El domingo fue el último día de actividad, en medio de un trasiego de gente que se acercó emocionada a despedirse. Ahora el local del bar La Papoñita está para alquilar. Gustavo González cuenta que empezó a evaluar el cierre hace años, ante la baja de la actividad en el Centro de Montevideo, pero que en la decisión también pesaban las familias que dependen de su negocio: cuando tomó la posta del bar, junto a su hermano, en 1992, tenían 40 empleados; últimamente eran 16, muchos de ellos mozos “de la vieja guardia”, con más de dos décadas en el rubro.
Por sus dimensiones, por su ubicación, por antigüedad y por el tipo de público que lo frecuentaba, La Papoñita era un clásico de los bares que sobrevivían en la principal avenida. Abrió en 1961 y hasta 1982 contaba con un espacio reducido. Luego de esa fecha se adosó el local contiguo, donde funcionaba el cambio Sparano, y tras algunas reformas duplicó su capacidad. Llegó a acomodar unas 55 mesas, aproximadamente, contando la zona de terraza, con lo que podía recibir a unas 230 personas.
“Nuestro padre recién vino en el año 84 y nosotros en el 92. Desde que vino de España, nuestro padre toda la vida estuvo dedicado al bar: arrancó de mozo y gracias a otro gallego amigo, terrible persona, a quien siempre conocí como don Germán, que tenía la cantina de la Cámara Mercantil, que lo apoyó muchísimo y le salió de garantía, puso con otro amigo el bar España, en Colonia y Gaboto (ya no existe, hay una heladería). Después tuvo otro bar en la Ciudad Vieja, Las Carolinas, por poco tiempo, en la calle Buenos Aires. De ahí se fueron a Millán y Raffo, al bar Mingo, que existe todavía, en la esquina de lo que era Casa de Galicia. Ahí ellos despegaron: nunca un día libre, nunca un cumpleaños de nosotros, no existía una fiesta de finalización de cursos, nada, siempre para el laburo, pero era otra época, y así arrancaron. De arriba no viene nada”, resume González.
Antes que ellos, el boliche, según pudieron averiguar, había sido fundado por “otros gallegos” que administraban la hoy desaparecida pizzería y cervecería La Papoña, en 8 de Octubre. Como el segundo emprendimiento era notariamente más chico, lo bautizaron con un diminutivo.
Vecino del teatro El Galpón, que está en la vereda de enfrente, en La Papoñita era común ver artistas locales y extranjeros tomando algo. “Siempre tuvimos muy buena relación con la gente de El Galpón, con muchos hay una amistad, siempre estuvimos colaborando con alguna cosa, cuando traían algún director, y si se podía, de repente hacer algún canje, ese tipo de cosas”. Entre tantos años cargados de recuerdos, tanta gente que pasó por ahí “dentro del arte, de la política”, González dice que “se va mal sentimentalmente”.
Señala como una de las mejores épocas aquel año 1992 en que se puso atrás del mostrador: “Se trabajaba muy pero muy bien, porque se concentraban sobre 18 de Julio todos los grandes bares; había en los barrios, también, porque vos ibas a Pocitos y tenías bares como el Añón -ahí hay un McDonald's hace años-, o el Chez Piñeiro, que todavía está, o estaba La Mascota, en Carrasco. Pero 18 de Julio era 18 de Julio, ¿verdad? O sea, estaban todos los cines concentrados, prácticamente. ¿Cuántos cines había en 18 de Julio, cuántos bares sobre 18 de Julio?”.
En aquel entonces el cliente iba, en especial los fines de semana, a comer “la preparación”, como se denominaba a las suculentas picaditas para dos personas, y luego podía rematar con una copa helada, la Melba, por ejemplo. “La gente venía a comer y entonces era un consumo muy importante. Lo que pasa es que el Centro se ha visto muy castigado. Hay un tema de inseguridad y estacionamiento que al Centro le ha pegado por los cuatro costados”, se lamenta González.
Comenta que últimamente el fútbol no arrastraba demasiados fanáticos al bar, salvo si jugaba la selección, pero que dependía de la hora en que fueran los partidos.
“Empezó una caída antes de 2010. En 2011 hicimos una reforma y ni se notó. Abrimos al otro día, cuando se terminó la reforma, y siguió trabajando de la misma manera que antes de empezarla. Siempre pasa que hay un movimiento diferente cuando reabre; no hubo nada”, grafica.