El Rey de los Hongos es el tercer libro de Natacha Ortega (Terremoto, ¡Más Pimienta, 2011, con ilustraciones de Valentina Echeverría; Masa madre, Dragón Dorado, 2021, con ilustraciones de Matías Acosta), que esta vez, en la dupla creativa que conforma con Mauricio Gelardi en Dragón Dorado y asociándose al trabajo de ilustración de los Silva Bros, se sumerge en el lenguaje narrativo de los cuentos de hadas y la fantasía para proponer un reino de los hongos gobernado por un monarca muy peculiar.

Jugado al humor y a una poética marcada por el ritmo y el cuidado en la elección de cada palabra, de cada elemento que forma parte del universo del cuento, el texto se sitúa en un punto equidistante entre el cuento tradicional y la utopía ambientalista, sin que esto implique un tono aleccionador: todo en El Rey de los Hongos se teje en la lógica interna de la narración y en las acciones de los personajes, sin que se noten los dedos de la titiritera que los maneja sutilmente.

Pasible de una lectura simbólica en diversos planos, la sordera del rey, su picazón –porque, como corean los niños del reino, paradójicamente, “el rey tiene hongos”–, los consejos de sus asesores y, finalmente, la aparición catalizadora de una hechicera funcionan a la perfección en un ensamblaje narrativo que no dirige una lectura unívoca, sino que permite sumergirse en un universo donde la magia y la naturaleza desatada hacen de las suyas.

El rey, a quien la pesada corona le tapa las orejas impidiéndole escuchar, se comporta como un niño malcriado que no escucha razones y obra a su capricho. Son las manos y la voz suave de la hechicera –en la que se adivinan reminiscencias de las mitologías que postulan una sabiduría ancestral fuertemente ligada a la tierra– las que consiguen la transformación. Y ese cambio no restaura un estado de cosas anterior, sino que, en una vuelta de tuerca en clave utópica, establece un nuevo orden en el que miles de cabañas vegetales son “repartidas equitativamente entre los habitantes del reino para fundar sus hogares”.

La musicalidad del texto, el ritmo marcado por las repeticiones e incluso la aparición de alguna rima, invitan a la lectura en voz alta y, en ese sentido, una imagina El Rey de los Hongos en manos y voz de un adulto amoroso leyendo a la hora de ir a dormir. Pero, al mismo tiempo, las ilustraciones de los Silva Bros (Leonardo y Andrés Silva, autores de Prócer zombie e ilustradores de Tambor tambora, de Criatura sobre la canción de Jorginho Gularte, y de la novela de Horacio Cavallo El diario ínfimo de Nicolás, y que con Alegría ganaron en 2014 el Premio Nacional de Ilustración), exuberantes y jugadas a una paleta alta, invitan más bien a meterse entre las páginas, a asombrarse, a buscar los miles de detalles que permiten una infinitas derivas.

Prologado por Alejandro Sequeira, un apasionado y estudioso del reino fungi, y presentado en una edición cuidadosa que no deja ningún centímetro cuadrado librado al azar, desde las guardas hasta la última página, e incluye un código QR con la versión en audiocuento, ofrece un universo al que dejarse llevar –con mapas y todo– y en el que, en palabras de Sequeira, “lo que se pudre renace y lo oscuro reluce”. Y ese detalle de invitar amigos a jugar con la creación invita, a su vez, a fascinarse con la maravilla de los hongos –los de verdad– y seguir con el tema.

Foto del artículo 'Fantasía más memoria: El Rey de los Hongos y Mi abuela tiene un león'

Abuela, nieto, gatos y leones

El vínculo entre abuelos y nietos suele ser abordado en los libros para niños, en un reflejo de la importancia que tiene para las infancias. La mirada infantil en diálogo con esa persona en el otro extremo de la vida funda un vínculo de amor y complicidad y es ese lazo entrañable el que la literatura recoge.

Mi abuela tiene un león, de la argentina María Elina, sostiene en la primera persona la perspectiva de un niño que visita a su abuela, que tiene problemas de memoria y confunde los recuerdos. Sin ser nombrado directamente, el abordaje de un asunto delicado, sensible, con visos tristes, se hace carne en este cuento sin perder nunca la frescura de la mirada del protagonista, que pone en diálogo lo que le dice su papá con lo que él mismo observa y experimenta en la conversación con la abuela.

