Bruce Springsteen es el último artista en vender su catálogo musical en los últimos días. Según la información de Billboard, el cantautor de 72 años cedió sus grabaciones a Sony Music y las composiciones a Sony Music Publishing, en un acuerdo combinado que le habría reportado alrededor de 500 millones de dólares. Esta cifra es la más alta reportada en los últimos tiempos, desde que Universal adquirió el catálogo de Bob Dylan por más de 300 millones de dólares en diciembre de 2020.

El Jefe, nacido en Nueva Jersey en 1949, lleva sus 50 años de carrera grabando con Columbia Records, propiedad de Sony. Su primer álbum, Greetings from Asbury Park, N.J. (1973) fue publicado por ese sello, que desde entonces editó más de 30 álbumes sumando trabajos de estudio, recopilaciones y presentaciones en vivo. A comienzos de los años 90, cuando las ventas musicales se dispararon por el auge del disco compacto, fue uno de los artistas que recuperaron la propiedad de sus primeros álbumes, como incentivo para renegociar su contrato con la compañía.

Los álbumes de Springsteen han vendido más de 65 millones de copias solamente en Estados Unidos e incluyen el 15 veces platino Born In The U.S.A. (1984) y el quíntuple platino The River (1980). Tiene una decena de números uno, además de haber recibido más de 20 premios Grammy, dos Globo de Oro y un Oscar de la Academia. Su música continúa vigente, y las ganancias combinadas de grabaciones y derechos musicales representaron unos 20 millones de dólares anuales desde 2018.

Además de Bob Dylan, en los últimos meses también comercializaron total o parcialmente su catálogo musical artistas veteranos como Neil Young y Paul Simon, y figuras bastante más jóvenes como la colombiana Shakira. En el caso de David Crosby, que también vendió sus canciones, la decisión fue acelerada por la pandemia y la imposibilidad de presentarse en vivo. “Este acuerdo es una bendición para mí y mi familia”, dijo en marzo. Y agregó que el dinero le permitiría saldar los pagos de su casa.

Las ventas también fueron fomentadas por la aparición de compañías que invirtieron en esta clase de bienes, como Hipgnosis, propiedad de Merck Mercuriadis. Algunos artistas simplemente prefirieron estar en la mesa de negociación de sus derechos, en lugar de dejar el asunto en manos de sus herederos.