteros es de 50 para arriba, 60 o 65 años, y a esa gente la mandaron para la casa por covid, pero después no la tomaron de vuelta. Ahí estuvo la 'avivada' de las administraciones para sacar al portero. Pusieron los tótems y el portero, cuando se quiso reintegrar, se encontró con que ya no tenía trabajo”, dice Fernández.
Otras calificaciones
Micaela Villa, jefa de marketing de Prosegur, una de las empresas que cuentan con servicios de portería virtual, destaca que su oferta brinda a edificios una amplia seguridad sin aumentar gastos. La propuesta tiene el singular nombre de El Ojo del Halcón y está presente en Uruguay desde 2016. “Esta solución combina tecnología con recursos humanos, debido a que requiere tanto de la intervención de la inteligencia artificial como de vigiladores”, explicó.
“Se reducen mucho los gastos comunes. Contar con personal en el edificio una cierta cantidad de horas supera tres o cuatro veces los costos de un servicio como el que ofrecemos”, explica el representante de Foxsys.
Otras empresas con propuestas similares son Securitas, Masterson y Foxsys, que hoy cuenta con 250 tótems instalados en Uruguay. Consultado sobre los motivos que conducen a inclinarse por su oferta, Juan Manuel González, representante de Foxsys, explica: “Lo más básico, pero que se relaciona con la elección de mucha gente, tiene que ver con los costos. Se reducen mucho los gastos comunes. Contar con personal en el edificio las 24 horas, o una cierta cantidad de horas, supera tres o cuatro veces los costos de un servicio como el que nosotros ofrecemos”.
Desde Prosegur, Villa destaca las novedades en materia de seguridad que ofrecen para prevenir el ingreso de un intruso desde la distancia: “El vigilador puede comunicarse a través de los puestos de vigilancia principales, interviniendo en línea en caso de detectar una situación sospechosa, lo que genera un alto efecto disuasorio”.
Por lo general, el vigilante que monitorea las cámaras trabaja con varios edificios a la vez. Entre 15 y 20, dependiendo de la hora.
En Foxsys remarcan que desde la central los operadores pueden estar conectados a distintos servicios del edificio en donde están instalados. “Si algo falla, nosotros intervenimos. Por ejemplo, se rompió el ascensor a las tres de la mañana. Recibimos una señal de que está fallando, llamamos al servicio técnico del ascensor y nosotros le prestamos el acceso para que repare el problema”, dice González.
Por lo general, el vigilante que monitorea las cámaras trabaja con varios edificios a la vez. Entre 15 y 20, dependiendo de la hora. De todas formas, González especificó que ese ratio no resulta muy significativo: “Las personas no ven todas las cámaras todo el tiempo, sino que la tecnología desde nuestro centro de monitoreo destaca sólo eventos relevantes. Porque la mayor parte del tiempo, en la mayor parte de las cámaras, no pasa nada. Los sistemas procesan los eventos que suceden. Si, por ejemplo, una puerta queda abierta, una persona merodea en la fachada, un garaje está dañado, cualquier evento de una naturaleza particular, eso es lo que el sistema reporta. Ahí los operadores toman contacto con la situación”.
Lo que ocurre en muchos casos es que no se sustituye el total del trabajo de un portero por los nuevos servicios virtuales, pero sí se pierden turnos en algunos horarios específicos. Consultada acerca de la posibilidad de que su propuesta suprima la presencia de los porteros, Villa expresó que no lo ven de esa manera: “Este servicio de seguridad es totalmente diferente al que puede brindar una persona que realiza labores de portería. Es realizado de manera remota por vigilantes profesionales junto a la tecnología inteligente para brindar la mejor calidad y seguridad”.
González coincide: “Lo que nuestro servicio viene a reemplazar son los trabajos nocturnos de vigilancia o de serenos y, en menor medida, los servicios diurnos. Eso va mucho en la particularidad del edificio y en la posibilidad de ejercer cierto tipo de gasto. En la mayoría se combina con un portero físico que se ocupa de las soluciones más humanas, que tienen que ver con su presencia allí”.
El hombre del hall
Si uno camina por Avenida Brasil cerca de la rambla, las caras se repiten en las pantallas de los tótems que custodian distintos frentes. En la entrada de un elegante edificio vidriado, Mariana, una mujer de mediana edad acompañada por sus hijas, se toma unos minutos para hablar con la diaria sobre el hecho de contar con este nuevo servicio: “Para mí es una ventaja. Está bueno. Obviamente, el costo es menor. Al portero le dejes paquetes o cosas, esto en realidad es lo mismo. Yo estoy conforme”, expresó.
Sonia, vecina de un edificio que mantiene un portero tradicional, baja de su apartamento para argumentar por qué lo prefiere: “En primer lugar, porque es un ser humano. Nos conoce. Intercambiamos sobre cosas de la vida y del edificio”. En ese sentido, destacó la buena relación que mantienen y el hecho de que sabe que puede contar con él, incluso fuera de su horario. Avanzando cerca de Benito Blanco se puede ver a Mario, un hombre corpulento de pelo entrecano, que está apostado sobre la reja de un jardín. Hace 13 años que es portero y opina que su trabajo es difícil de sustituir, dado que en su edificación vive mucha gente mayor a la que le cuesta desplazarse. Él se ocupa de subir sus medicamentos o pedidos al delivery. También se encarga de la correspondencia y de tirar la basura.
A unos pasos me cruzo con Enrique, un hombre de traje impecable que se encuentra atareado. Está en una hora pico de trabajo, cuando salen muchos coches de su edificio y debe abrir el portón. No puede estar distraído. Finalizada la tarea, cuenta sobre su experiencia como portero desempeñándose a la par con un tótem: “Trabajamos a dúo. Yo no estoy acostumbrado, siempre trabajé solo, desde hace 16 años. Ahora pusieron esto acá y qué voy a hacer. Me tengo que reconciliar. No tengo más remedio que aceptarlo. El edificio lo puso, pero yo preferiría trabajar solo”. Y a la hora de distribuirse las tareas, aclara: “Cuando estoy yo, abro yo, porque soy el que conoce a la gente”.
.