“Un día, mi abuela se olvidó de mi nombre”, empieza, para dar paso a la narración de una visita. En un relato en el que la ternura y el asombro son protagonistas, lo que predomina es el disfrute de lo compartido, en una sucesión de actitudes y gestos que provocan el extrañamiento del niño ante los cambios en su abuela, pero que no generan rechazo sino curiosidad, y que forjan un vínculo sobre la posibilidad que brinda esa abuela que “estaba rara”, tal como la describen el niño y su padre.

Esa rareza incluye la risa contagiosa, jugar descalzos, no preocuparse por el abrigo y el fresco, disfrutar de ensuciarse al tocar la tierra con las manos, agarrar todo tipo de bichos en el jardín. Todas cosas propias de la infancia y que suelen ser reprendidas por el mundo adulto. Todas cosas que esa abuela hace un tiempo no habría hecho.

La escucha que ofrece el niño habilita la fantasía: la abuela le confía que es una reina y lo lleva de la mano por un relato con castillos, gatos y múltiples viajes. Todo es gozo, y en la narración se vislumbran los retazos de realidad, se mezclan planos distintos. Las palabras se resignifican en su deriva –el nombre del niño, León, en particular– y se teje la confianza en contar y guardar un secreto.

Mención aparte para las ilustraciones, que dan a las acciones un fondo tenue que contribuye a la sensación de ensoñación, de límites difusos, y en cada detalle componen la dulzura de los personajes y la intimidad del momento compartido. Texto e ilustración, de la mano, se entrelazan en un universo de sentidos que, en cada lectura, se va abriendo como capitas de una cebolla, uno de cuyos aciertos es la trama entre lo que se dice y lo que no es necesario explicitar, lo que el niño entiende y lo que permanece como interrogante.

El Rey de los Hongos, de Natacha Ortega y Silva Bros. Dragón Dorado, Fondos Concursables para la Cultura, 2022. 40 páginas. $ 600. Mi abuela tiene un león, de María Elina. Periplo, 2021. 48 páginas. $ 820.


Invitación a danzar

En la tarde de este sábado, a las 15.30 en el Centro Cultural de España (Rincón 629), con entrada libre hasta agotar aforo, el colectivo Verdanzar invita a participar en Topa! Posibilidades imposibles, una actividad de danza para la niñez para disfrutar en familia. “Celebrá la fiesta que a tu cuerpo transforma y expandite en una nueva forma”, convocan a esta creación dirigida por Florencia Delgado en la que la idea es que las niñas y niños sean parte “de este mundo que construimos desde el juego, el sonido, el movimiento, el ritmo y las posibilidades infinitas de reinventarnos y transformarnos”.

Por otra parte, para los que se queden con las ganas, hasta el viernes 29 hay tiempo para inscribirse (en el formulario disponible en la web del CCE) en el taller de creación y experimentación en danza Topa!, que se llevará a cabo el sábado 30 de 15.00 a 17.00 y estará dirigido a niñas y niños a partir de seis años. “¡Celebremos el encuentro! Danzar partiendo del juego de imaginar cuerpos que se inventan y reinventan en nuevas posibilidades imposibles. Cuerpos que se mueven, se encuentran, se entreveran, se modifican, aparecen y desaparecen, generan sonidos, danzas e imágenes para juntos crear nuevas formas de ser y estar juntos”, invita Verdanzar, un colectivo que surgió en 2013 como plataforma de circulación y accesibilidad a las artes escénicas para niñas, niños, jóvenes, docentes y familias.

Foto: Pablo Vignali, adhocFOTOS

Foto: Pablo Vignali, adhocFOTOS

En cuadritos

En la librería Escaramuza, desde agosto hasta noviembre se desarrollará el taller infantil de historieta a cargo de Andrés Alberto Farías (autor de La dura vida y Adiós, mundo cruel, en Galería Editorial de Buenos Aires, y Lo peor ya pasó, en Criatura), para niños de siete a 13 años. La cita es los sábados de 10.30 a 12.00, para trabajar en el desarrollo de una historia, el lenguaje de la historieta y la creación de personajes, a partir de consignas disparadoras que ayuden a potenciar la creatividad de los participantes. Comienza el 5 de agosto, es presencial y los cupos son limitados. Por más información y consultas: [email protected], o enviar Whatsapp al 091 400 034; inscripciones en el formulario en la web de Escaramuza.