Desde hace un tiempo se ha establecido entre los que “saben” que vivimos una “era de oro de la televisión”, gracias a la existencia de programas como Breaking Bad, Fargo, The Americans, Game of Thrones o Mad Men. Así que, técnicamente, hablamos de una “era de oro de la televisión estadounidense”.

Sin embargo, si nos fijamos sólo en los títulos más afamados de esta nueva ola (como los que convenientemente cité en el párrafo anterior), el momento que atravesamos podría llamarse “era de oro de la televisión estadounidense en la categoría drama o programas más o menos serios”. Un poco largo, es verdad, pero nos acercaríamos a lo que en verdad está ocurriendo.

Porque las sitcoms tuvieron su era, señores. Ustedes podrían preguntarse: “¿Qué son las sitcoms?” y sería una excelente pregunta. Una que me vería obligado a responder.

Bueno, ya que insisten. Se trata de esas comedias que tienen elenco fijo, pocos escenarios y son filmadas a varias cámaras frente a gente que nunca se ríe tanto como debería, así que le agregan risas en posproducción. Aquellos que tenían televisión por cable cuando Sony Entertainment Television se sumó a la grilla estándar recordarán que hubo una época en la que tirabas una piedra y dabas con una buena sitcom.

Los tiempos cambiaron y la sitcom fue mutando. Permanecen ejemplos muy exitosos, como The Big Bang Theory, pero la adaptación de The Office abrió la puerta a nuevas formas de filmar (y de hacer) comedia en televisión. Modern Family siguió con el formato de “falso documental” y, junto a otros exponentes del género, se fueron olvidando de las risas enlatadas y de la multicámara.

De esta era vale mencionar a Unbreakable Kimmy Schmidt, creada por Tina Fey y a pocos meses de estrenar su última tanda de episodios. Allí, Ellie Kemper interpreta a la sobreviviente de un culto siniestro (y muy exclusivo) que la mantuvo encerrada bajo tierra desde su adolescencia. Liberada, debe enfrentarse a la gran ciudad con los conocimientos de una quinceañera y referencias totalmente obsoletas.

Resulta que Tina tiene una suerte de protegida llamada Tracey Wigfield, con quien llegó a ganar un premio Emmy al mejor guion de comedia por la afamada 30 Rock, y que el año pasado estrenó su primera creación: Great News (o Buenas noticias, porque la traducción siempre debe quitarle un poco de gracia).

Esta comedia, cuyas dos temporadas están disponibles en Netflix, nos permite cubrir el vacío dejado por Kimmy hasta enero o directamente transformarse en una de esas series que nos acompañan y nos hacen reír durante el almuerzo. Porque no todas las series pueden ser Los Soprano.

Nuestra simpática protagonista en esta oportunidad se llama Katie (Briga Heelan) y en torno a su empleo transcurrirá la mayor parte de la acción: ella es productora en un programa periodístico diario. Katie pensaba que su peor pesadilla era que no aceptaran sus ideas para elaborar informes, hasta que su mamá Carol (Andrea Martin) decide a los 60 años que quiere una carrera en los medios y es tomada como pasante en ese mismo lugar.

Esta sencilla premisa será el disparador de variadas situaciones de comedia con (también) variados niveles de éxito. Todo girará alrededor de las dos mujeres, sus carreras en paralelo y la culpa judeocristiana que las une de una manera tan tóxica y a la vez divertida... para los espectadores.

Como una suerte de Unbreakable Kimmy Schmidt Light (o Cero), esta serie contiene niveles importantes de absurdo, trazas de humor negro y una fina, a veces demasiado fina crítica a situaciones de nuestro presente. Sin embargo, Briga Heelan no es Ellie Kemper y la historia no logra escapar a ciertos clichés, como la atracción romántica entre la protagonista y su jefe Greg (Adam Campbell), que no aporta grandes elementos al género.

Entre los personajes secundarios, los conductores del informativo sí se destacan, por sus registros completamente opuestos. John Michael Higgins interpreta a Chuck Pierce, uno de los últimos dinosaurios de la televisión, que no logra adaptarse a los tiempos que corren y cuyo humor está apoyado en lo físico. Mientras tanto, Nicole Richie es la sorpresa más grande de la serie. La mediática que se hizo conocida por ser patiño de Paris Hilton en el impresentable reality A Simple Life clava en el ángulo todos y cada uno de los parlamentos de su Portia Scott-Griffith, la figura femenina desinformada que acompaña a Chuck en el escritorio.

El elenco también incluye a un correcto Horatio Sanz y a la mismísima Tracey Wigfield en el papel de una chica del clima tan excéntrica como la Gina Linetti (Chelsea Peretti) de Brooklyn 99. Entre las figuras invitadas cabe destacar a Tina Fey, quien se come los primeros episodios de la segunda temporada y logra los momentos más altos en el capítulo acerca del acoso sexual.

Es importante repetir que Great News no fue enviada por Dios a la Tierra para cambiar el rumbo de las comedias televisivas para siempre. Los hallazgos se mezclan con momentos de humor inofensivo y los editores (los de la vida real) suelen estirar las reacciones a los remates, conspirando contra el timing. Pero cada porción debería garantizar la risa en el living de sus hogares, y 22 minutos es lo que tarda en degustarse un almuerzo o una cena. Suena como una linda combinación, si almorzás o cenás en el living.