La cultura uruguaya tiene (o solía tener) una gran tradición de entidades culturales independientes, generalmente dirigidas por artistas, cuyo fin principal es la creación, difusión y preservación de propuestas más allá de posibles réditos económicos. Seguramente apoyados en esos antecedentes –que iban desde el teatro independiente a la Cinemateca Uruguaya– fue que un grupo de músicos conformado por Coriún Aharonián, Daniel Viglietti, José Luis Pepe Guerra y Braulio López, unidos a personalidades de otros ámbitos, decidieron fundar un sello discográfico en 1971. Eligieron dos nombres de origen indígena y con un gran peso en nuestra historia para bautizar al emprendimiento. Dos sellos complementarios, uno destinado a la música culta (Tacuabé) y otro a la música popular, poesía y narraciones (Ayuí) que tenían la misión de difundir artistas que no encontraban su lugar a través de los carriles comerciales.

Es interesante ver cuáles fueron las primeras ediciones de Ayuí/Tacuabé en 1971, para entender la concepción del proyecto y su enorme amplitud de miras. En el año de su fundación el sello editó un recordado simple de Los Olimareños, con emblemáticas versiones de “Hasta siempre” y “Ya me voy pa’ la guerrilla”. En el terreno de la palabra hablada lanzó discos con narraciones de Milton Schinca y Juan Capagorry. También hubo un EP con cuatro obras pianísticas de Héctor Tosar, interpretadas por él mismo. Sus primeros LPs fueron una suite en homenaje a John Coltrane compuesta por el músico argentino Alberto Favero, el disco Cancionero tradicional sefaradí de la interprete argentina Dina Rot, un álbum del cantautor español Raimón y un trabajo que presentaba mundialmente a unos novísimos artistas cubanos, aun desconocidos en su propio país, llamados Noel Nicola, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.

Foto del artículo 'El camino circular: 50 años del sello Ayuí'

En estas primeras ediciones Ayuí/Tacuabé no sólo innovaba en materia musical, sus fonogramas presentaban varias particularidades que luego se fueron haciendo norma en otras compañías discográficas. El sello, que tuvo por años como director de diseño a Nicolás Loureiro, encomendó el arte de sus caratulas a reconocidos dibujantes, diseñadores y fotógrafos uruguayos como Áyax Barnes (responsable además de los logos de Ayuí y Tacuabé), Manuel Espínola Gómez, Alfredo Testoni, Hilda López o Hermenegildo Sábat. Los discos presentaban unas completísimas fichas técnicas, que incluían hasta los tipos de micrófonos y cintas utilizadas y todas las ediciones eran numeradas a mano (un caso prácticamente único en el mundo). Cada fonograma era agrupado –según su género, estilo o aire– en series con nombres tan sugerentes como “Del tiempo de cantar”, “De los pájaros pintados” o “De los mojos”. Otra de las premisas originales de Ayuí era mantener siempre disponible todo su catálogo en diferentes formatos.

Tiempos difíciles y cambios tecnológicos

La llegada de la dictadura trastocó totalmente la realidad uruguaya, pero Ayuí/Tacuabé logró mantenerse a flote. Bajo la dirección de Coriún Aharonián se transformó, durante los años más duros, en un resguardo estético y cultural, resistiendo con música al autoritarismo a través de discos memorables. Ayuí supo darle espacio a figuras consagradas como Gastón Dino Ciarlo o Ruben Rada, que ya poseían una gran trayectoria e influencia, pero no encontraban espacio para mostrar su lado más artístico. Los discos Radeces (1975) de Rada y Vientos del sur de Dino (1976) son hoy clásicos. También le dio oportunidad a artistas completamente desconocidos como Carlos Canzani, Jaime Roos o Los que iban cantando que inaugurarían una nueva era en la música popular uruguaya.

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A la vez, en esos años negros, Tacuabé lanzó la primera serie de discos en el mundo dedicada a compositores de música culta de nuestro continente. La colección Música Nueva Latinoamericana, inaugurada en 1976, dirigida y curada por Aharonián, con su diseño ultra minimalista y sus carátulas de cartón rugoso, es hoy un ítem de culto internacional con alguno de sus volúmenes originales llegando a precios de reventa cercanos a los 400 dólares.

En los 80 artistas como Jaime Roos, Leo Maslíah, Ruben Olivera, Jorge Galemire, Rumbo, Mariana Ingold, Jorge Lazaroff o Fernando Cabrera editarían buena parte de su discografía a través de Ayuí. El sello siguió manteniendo su estrecha relación con el diseño, el arte y la fotografía nacional. Las tapas de esos álbumes fueron realizadas por Enrique Badaró, Hugo Alíes, Gustavo Wojciechowski, Aldo Podestá, Mario Marotta o Cecilia Astiazarán entre otros.

