Uno de los más populares estrenos de Netflix este año, la serie Lupin, de George Kay y François Uzan, demostró que la creación del francés Maurice Leblanc tenía todavía, en las condiciones adecuadas, una tremenda receptividad para el público masivo.

Lupin traslada las aventuras del ladrón de guante blanco Arsenio Lupin a la París contemporánea, pero lo hace con un giro que es novedoso y le permite librarse de las tan odiosas comparaciones entre original y continuación.

La serie no adapta literalmente al personaje principal, sino que inventa uno nuevo: Assane Diop. Hijo de un inmigrante africano injustamente acusado de robo y que ha muerto en la cárcel 25 años atrás, Assane forja su personalidad a la luz de la literatura de Leblanc, y sus habilidades, conocimientos y capacidades toman al mismísimo Lupin como espejo. Con ellas emprende un camino de venganza y justicia sobre Hubert Pellegrini, el hombre que arruinó a su padre.

Dividida esta historia de retribución en diez episodios, llega ahora la segunda tanda compuesta por cinco, donde Assane enfrentará definitivamente a Pellegrini, luego del tremendo cliffhanger que cerraba la temporada anterior con el secuestro de Raoul, el hijo de Assane, a manos del peligroso sicario Leonard.

Segundas partes

Uno podría suponer que la segunda mitad de un producto ya establecido –fue filmado de un tirón antes de estrenar la primera entrega– mantiene las formas y estructuras de la primera, pero no es así en este caso. No hay cambios extremos, por supuesto, pero podemos reconocer que en aquella primera parte se sucedían resoluciones puntuales capítulo a capítulo (que nos permitían apreciar las habilidades de Assane como reencarnación de Lupin, es decir, como ladrón y estafador carismático) y, en cambio, ahora todo se enfoca en el enfrentamiento con Pellegrini, tanto la recuperación de Raoul como la venganza y exposición del taimado filántropo y sus cómplices.

Además, en esta segunda tanda hay margen para el desarrollo de algunos secundarios que hasta ahora eran meros antagonistas o comparsas, como Guedira (o Ganimard, si lo adecuamos como hace la propia serie a la literatura de Leblanc), el único policía con dos dedos de frente, Juliette Pellegrini, la hija del villano, y, muy particularmente, Ben, el amigo de toda la vida de Assane, quien crece al nivel de un coprotagónico.

Aunque hay asuntos a solucionar episodio a episodio, en esta tanda de cinco todo se va construyendo para el clímax final, ese que tendrá la exposición pública del malo en un ambiente redundantemente teatral: un teatro.

Si bien la serie continúa demostrando eficacia como escapismo y entretenimiento del mejor, cosas que ya se perfilaban en sus primeros episodios hoy se notan de manera más flagrante, como lo sencillo que le resulta todo a Assane, lo liviano de las posibles consecuencias y, por momentos, lo anticlimático que resulta tal o cual escape, sobre todo cuando nos empezamos a percatar de que no es que Assane supere a sus antagonistas gracias a su propia inteligencia, sino que estos son un hato de estúpidos insalvables.

Conviene entonces concentrarse en el disfrute y el entretenimiento sin darle una segunda mirada a prácticamente nada de lo ocurre. Ayuda a esto la entrega eficaz y contundente de todo el elenco, empezando por el enorme Omar Sy –principal razón de ver la serie toda– y siguiendo por el elenco secundario, interpretado por Soufiane Guerrab, Clotilde Hesme y Antoine Gouy, quienes dan solvencia al propio relato, que pocas veces deja lugar a la reflexión, empujando las acciones a toda velocidad.

Conviene aclarar que la idea de “cierre” que rodea toda esta temporada corresponde a la propia venganza o búsqueda de justicia de su protagonista y no al fin de la serie. A este respecto, el actor Omar Sy confirmó desde su cuenta en Twitter que la tercera entrega (o parte 3, como prefieran) está confirmada por Netflix y seguramente se estrene en 2022.

Habrá que ver, ahora que las razones personales que llevaron a Assane Diop a transformarse en un Lupin moderno se han acabado, qué camino prosigue el relato y cuál será la excusa que lo lleve de nuevo a ejecutar su particular acto de justicia, mediante el engaño, el robo y la estafa. Porque eso siempre es lo que queremos ver de Lupin, sea el moderno o el tradicional: un buen robo.

Lupin, de George Kay y François Uzan. En Netflix.