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Fue la generación surgida a fines de los 70 la que tomó la posta de Ayuí en la década del 80. Mauricio Ubal asumió como coordinador del sello en 1983, puesto que sigue ocupando hoy. Otros músicos como Carlos Da Silveira, Luis Trochón, Jorge Galemire, Guilherme De Alencar Pinto, Fernando Condon o Ruben Olivera fueron parte del sello en distintas épocas.

En los 90 el sello vivió el ocaso del vinilo y el comienzo del CD, lo que significó al principio un gran cimbronazo económico por los altos costos que tenía en ese entonces el nuevo soporte.

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Mauricio Ubal y Elena Silveira, quien está a cargo del área económica de Ayuí desde hace casi treinta años, pudieron capear el temporal. “Cuando se cerró el ciclo del vinilo a principios de los noventa, supimos generar muchos títulos en casetes, cuidando la calidad y generando materiales de excelente presentación gráfica”, recuerdan. “Fueron complicados los primeros lanzamientos en CD, pero luego promovieron y aceleraron una expansión importante del catálogo”.

Fue en esa década que Ayuí vivió un inesperado éxito comercial de la mano de un grupo que había debutado en el sello en 1984. Otra navidad en las trincheras (1994), el cuarto álbum completo del Cuarteto de Nos y primer CD de la banda, fue uno de los fonogramas más vendidos de la historia local.

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Ese éxito –y la quiebra del sello Orfeo, que dejó huérfanos de sello a varios artistas– trajo como consecuencia que a fines de los 90 e inicios de los 2000, Ayuí fuera el refugio para una cantidad de bandas roqueras. La Tabaré, La Trampa, Chopper y Buenos Muchachos, entre otros editaron álbumes por el sello.

En la era del CD Ayuí comenzó también a reeditar en ese formato discos fundamentales, lanzados originalmente en vinilo o casete por otras compañías, que eran dejados de lado por sus escasas expectativas de venta. Varios trabajos de Daniel Viglietti, Pelota al medio de Jorge Lazaroff o el disco en vivo de Eduardo Mateo y Fernando Cabrera, fueron relanzados en esos años. También realizó una gran tarea de recuperación de obras tanto en el área culta como en la popular de artistas que muchas veces habían quedado en el olvido (ver recuadro). Una tarea que se continuó en estas últimas dos décadas.

Cinco debuts editados por Ayuí que marcaron a la música uruguaya

» Jaime Roos: Candombe del 31 (1977). Jaime Roos volvió fugazmente a Montevideo en 1977 con una cinta bajo el brazo que contenía cuatro temas grabados en Francia. Coriún Aharonián se entusiasmó con su música y le ofreció grabar seis temas más para completar un primer álbum que vendió apenas 100 ejemplares en su primer año de editado. El disco, que incluye la primera versión de “Cometa de la farola”, sería el puntapié inicial de uno de los artistas más exitosos e influyentes de Uruguay.

» Los que iban cantando: Uno (1977). Una serie de espectáculos realizados por un grupo de noveles artistas (Jorge Lazaroff, Luis Trochón, Jorge Bonaldi, Jorge Di Pólito y Carlos Da Silveira) se convirtió en una propuesta grupal estable que marcó el inicio de una nueva era en la música popular uruguaya.

» Fernando Cabrera: El viento en la cara (1984). Cabrera ya había editado un disco con el trío Montresvideo en 1980 y otro con el grupo Baldío en 1983, pero este fue su debut como solista. Un álbum tremendamente ecléctico, que incluye canciones como “Yo quería ser como vos” o “Paso Molino” y que sería el punto de partida de una carrera musical enormemente influyente en el Río de la Plata.

» Jorge Drexler: La luz que sabe robar (1992). Este disco editado sólo en casete fue muy bien recibido por la crítica, pero vendió muy pocos ejemplares. En su momento Drexler se puso muy contento al enterarse de que había un par de ejemplares comprados por gente que no eran familia ni amigos. Faltaba mucho para el Oscar, pero aquí están las primeras marcas del cantautor uruguayo más conocido internacionalmente.

» Buenos Muchachos: Aire rico (1999). Los Buenos Muchachos ya habían editado un casete en forma independiente, difundido sólo entre los allegados, pero este disco fue para la mayor parte el público su primera obra. En él ya están todos los elementos que harían de la banda una de las propuestas más importantes del rock uruguayo.

Cuando se le pregunta a Ubal y a Silveira si esa faceta es la que ha primado en los últimos tiempos ambos responden que “el balance siempre ha pasado por mantener el trípode: títulos nuevos, mantenimiento del catálogo e investigación y rescate de obra”.

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Streaming y vinilos

La masificación de internet, el intercambio de música en formato mp3 a través de la red y la piratería digital significaron un gran golpe para toda la industria musical. Más aún para un emprendimiento cultural como Ayuí. Con el comienzo de la popularización de las plataformas de streaming las cosas se reacomodaron un poco, aunque los retornos económicos para productores discográficos y músicos siguen siendo muy exiguos.

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Ubal y Silveira están de acuerdo que de todas maneras estar en las plataformas es una necesidad. “Continuamos hasta hoy editando discos físicos, pero es fundamental estar en las plataformas de streaming”, aceptan ambos. “Estas despersonalizan mucho las ediciones, desconocen y no tienen en cuenta el trabajo y la acumulación cultural de los catálogos, pero a su vez, permiten que prácticamente todas las grabaciones puedan estar disponibles al público. Ayuí/Tacuabé continuamente está actualizando y subiendo grabaciones, remasterizando antiguas cintas analógicas con los últimos programas, lo cual es un trabajo que exige preparación técnica por un lado y recursos por otro. Cuesta caro mantener un catálogo extenso al día. Se ha perdido y se ha ganado con el avance de la digitalización. Lo que es seguro es que esto no se detiene acá, que continuará cambiando la forma de escuchar y comercializar la música grabada. Y que todos los que generamos contenidos culturales –artistas, intérpretes, productores– debemos seguir batallando por nuestros derechos”.

Aunque el streaming es el medio principal– en el cual se escucha, y se comparte la música hoy, hay un formato que desde hace al menos una década ha vuelto a renacer con fuerza: el disco de vinilo. Esta vuelta parecería ideal para revalorar aquellos postulados de calidad estética y sonora pregonados por Ayuí en sus comienzos.

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El sello comenzó a meterse en el mundo del vinilo nuevamente al licenciar los discos Estado de ánimo (1990) de Hugo Jasa y Ni un minuto más de dolor (1983) de Travesía (que saldrá a inicios del año próximo), editados conjuntamente por el sello español Vampisoul y el uruguayo Little Butterfly Records.

A comienzos de 2022 estará inaugurando –a treinta años de sus últimas ediciones en ese formato– una segunda época como editor de vinilos. El sello editará por primera vez en versión LP, el disco Fines, de Fernando Cabrera, con nueva mezcla y remasterización; álbum que inauguró en 1993 la etapa del CD para el sello.

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Al igual que en muchos otros ámbitos de la vida, el periplo de Ayuí/Tacuabé es circular. Como aquellos logos diseñador por Barnes y los cientos de discos que editó a lo largo de 5 décadas.

Cinco recuperaciones históricas

» Eduardo Fabini: Las cinco grandes obras sinfónicas (1998). La imagen de Eduardo Fabini está en los billetes de 100 pesos y todos conocemos al menos su nombre y lo relacionamos con la música. Sin embargo, las obras del compositor uruguayo más importante de la primera mitad del siglo XX, no estaban a disposición el público. Esta edición realizada en conjunto con el SODRE, comenzó a llenar ese vacío. En 2007, Tacuabé y el Sodre volvieron a unirse para rescatar más grabaciones históricas de la obra del artista.

» Alberto Mastra: Con permiso (2002). Alberto Mastra fue un pionero al mezclar milonga y tango con distintos géneros musicales y sus composiciones fueron interpretadas por leyendas del tango como Aníbal Troilo, Edmundo Rivero o Roberto Goyeneche. Ayuí rescató grabaciones suyas que nunca se habían hecho públicas, registradas nada menos que por Abel Carlevaro,

» El tango del Club de la Guardia Nueva (2010). En el Montevideo de fines de la década del 50 e inicios de la del 60 se desarrolló una escena tanguera de vanguardia, muy influenciada por la revolución iniciada por Astor Piazzolla. Manolo Guardia, Luis Pasquet, Toto D'amario y Cesar Zagnoli, entre otros buscaban darle una nueva visión al tango desde esta orilla del Río de la Plata. Esta escena saludada por el propio Piazzolla quedó en el olvido. Ayuí recuperó parte de este legado, editando un CD con grabaciones en vivo de estos artistas.

» Manolo Guardia, Hebert Escayola y Daniel Lencina: Candombe! (2012). En 1965 el productor y músico George Roos (tío de Jaime) ideó un ambicioso proyecto de internacionalización del candombe. Para eso se juntó con destacados músicos uruguayos provenientes del jazz con los que grabó tres discos que usaban el ritmo del candombe con toques de jazz y de música tropical sofisticada. El proyecto fue un fracaso comercial, pero influenció enormemente a músicos como Ruben Rada, Eduardo Mateo, los hermanos Fattoruso y el propio Jaime Roos. Los discos originales eran inconseguibles y no habían sido reeditados en casi 5 décadas. Ayuí rescató esa música olvidada y la compiló en un solo CD.

» Pedro Ferreira: El Rey del candombe (2019). Pedro Ferreira fue una figura fundamental en el origen del candombe canción. En 1956 fundó la orquesta Cubanacán, donde unió la música afrocaribeña con el candombe, componiendo algunas canciones que hoy son clásicos. Sin embargo, sus grabaciones no se habían reeditado desde los años 60. Ayuí/Tacuabé trabajó junto al Centro de Documentación Musical Lauro Ayestarán para recuperar la obra grabada del artista.

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